El faraón calló como momia

Faraón se llamaba el palacio del emperador durante el extendido tiempo de los imperios egipcios. El Bajo y el Alto. Por extensión también al supremo –de Menes a Ramsés– se le llamó de esa manera. Los faraones –con excepción de Silverio, el texcocano–, eran soberbios y vivían prisioneros de un pensamiento mágico, anhelaban la inmortalidad. Por eso desarrollaron la ciencia de la momificación y en la Casa de los Muertos, desplegaban a sus embalsamadores para luchar contra el tiempo. Por eso hacían enormes sepulcros piramidales, por eso creían en la eternidad.

A fin de cuentas, eran seres primitivos.

Pero sus momias todavía están entre nosotros con sus muecas de horror, aunque en el caso de Tutankamón, oculta debajo de una prodigiosa máscara de oro y lapislázuli, indiferente al tiempo. Pero ni esa momia dichosa a lo largo de los siglos por su belleza de orfebrería ha logrado contarnos sus secretos, porque ¿sabe usted? las momias no hablan. Son mudas.

Por eso cuando alguien se calla, la voz de la sabiduría dice: calló como momia, tal hicieron miles de mexicanos hoy agresivos contra la verdad del nuevo evangelio develada cada mañana desde el púlpito mendaz de nuestro faraón en nuestro Palacio Nacional.

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Lo malo ahora no es el silencio de los reaccionarios, los conservadores, los clasistas, los racistas, los neoliberales, aspiracionistas e hipócritas, frente a los crímenes del pasado los cuales fueron tan perniciosos como para trascender hasta nuestros días y estorbar la benéfica obra de la Cuarta Transformación, con todo y la confirmación del mandato. Lo malo es cuando hasta el faraón calla como si estuviera momificado.

–…Y enmudeció el palenque…” cantaba el llorado Vicente Fernández, lo cual no equivale a decir, “… y enmudeció el de Palenque…”; eso es otra cosa y tiene otro significado, porque en el catálogo de las falsedades a las cuales deberíamos estar tan acostumbrados, nunca había habido una tan pueril como la más reciente confesión de mudez voluntaria.

Como todos sabemos el señor John Kerry, al frente de una delegación negociadora de los Estados Unidos, cuyos empresarios, legisladores y políticos ven con preocupación la contrarreforma eléctrica de México, se reunieron durante cuatro horas en el Palacio Nacional y propusieron un mecanismo constante sobre el proceso del reformismo.

Pero el faraón ha dicho a los medios las palabras ocultas en la reunión. En tono indignado proclamó su rechazo a tal indignidad antinacionalista. No y mil veces no.

Pero no se los dijo a ellos. La bravata fue para consumo mañanero.

Simplemente, eso lo propusieron ellos, yo me quedé callado. Así lo dijo textualmente. Cito para no errar el sentido de su valiente argumentación:

«…Hubo también algo que me llamó la atención, porque se dijo, y luego lo vi publicado, creo que en Reforma o algún periódico, que vinieron a jalarnos las orejas y que nos impusieron el que se acepte la participación de un grupo del Gobierno de Estados Unidos para que revise todo lo relacionado con nuestra iniciativa…

«…Pues eso, como es lógico, nosotros no podríamos aceptarlo, ni de Estados Unidos, ni de Canadá, ni de China, ni de Rusia.

“Y sí hubo un planteamiento de que se mantuviese la comunicación sobre el tema y que participara un grupo, pero ellos plantearon eso, yo me quedé callado, no se aceptó…hay una gran diferencia entre escuchar, informar, conversar, comunicarnos (…) a imponer un grupo para vigilarnos, observarnos, eso pues no lo permite nadie, a lo mejor sí en otros tiempos, con gobiernos sumisos, entreguistas, pero ya no son los tiempos de antes…”

Las únicas preguntas ahora son: ¿Por qué se quedó callado? ¿Una reunión de horas cuyo planteamiento es ese, no merece “in situ” e inmediatamente, una negativa tajante, frontal, soberana?

Al parecer no. John Kerry no es tan fácil de impresionar como Lord Molécula o Epigmenio. (Tomado de Milenio)

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