Víctimas, victimarios y perdón
La imagen es elocuente y en cierto modo preocupante.
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, reclinado en uno de los descansabrazos del sillón con el asombro en la mirada. Su mano derecha le cubre casi la mitad de la frente. Los dedos están tensos y la vista sólo le queda a su ojo izquierdo. El otro está cubierto por la preocupada y grave actitud.
Quizá en su pensamiento ronde una pregunta: ¿qué hacer?
Una vez más las víctimas, o los familiares de las víctimas directas, de los desaparecidos cuyo número nadie conoce pero cuyos esqueletos aparecen de pronto paso a paso por todo el país, en los improvisados cementerios, fosas o tiraderos viles, se han alzado en gritos y desgarramientos impotentes.
Una vez más, como ya ha ocurrido y seguramente seguirá pasando en los tiempos venideros, porque el tiempo teje mortajas en el viento, en el suelo, en los barrancos, agujeros y antros donde los criminales han arrojado cuerpos enteros o restos desmembrados y los años y los meses acumulados borran huellas, evidencias y rastros.
Un conocedor de estos entramados de violencia enquistada me dice: son más de 300 mil los desparecidos. La cifra real, reconocida, oficial o como se le quiera decir, ronda los 30 mil. Nadie sabe la verdad y no habrá comisión capaz de elucidarla.
Todo lo demás es materia de la desesperación y al mismo tiempo de la esperanza. Como clamó un grito en la reunión de las víctimas del pasado viernes en Tlatelolco poco después de la protocolaria convocatoria de Javier Sicilia al consabido “minuto de silencio” por las víctimas.
–¿Silencio?, ¡madres!
–“No podemos guardar silencio, porque es cerrar los ojos a la verdad… No están muertos… No sabemos dónde están enterrados…. gobiernos van, gobiernos vienen y seguimos en lo mismo… Sicilia, tenemos que construir una salida… Estén en nuestros zapatos, no tenemos a nadie que nos ayude…”
Pero sean cuantos sean quienes se desvanecieron, se evanescieron en el diluido paisaje de la sangre mexicana, no serán encontrados, porque como alguna vez le dijo en airoso desplante de cinismo inadmisible (pero real), el viejo Rubén Figueroa a Rosario Ibarra de Piedra, en Guerrero no hay desaparecidos, señora, en Guerrero nada más hay muertos.
Junto al Presidente electo la futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, tiene los brazos vencidos en el regazo y una indudable mirada de asombro y duda. Quizá, como su jefe, ella piense también ¿qué hacer?, ¿por dónde comenzar?
En la asamblea están reunidos los “colectivos” cuya dirección a veces los hace chocar entre ellos. A sus divergencias se dirige el presidente electo cuando los insta a la unidad y les explica, cuando ofrece lo humanamente posible, cómo entre tantos puntos de vista y la atención de tantos y tantos grupos, él no podría darse abasto.
El presidente electo les ofrece actuar. Les promete nunca encubrir a nadie, nunca tapar a nadie, sea quien sea cuya conducta lo haya llevado estos crímenes.
“…no voy a ser tapadera de nadie. Si un funcionario cercano, un amigo, un compañero, es más, un familiar comete un delito –aseguró–, va a ser castigado. Se termina ya la impunidad. No va a haber corrupción”.
Y junto a esa promesa justiciera viene la otra parte del dicho: les voy a pedir perdón a las víctimas”.
Así lo inscribió su sitio oficial:
“…Las víctimas de la violencia y de la inseguridad recibirán justicia y el Estado mexicano solicitará su perdón. Asimismo, son bienvenidas todas las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales que deseen participar en el proceso de reconciliación y pacificación del país, y habrá recursos suficientes para resolver este grave problema, que será resuelto entre todos los sectores involucrados”.
–¿Cuál es el significado de esta solicitud de perdón? Sencillamente el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en la comisión de estos delitos y violaciones a los Derechos Humanos.
Como dice la sentencia de la Corte Interamericana en un caso ejemplar (Rosendo Radilla, durante la “guerra sucia”), en estos temas de desapariciones:
“Esta sentencia constituye per se una forma de reparación.
