¿Y LA ESCOBA DE AMLO?

La frase de AMLO “Limpiaremos el gobierno como se barren las escaleras” (de arriba para abajo), se quedó en el tintero.

Solo fue una estrategia política, una llamarada petatera, una reacción y actitud efímeras.

Tengo plena seguridad que López Obrador, jamás ha tenido en sus manos una escoba ni para limpiar el basurero (un auténtico relleno sanitario) que dejó en el Paseo de la Reforma cuando lo “secuestró” en 2006, tras una contienda electoral polémica.

El objetivo consistía en enfrentar este flagelo (al igual que a la impunidad), pero su conducta enfermiza de estar siempre en campaña, lo alejó de cumplir esa graciosa promesa.  

A 6 días de la gran contienda electoral, el tabasqueño sigue imaginándose adversarios y traidores en su entorno; de cerca y de lejos (como Don Quijote y los Molinos de Viento). Los descalifica y los incrimina de magnificar la violencia.

Finge lo que no es.

Domina el arte de la simulación e insolencia.

Nadie como él.

Con destreza se zafa del contratiempo y con una soflama manipuladora, revierte la conflagración.

Evade sin escrúpulos la controversia.

En cada mañanera ofrece un espectáculo de excesiva habilidad y ocurrencia.

Produce, artificialmente, efectos de apariencia maravillosa e inexplicable.

Insulta, descalifica, agrede como si él fuera puro y honesto.

El pensador y filósofo italiano Norberto Bobbio, decía: “el fascista habla todo el tiempo de corrupción”, además “acusa, insulta, agrede como si fuera puro y honesto”.

“Más que corrupción, el fascista practica la maldad; es solo un criminal, un sociópata que persigue una carrera política”, sostenía.  

Nadie como el caudillo, el dueño de la verdad.

Siempre sale con chascarrillos y responsabiliza a otros con una engañifa a bote pronto que provoca perversas risitas de cercanos colaboradores, que ya conocen el viejo truco del “ilusionista”.

Es un vengativo perverso. Por eso Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, declinaron su aspiración presidencial y optaron por recibir miles de epítetos (recordatorios familiares), que caer en actitudes belicosas de su jefe para ser castigados y exhibidos políticamente.

Por tanto, su decisión fue Claudia Sheinbaum, la más disciplinada y habilidosa imitadora de sus embustes, expuestos con notable frialdad y rigidez.

Aunque muchos aduladores de la santa muerte lo rechacen, Xóchitl le pisa el Talón de Aquiles a la científica y, por momentos, los rebasa.    

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