Palabras prohibidas
En el ya lejano año 1976, cuando Luis Echeverría le iba a entregar el poder a José López Portillo, la crisis económica y el ahora llamado malestar social hicieron crisis con la dramática devaluación del peso, cuya estable cotización de doce pesos con cincuenta centavos acompañó los mejores años del desarrollo estabilizador. Esa crisis le abrió la puerta a un invitado indeseado e indeseable: el rumor.
Y la máxima expresión de la murmuración, era la inminencia de un golpe de Estado, el cual los militares habrían comenzado a preparar desde el lejano año de 1968.
La devaluación era la síntesis de todo el descontento y la rumorología generaba algunos efectos de la autoprofecía: había escasez por acaparamiento, en varios productos, había larguísimas filas en las gasolinerías y temor en muchas mentes.
En esas condiciones era necesario hablar públicamente del asunto. Y como no había, en ese tiempo, espacio superior al programa de TV, 24 Horas, de Jacobo Zabludovksy (meses antes yo había salido de Excélsior” por razones sabidas y comunes, decidí saltar las trancas y sin autorización ni aviso, me colé en una ceremonia fuera de mis responsabilidades y como decíamos antes los reporteros, “invadí las fuentes” de un compañero.
Echeverría iba saliendo del Teatro Hidalgo. Yo lo conocía desde la Secretaría de Gobernación. Había viajado en su comitiva de prensa a Oriente Medio y Europa y la seguridad me miraba con familiaridad. Me acerqué al Presidente. Pude advertir que bajo la ropa llevaba puesto el chaleco de seguridad. A bocajarro, con una grabadora prestada, le pregunté sobre el golpe de Estado, “anunciado” para el 20 de noviembre, aniversario de la Revolución.
Sus ojos miopes y penetrantes me miraron con furia. Pero contestó:
—¡Eso es absurdo!— me dijo. Y me apartó con el brazo derecho.
Cuando regresé a Televisa, media hora después, ya se había armado el alboroto. Jacobo me miró con una disimulada aprobación, pero me reprendió por hacer las cosas fuera de orden. Como ahora (y como siempre), las llamadas desde la oficina presidencial no se habían hecho esperar.
—¿Tienes la grabación?
Le extendí el casete. La escuchó. Me invitó a esperarlo afuera y marcó el teléfono interno. Alcancé a escuchar:
—¿Emilio?
Esa noche la escueta respuesta fue presentada en el noticiario y como los mariachis, los rumores callaron.
Hoy ocurre algo similar, pero los rumores provienen del interior del gobierno. O al menos de las filas de sus jilgueros.
Pero más allá de la teoría, un tanto delirante, de una derecha conspiradora, fiel a las prácticas dictadas en el “manual” de Gene Sharp, y sus métodos de golpismo suave, la idea del cuartelazo ha sido traída a la primera línea de la discusión por el Señor Presidente quien se afirma inmune ante tal posibilidad, porque a diferencia de Madero (cuya persecución por la jauría sin bozal precedió y auxilió a los traidores huertistas), él cuenta con un amplísimo respaldo popular.
Esto han dicho los teóricos del golpe suave ahora desmentidos desde la cima:
“ (La jornada).- Una investigación realizada por el Canal 6 de Julio, ha encontrado indicios de que la extrema derecha ha puesto en marcha una estrategia para intentar dar un “golpe suave” —o “golpe de Estado blando”— en México en contra del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador…
“…Todo esto puede sonar a teoría de la conspiración, pero ni siquiera se trata de algo oculto. Todo el método para desestabilizar se puede consultar abiertamente en internet”, dice el director del Canal 6 de Julio, Carlos Mendoza Aupetit”.
Y por loco como parezca, hay muchos devotos de la 4T repitiendo —sobre todo en canales públicos de TV, en programas recientes— esta absurda especie del golpe cibernético. Y tras esto el tuit del Señor Presidente:
“(REFORMA).- El Presidente Andrés Manuel López Obrador rechazó la posibilidad de un golpe de Estado en el País y aseguró que México no es ‘tierra fértil’ para genocidios.
“A través de su cuenta de Twitter, el Mandatario enalteció la figura de Francisco I. Madero y aseguró que, a diferencia del expresidente asesinado tras un golpe de Estado de Victoriano Huerta, él tiene el respaldo de una mayoría justa que no permitiría que eso ocurriera.
“¡Qué equivocados están los conservadores y sus halcones!”
Si la tesis del golpe suave suena disparatada y poco seria, las palabras presidenciales sí son importantes, sobre todo después del discurso del general Gaytán Ochoa, quien le dio voces al secreto peor guardado de nuestra historia.
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