¿Un honesto líder petrolero al relevo?

La Grilla en Tabasco.

En la mañana del 10 de enero de 1989, militares y agentes federales allanaron la residencia de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, en Ciudad Madero. En otros operativos se apresó a 30 dirigentes seccionales del sindicato petrolero, pero se dejó a salvo en especial a dos: Sebastián Guzmán Cabrera y el poderoso cacique de la sección que dominaba en el área metropolitana de la capital del país: Carlos Romero Deschamps.

El suceso conocido como el quinazo, se propagandizó como un gran “campanazo” de Carlos Salinas de Gortari. Meses más tarde, a través de la manipulación de la disidencia magisterial, también se ofreció la cabeza de Carlos Jonguitud Barrios. Tal como pasó poco antes en el sindicato petrolero, el gobierno impuso como substituta a otra cacique: Elba Esther Gordillo. Con los líderes de ese otro movimiento de supuesta ruptura, Salinas fundó el Partido del Trabajo.

Guzmán Cabrera asumió la secretaría general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y dispuso de cuatro años para ejercer como “líder charro”, siempre presumiendo su Rolex “rey midas” como prueba de opulencia.

A La Quina y asociados se les fincaron diversos delitos. Incluso se le culpó por la supuesta muerte de un agente del Ministerio Público Federal a manos de sus guardaespaldas, durante la captura. En 1997 recibió amnistía y murió en 2013. Carlos Romero se quedó en el cargo 26 años, hasta su renuncia este miércoles, celebrada por muchos como si lo que sigue fuese, en automático, la democratización del más poderoso sindicato del país.

Más allá de que se trató de un golpe publicitario, Hernández Galicia cayó no por los delitos por los que se le condenó ni para sanear al sindicalismo mexicano, sino por haber apoyado tras bambalinas a Cuauhtémoc Cárdenas y al movimiento social sobre el cual nació el Partido de la Revolución Democrática, precedente directo de MORENA.

Todavía hoy se pavonean muchos líderes charros de aquella época, como Francisco Hernández Juárez, quien en 1976 llegó a la secretaría general del Sindicato de Telefonistas, con la bandera de democracia y demás linduras. Ha sido mañoso, juega bien sus cartas en los vaivenes sexenales y mantiene un bajo perfil. Es intocable amo y señor de los fondos sindicales. Todo un sobreviviente, como también lo es Joel Ayala Almeyda, del sindicato de la Secretaría de Salud.

El dirigente petrolero que anunció su renuncia, ya era multimillonario hace 26 años. Hay que recordar que merced a la autonomía sindical garantizada por la Constitución, los líderes charros a nadie rinden cuentas. Sí existe una comisión interna responsabilizada de ello, pero al frente está siempre un incondicional.

El gobierno federal informó en días previos que Romero se encuentra investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda. No obstante, no hay cargos en su contra. Al menos no aún.

Su renuncia abre varias interrogantes: ¿Negoció su salida? ¿De dónde saldrá un “honesto”, el “intachable” personaje que pastoree a los petroleros luego del proceso interno de renovación? Hay que ser en verdad ingenuo para creer que emergerá alguien de la nada y se permitirá el libre juego, al seno de una organización gremial en donde se requiere tener garantías de que se puede contar con un control firme por tratarse de un sindicato estratégico.

Tuvimos oportunidad de tratar un poco a Joaquín Hernández Galicia y su incondicional secretario general Sebastián Barragán Camacho. Al principio los vimos simplemente como vulgares sinvergüenzas. Un día, en una asamblea sindical en Ciudad Madero a la cual acudí como reportero de Excélsior, observé por primera vez la idolatría en torno de La Quina y su real liderazgo.

Ese cacique lo mismo desaparecía del mapa a sus adversarios, que era receptivo y hasta paternal con sus agremiados. Eran tiempos distintos, claro está. Pero no lo quitó Salinas por ser pillo.

En Tabasco, todo aquello trajo como secuela la salida de Andrés Sánchez Solís, otro hombre que a la vez podía ser ángel y demonio, y sus sucesores han sido peores. ¿Será acaso que se les acabó la suerte a los multimillonarios Pilar Córdova y Jesús Zamudio, entre otros? Veremos.

Twitter: @JOchoaVidal

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