EL LAVADERO
Desde el púlpito de las mañaneras el predicador mayor se lava y desinfecta las manos. No acepta otras opiniones que no sean las vertidas por su propia lengua. Siempre gana. Y si pierde, arrebata con un cinismo protagónico y su clásica expresión “yo tengo otros datos”. Como Pilatos, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: ‘Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis’. (Mateo 27:24). Así, Poncio Pilatos, un prefecto de Judea de ese entonces, se desentendía de la decisión popular de crucificar a Jesús. Pero antes mandó desnudar a Jesús y azotarlo con látigos como se hacía con todos los malhechores antes de llevarlos al lugar del suplicio, y lo condenó a morir con muerte de cruz.
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