El pacto con la cofradía Duartista

PLANA MAYOR.

‘A todos los agraviados de la entidad que sufren en lo físico y en sus bienes por el gobierno errático morenista’

En 14 meses del gobierno estatal morenista pasamos del triunfalismo enternecedor, de la promesa fútil, de echar campanas al vuelo, a la simulación, omisión, comisión, casualidad y causalidad en las tareas y nuevos programas sociales clientelares con signos singulares de corrupción.

En tan sólo 425 días el gobernador Cuitláhuac García, que se cubría de gloria con el manto de oveja para resarcir el daño letal que dejaron a Veracruz sus antecesores, ha dejado al descubierto que es un hombre lobo, un lobo estepario, con múltiples personalidades.

Es un político solitario, que no tiene interlocución con el mundo profano –por sorprendente que parezca-, que es invisible al dolor, a la tragedia, a la opresión, a la barbarie y al agotamiento económico, salvo su familia y su círculo incondicional del poder público que lo eleva al limbo y lo divierte.

En los días hábiles laborables, el político morenista y catedrático con licencia se encierra en su búnker -el tradicional Palacio de Gobierno que turistas y residentes podían visitar y tomarse la foto del recuerdo, hoy se mantiene cerrado al público-, convertido en su torre de marfil y, excepcionalmente brinda audiencia pública.

Los secretarios de despacho, coordinaciones y titulares de los organismos autónomos, pasándose por encima la Constitución Política local –el derecho de audiencia-, han asumido la misma postura que el titular del Poder Ejecutivo del Estado y aplican la máxima salinista: ‘ni los ve, ni los oye’.

No hay diálogo ni conciliación oportuna con los sectores productivos del Estado. Hay encuentros aviesos con las hordas de Morena. Se gobierna con interés partidario, pero no para todos. La interlocución es facciosa en tiempos de restañar heridas con los opositores.

En 14 meses y 425 días el gobierno morenista se ha caracterizado con un discurso de monserga y bajo rasgos de eufemismo sobre los depredadores de los dineros públicos del gobierno de Veracruz que cometió la cofradía de Javier Duarte. ¿Por qué tantas consideraciones a los personeros de cuello blanco? ¿Pactos en los drenajes del poder público? ¿Quién sabe?

Pero el gobierno estatal de la 4T no ha levantado la voz suficiente para que la Fiscalía General del Estado haga contrapeso ante la Fiscalía General de la República –a propósito de la excelente sinergia que tienen-, para que agilice las investigaciones contra el estrecho círculo del anodino Javier Duarte y caigan los autores materiales del desvío mediante empresas fantasma de 60 mil millones de pesos.

En este entramado, ha sido patente que los saqueadores del erario público (2010/16) se pasean por las calles y frente al propio Ejecutivo estatal, burlándose de la justicia y de la sociedad civil, ante la falta de un mensaje enérgico y moralizador que ponga en su lugar a los exfuncionarios corruptos que saquearon al gobierno de Veracruz.

No hay pronunciamiento alguno, hay un silencio mordaz ante el oprobio. Lo mismo ocurre con los colectivos de personas desaparecidas; con la corrupción y complicidades aviesas de los mandos medios de la SSP con el crimen  organizado; con la falta de pago a proveedores en general; y las licitaciones a modo de la mayoría de las dependencias del gobierno estatal, etcétera.       

Los malos hábitos del pasado se han enquistado en la cúpula de la Sefiplan, en el despacho principal del primo incómodo, y de ahí, se ha extendido como una plaga a todas las áreas del gobierno morenista. Son mensajeros de la antítesis de los valores humanos y de la nueva moral.               

La procuración de la justicia es un postulado acartonado, el estado de derecho se colapsa ante el músculo de corrupción que generó un boquete en las finanzas públicas en los períodos 2010/16 y 2016/18, sin que hasta la fecha los principales ‘peces gordos’ estén en prisión, salvo algunos contados con los dedos de la mano.   

Es una caja de Pandora que, a todas luces, el gobierno  morenista intenta evadir, soslayar y encubrir temporalmente, pero que a corto plazo tendrá que dar la cara, porque se corre el riesgo de que le estallen en su torre de marfil y lo exhiban como cómplice del controvertido caso del Duartegate.

El titular del Poder Ejecutivo del Estado heredó dos frentes de corrupción que dejaron a la entidad en bancarrota, en un desastre, un caos financiero y una narcoviolencia, equivalente a una pandemia, que es sistemática y letal para los veracruzanos y que hoy la padecemos.

El primer frente, el más grave de toda la historia en Veracruz, es el del ‘padre’ de la corrupción, el expriista y mofletudo Javier Duarte. Sus dotes perversos y su ingeniería administrativa sirvieron para cometer el saqueo más grave de la entidad.

El segundo frente, es la execrable maquinaria de corrupción que dejó el moralino y ‘beato’ de los neopanistas, Miguel Ángel Yunes Linares, de la cuenta pública 2018 que asciende a más de 7 mil millones de pesos, 3 mil del exgóber y 4 mil de los ayuntamientos panistas-perredistas. 

La paradoja es que el gobierno de Cuitláhuac García no presiona como actor principal afectado en el proceso mediático para llamar a cuentas a los Duartistas que se beneficiaron del daño patrimonial. Y tampoco ha hecho eco por la orden de aprehensión que ordenó un juez en contra de uno de los incondicionales de la cofradía, Juan Manuel del Castillo González. ¿Silencio?

El sospechosismo mediático que circula en el imaginario colectivo de un pacto entre el hoy góber Cuitláhuac García y el actual sentenciado Javier Duarte, se derrumbará cuando los auténticos filibusteros del quebranto patrimonial en Veracruz caigan en prisión. ¡El que calla otorga!

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