Náufrago en la tempestad
La investigación judicial es inequívoca: el cobarde asesinato de Abel Murrieta Gutiérrez el jueves 13 de este mes, en Cajeme, Sonora, fue premeditado y directo. Peor aún: voces del morenismo aceptan que pudo ser crimen político. Es imprescindible ahora saber quién o quiénes ordenaron la perversa ejecución del que fuera candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía de ese municipio sonorense; quién o quiénes lo ejecutaron y por qué. Es imprescindible porque los mexicanos tenemos dos años y medio metidos en un pantano de violencia y muerte, de inseguridad y pobreza, de parálisis económica, de falta de rumbo, muy lejos de lo que fue, en los comicios presidenciales de 2018, el anzuelo perverso para 30 millones de electores, ávidos de tranquilidad y bienestar, por lo menos.
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