Dos, tres meses más…

La Grilla en Tabasco.

El 2019, contrariamente a lo que se creyó, fue un año muy malo para Tabasco. En décadas, uno de los peores que se han vivido en la economía, en las participaciones federales que recibieron los ayuntamientos. En rubros como desempleo y falta de oportunidades de superación. Continuó imparable la delincuencia. A la fecha, hay impunidad para ex funcionarios corruptos.

La expectativa ciudadana de ver a Arturo Núñez sentado en el banquillo de los acusados no iba a cumplirse. El sector salud continuó en paupérrimas condiciones. Carreteras estatales y federales, destrozadas. “Bachelandia”, capital de un estado en el que cuando hubo suficiente presupuesto no se resolvieron los problemas de drenaje y agua potable con visión de futuro.

Desde septiembre se supo que el Presupuesto de Egresos de la Federación contempló un apretón de austeridad no precisamente republicana sino más bien de sacrificio de dimensiones históricas. Se nos quiso alentar con la esperanza de que la refinería de Dos Bocas y el proyecto del Tren Maya nos conducirán a un estatus de desarrollo nunca antes visto.

Ya en 2020, ubicados en los peores indicadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, algunos quisieron pensar que quizá hacia un poco más allá de la mitad del sexenio comenzarían a cosecharse los frutos del sacrificio mayor.

Por desfortuna, en las primeras semanas de enero, conforme estaba disponible la información sobre la creciente nueva epidemia, sin ser expertos en el tema se pudo vislumbrar, temer, sacar conjeturas acerca de qué sucedería si la nueva generación de coronavirus llegara a esta parte del mundo; a un México con sistema de salud y seguridad social que adolece de terribles deficiencias, además de profunda desigualdad social, frágil paz social y, para colmo, en una sociedad dividida y sistema institucional débil.

En enero, de cualquier manera, ya se nos había hecho tarde para prepararnos a fin de enfrentar al monstruo y alcanzar condiciones que nos permitieran no solo ganar la batalla sino, además, poder capotear la tormenta que vendría después. Y no: nunca nos preparamos. Nunca estuvimos listos.

Hoy, casi a mediados de abril, en el contexto nacional y local lo único que podemos hacer es encarar este problema y lo que peor que está por venir, con mucho carácter, con actitud de sobrevivientes; sin margen alguno que nos permita cerrar los ojos ante la verdad y creer fantasías. Pero también sin ánimo derrotista.

De antemano hemos sabido que los gobiernos son efímeros y que una cosa es lo que se dice en campaña y otra enfrentar la realidad del ejercicio gubernamental, la que se integra por rezagos en los más diversos rubros; imposibilidad real de ponerle fin en tres, seis, nueve, doce años al desorden, la corrupción, la incapacidad, la mentira, la demagogia, el abuso, la manipulación.

El COVID-19 continúa extendiéndose en nuestro entorno. El gobierno federal ha reconocido que los datos que divulga corresponden a lo que en el lenguaje de los epidemiólogos se denomina “modelo centinela”. Y pueden ser, calculan, diez veces mayores. Quizá más.

No tiene caso, entonces, torturarnos, hacernos más daño en nuestra psiquis, al estar pendientes del reporte cotidiano de contagios confirmados y decesos. Ya cada uno de nosotros sabe lo que sí debe hacer y que, lamentablemente, no todos pueden, con el propósito de ponernos a salvo.

Se trata de una situación terrible para una nación cuyo 80 por ciento o más de habitantes vive del dinero que consigue en el día a día y que se ve en la imposibilidad de quedarse en el resguardo total. En contraste, no es válido, no es humano, que a priori se descargue la frustración social sobre individuos y familias que cuentan con mayores recursos y tienen los medios para cuidarse mejor, y eventualmente pagar lo que sea en hospitales privados.

No es el momento de repartir culpas ni de alimentar ese sentimiento de frustración. Es la hora de hacer cada quién su parte, en lo que pueda y hasta donde pueda. Mejor aún, si se tiene la posibilidad de ayudar a nuestros semejantes, de cualquier condición social y económica, en vez de alimentar odios.

Vienen tiempos más complicados. Basándonos en lo que sucede en otros países, podemos concluir que nos esperan dos, tres meses difíciles. ¡Insístase! ¡A resistir!

Twitter: @JOchoaVidal

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