Invitación al caos
El daño que el régimen encabezado –por lo menos, formalmente- por Claudia Sheinbaum Pardo le está haciendo al país es de proporciones incalculables.
La deriva autoritaria en la que la presidenta de la República decidió sostenerse en el inicio de su sexenio no solo significa la demolición del Poder Judicial y en consecuencia instantánea, de la división de poderes. Es la destrucción del estado de Derecho, con todas las implicaciones que eso tiene para la convivencia social en una nación asolada por la violencia.
Al negarse a acatar la suspensión que le ordena bajar del Diario Oficial de la Federación la publicación del bodrio de reforma judicial y entrar en un desacato abierto, la primera mujer presidenta opta por la vía del autoritarismo en lugar de la de las leyes. Porque en todo caso, cuenta con vías jurídicas para combatir la resolución si la considera arbitraria o que excede las atribuciones de la jueza de distrito de Coatzacoalcos que la emitió.
En lugar de eso, Sheinbaum amenazó con someter a juicio político a la juzgadora, la exhibió en su “mañanera reloaded” –otra prueba más de que no llegaron todas al poder, como reza la propaganda oficial, sino solamente las que pertenecen a su camarilla política- y simple y llanamente desobedeció el mandato judicial, rompiendo con eso el orden constitucional y metiendo al país en un brete autocrático, en el que la voluntad del poderoso está por encima de cualquier estamento legal. Literalmente, fue su “no me vengan con que la ley es la ley”, digno de una república bananera y no de un Estado democrático.