El mejor día del Gobierno
Indudablemente el 10 de diciembre será recordado como el mejor día del primer año del gobierno de la autodenominada “IV-T”.
La firma de un agregado al acuerdo original para normar las relaciones comerciales trilaterales entre Canadá, Estados Unidos y México, fue presentado con una inaudita habilidad por la cancillería mexicana, como si se tratara de un éxito continental, cuando en verdad fue la aceptación de enmiendas sobre lo ya acordado, para darle espacio a los caprichos y necesidades de los otros firmantes, especialmente los estadunidenses.
Pero es una de esas ocasiones en las cuales la escenografía mejora la narración. Todos aplauden un acuerdo sin saber siquiera los términos de lo acordado. Bastó cambiar un par de palabras para disimular las intromisiones norteamericanas en la vida sindical de México y en la organización industrial de este país.
No importa, se trataba de sacar las cosas adelante aun cuando ni siquiera se conociera el cabal contenido de ellas.
Y en cuanto a los componentes menores para la industria automotriz y las demás imposiciones, no queda sino esperar los resultados posteriores.
Si Donald Trump amenazó con dinamitar el TLC-NAFTA por nocivo y lesivo para su país; si lo denunció como ventajoso para México, y a cambio de él se ha creado uno nuevo a su gusto y aprobación, eso quiere decir simplemente cómo se han invertido los términos: este nuevo acuerdo es provechoso y útil para quien en el anterior veía esas ventajas hacia el otro firmante, o sea, México.
El tratado TEMEC-II, como debería conocerse, fue recibido con la bendición de Donald Trump, lo cual hizo felices a los mexicanos, como si automáticamente la dicha americana se debiera traducir en la complacencia y alegría nacionales.
Si la metrópolis es feliz, las colonias hacen fiesta.
Pero lo importante es la percepción. Cuando se firmó el TLC, Carlos Salinas se puso a cantar el Himno Nacional en cadena nacional. Hoy, ante este nuevo triunfo de la globalización neoliberal, México exhibe la elegante severidad del Palacio Nacional, sede histórica del poder nacional.
Pero si eso no fuera suficiente para el día más dulce de estos doce meses recientes, como un enorme viento oxigenado en la materia más sensible (junto con la economía ahora estimulada por la certidumbre del Tratado), la inseguridad, el gobierno americano (ahora se sabe el motivo de la visita de William Barr, el guadalupano) le regala al Presidente una pila de agua bendita con cuyas aguas podrá asperjar a los demonios de toda crítica y exorcizar los diablos de la inconformidad o la duda sobre su estrategia.
A partir de ayer, nadie podrá decir nada a favor de los antiguos responsables de la seguridad pública en este país: su cabeza está siendo procesada en Estados Unidos por narcotráfico. Nada más.
Muy lejos quedan los días (marzo 2009) cuando esto era noticia:
“…La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, recorrió las instalaciones del Centro de Mando de la Policía Federal Preventiva en la delegación Iztapalapa.
“…Una célula del grupo de operaciones especiales de la Policía Federal realizó una operación antiterrorista para el rescate de rehenes en una aeronave de la corporación, que fue registrada también en busca de artefactos explosivos.
“El operativo duró pocos minutos y resultó exitoso. Éste fue el simulacro de exhibición presentado a Hillary Clinton, secretaria de Estado norteamericana, durante su visita al Centro de Mando de la Policía Federal Preventiva.
“En el recorrido, en el que abordó una patrulla pick up, acompañada de Genaro García Luna, titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal, Hillary conoció la instalación policiaca ubicada en Iztapalapa y donde fue testigo de esta exhibición, para después trasladarse al hangar de la corporación…”.
Hoy de la PF no queda nada. Su promotor y comandante está tras las rejas en Estados Unidos; su personal, descalificado y errante y algunos de sus integrantes convertidos en manifestantes callejeros cuyos bloqueos y protestas no les han servido para nada.
¿Quién podrá hoy criticar al gobierno actual sin esperar por la respuesta de fracaso ante las evidencias pretéritas?
Hoy el Presidente se puede vanagloriar de no haberse equivocado en su diagnóstico. La corrupción ha dejado de ser nada más una bandera.
¿Quién tendrá cara para decirle ahora no? Nadie.
Si Felipe Calderón era hasta hace unos días el enemigo histórico del Señor Presidente, quien no le perdona el fraude electoral (según él) de 2006, vamos a esperar hasta dónde salpica la mierda desde el ventilador de la DEA y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
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