“El Estado deberá́ conducir eficazmente, con la debida diligencia y dentro de un plazo razonable la investigación y, en su caso, los procesos penales que tramiten en relación con la detención y posterior desaparición forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco, para determinar las correspondientes responsabilidades penales y aplicar efectivamente las sanciones y consecuencias que la ley prevea…”
“…El Estado deberá́ continuar (2009) con la búsqueda efectiva y la localización inmediata del señor Rosendo Radilla Pacheco o, en su caso, de sus restos mortales…”
Como se ve, nada de esto es posible. A veces por negligencia, a veces por impotencia, a veces porque hay límites, como dice el presidente electo a lo “humanamente posible”.
Y a veces queda la pregunta, ¿insistir e insistir cuando lo humanamente posible se convierte en lo humanamente imposible?
Y quizá por eso Andrés Manuel les ha dicho a los quejosos, a los genuinos y a los advenedizos, a las reales víctimas y a algunos profesionales infiltrados o disfrazados:
“…Lo único que les pido es que ayuden, desde luego que están ayudando por su cuenta, pero una gran ayuda es que haya unidad, que se organicen. Hablando con toda franqueza: Si nos vamos a tener que reunir con cada colectivo entonces no (me) voy a dar abasto, quiero que ayuden a dar unidad, ya basta la división, la polarización, el sectarismo, más cuando se trata de un asunto tan importante…”
Hasta ese viernes no había escuchado esta columna una acusación de sectarismo y división tan directa dirigida hacia los “colectivos” de Derechos Humanos.
–¿A quienes se refería en tan emocionada pieza el Presidente Electo?
Lo ignoro, son tantos a quienes el saco les ajusta…
La reunión fue coordinada por Sergio Aguayo, quien habló del cuidado con el cual fueron convocadas las organizaciones. Esta es una lista de los ahí presentes. ¿A quienes les quedará el saco de la división, el sectarismo y la polarización?
A varios, indudablemente. Veamos:
“…Oficina en México del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos; la oficina en México del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados; Naciones Unidas contra la Droga y el Delito; ONU Mujeres, Unicef, Cepal, Organización Internacional para las Mujeres; PNUD y el Comité Internacional de la Cruz Roja, así como instancias del gobierno federal.
“También se contó con la intervención, con propuestas muy puntuales, de representantes de colectivos de familiares de víctimas del país:
“Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Javier Sicilia Zardain, padre de Juan Francisco Sicilia, víctima de asesinato en Morelos; Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, Irinea Buendía Cortés, madre de Mariana Lima Cortés, víctima de feminicidio en el Estado de México.
“Colectivo “Las Rastreadoras del Fuerte”, Mirna Nereida Medina Quiñonez, madre de Roberto Corrales Medina, desaparecido en 2014 y encontrado en una fosa clandestina en Sinaloa en 2017.
“Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), Araceli Magdalena Rodríguez Nava, madre de Luis Ángel León Rodríguez, policía federal desaparecido en Michoacán en 2009.
“Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México, Yolanda Morán Isais, madre de Dan Jeremeel Fernández Morán, desaparecido en Coahuila.
“Colectivo de Búsqueda de Personas Desaparecidas Córdoba-Orizaba, Araceli Salcedo Jiménez, madre de Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, desaparecida en Veracruz.
“Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco, Guadalupe Aguilar Jáuregui, madre de José Luis Arana, desaparecido en Jalisco.
“Colectivo Solecito Veracruz, Lucía Díaz Genao, madre de Luis Guillermo Lagunes Díaz, desaparecido en Veracruz”.
Pero para el Presidente electo todo esto tiene una explicación:
“Todo esto que desgraciadamente ha sucedido tiene desde luego una explicación. No voy ahora a tratar el tema de fondo, nada más decir que la violencia en México se desató porque de 1983 a la fecha se apostó por un modelo económico llamado neoliberal que no es más que neoporfirismo.
“Es lo que se padeció durante los 34 años de la dictadura porfirista, se reestableció ese modelo, se reeditó para beneficio de un pequeño grupo a costa del sufrimiento de la mayoría de la gente. Eso es lo que ha originado todo este dolor y toda esta violencia”.
“Todo esto que desgraciadamente ha sucedido tiene desde luego una explicación. No voy ahora a tratar el tema de fondo, nada más decir que la violencia en México se desató porque de 1983 a la fecha se apostó por un modelo económico llamado neoliberal que no es más que neoporfirismo. Es lo que se padeció durante los 34 años de la dictadura porfirista, se reestableció ese modelo, se reeditó para beneficio de un pequeño grupo a costa del sufrimiento de la mayoría de la gente. Eso es lo que ha originado todo este dolor y toda esta violencia”.
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