El deber de no olvidar

Muertes masivas en la India por Covid-19. Foto: AP

Luis Gutiérrez R.

Escribo estas líneas el miércoles 28 de abril de 2021. Al terminar el mes estaremos superando los 215 mil decesos por causa de la pandemia de Covid19, el virus letal descubierto en Wuhan (China), el 31 de diciembre de 2019. Hace menos de dos años. Otras investigaciones refieren que las muertes rebasan los 6 mil 500 casos.

 De hecho, algunas estadísticas de instituciones médicas y científicas reconocidas dentro y fuera de nuestro país, tienen a México en un casillero internacional incómodo: ocupamos el segundo lugar en letalidad debido a la mala atención que mereció la pandemia de parte del gobierno.

Dos sucesos históricos apuntalan ese señalamiento contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador:

1.- El 8 de septiembre de 2020, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, desdeñó un plan que le ofrecieron al gobierno federal seis ex secretarios de Salud, que presuntamente habría terminado con la pandemia en un periodo de seis a ocho semanas. López-Gatell los invitó a que mejor patentaran la fórmula. Fue ignorada la Dra. Mercedes Juan López, experta en medicina de la rehabilitación… y los doctores Salomón Chertorivski Woldenberg, maestro en políticas públicas por la Universidad de Harvard; Julio Frenk Mora, maestro en Salud Pública por la Universidad de Michigan; José Ángel Córdova Villalobos, cirujano general y experto endoscopía digestiva en la Universidad Paul Sabatier de Toulouse, Francia; José Ramón Narro Robles, ex rector de la UNAM con reconocimientos de la Organización Mundial de la Salud y la Unicef, y Guillermo Soberón Acevedo, también ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud.

2.- A principios de marzo de 2020, cuando los ecos de Wuhan empezaban a estremecer al mundo, AMLO lanzó un inopinado exhorto público a no tener miedo, a salir y abrazarse. Ese mismo mes, un domingo de gira por Oaxaca y mientras disfrutaba de unas tlayudas en el restaurante La Teca, López Obrador exhortó a los ciudadanos a que no dejen de salir de sus casas por la pandemia de coronavirus. «Yo les voy a decir cuándo no salgan, pero si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes, a las fondas”, dijo durante su visita. El mismo domingo, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, llamó a los ciudadanos de la capital del país a no salir de casa para no contagiarse.

Todo ello mientras la pandemia avanzaba, se llenaban los hospitales, faltaban camas, oxígeno y medicamentos… y crecía amenazador el desempleo. Fueron muchas las voces que pidieron apoyos de emergencia para la gente que se estaba quedando sin trabajo, entre ellas la del senador Dante Delgado, coordinador de la bancada de Movimiento Ciudadano en el Senado. No hubo respuesta.

Los crímenes colectivos

El célebre historiador y escritor francés René Rémond (30 de septiembre de 1918-14 de abril de 2007), escribió en su obra La historia y la Ley que uno de los fenómenos inéditos que trajo consigo el advenimiento del Siglo XX, heredado al Siglo XXI, “es la exigencia de justicia por parte de la conciencia general, que ya no se resigna a la impunidad de los autores de crímenes colectivos”.

Sin duda, el precedente de Nuremberg, la Segunda Guerra Mundial y los crímenes cometidos por el III Reich, afloran en el texto del politólogo francés. Pero Rémond va más allá. Habla de sucesos que introdujeron una ruptura en la historia de la humanidad, como la decisión que inspiró a los negociadores del tratado firmado en Roma en 1999, ratificado hasta ahora por más de 100 estados (claro, Estados Unidos, Rusia y China está entre los no firmantes), el cual erige una Corte Penal permanente, con autoridad universal para juzgar crímenes contra la Humanidad.

El surgimiento de estos tribunales, dice Rémond, implica que todos los actos políticos están relacionados con la conciencia moral y atestigua el nacimiento de una responsabilidad colectiva de la humanidad en todo el planeta.

El olvido está prohibido. Es incluso una falta. Se ha convertido en una exigencia ética. También es una reparación: la memoria exige perdón por lo que no se pudo prevenir o impedir…

Se consideran delitos de lesa humanidad –o contra la humanidad– aquellos que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil, cometidos para aplicar las políticas de un Estado o una organización.​​​cometidos contra poblaciones civiles; incluyen delitos como el homicidio, la esclavitud, la violación y actos de violencia sexual grave.

En 1968 se aprobó la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. Varios países han aprobado que tampoco pueden ser objeto de amnistía (olvido), u otras formas de atenuación de las responsabilidades.

Además, para enjuiciar los delitos de lesa humanidad existe la llamada jurisdicción universal: cualquier Estado puede juzgar y condenar penalmente a sus autores, independientemente del lugar donde los hayan cometido.

¿Qué hacer con la impunidad o la inmunidad selectivas, cuando desde el poder dicen “este sí, este no? ¿Qué hacer con los crímenes de odio, los que motiva la raza, la etnia, la nacionalidad, la religión, el género o la identidad de género, la orientación sexual, la discapacidad? ¿Cómo lograr que le devuelvan al pueblo la paz y tranquilidad robadas? ¿Qué hacer con el crimen y la violencia? ¿Los borramos? Conservemos la memoria.

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