LAS MENTIRAS
La costumbre de regímenes con vocación dictatorial, de
mentir a diestra y siniestra desde la impunidad del poder
público, toca hoy a la puerta de la democracia.
Durante décadas “el sistema político mexicano”, creado y alimentado desde el poder presidencial para preservar su hegemonía, hizo desfilar ante la sociedad la más variada serie de pretendidas soluciones para acabar con sus lacras mayores: la corrupción, la rapiña a costa de los recursos públicos, la pobreza creciente de las mayorías ante el enriquecimiento ilegítimo de una minoría, el culto al presidencialismo (parte sustancial de la farsa), la mañosa (no puede llamarse de otra manera) labor de zapa para quebrantar libertades y los atracos a nuestra frágil democracia, siempre asediada por ambiciones particulares.
El otro ariete de esta embestida es la “austeridad”.
Es lamentable admitir que los logros han sido menores ante la desbordante adversidad, derivada en todos los casos del abuso del poder presidencial, de subordinados corruptos o de funcionarios federales o estatales responsables del manejo escrupuloso y transparente de los recursos públicos.
Hoy se abre paso un peligroso asalto autoritario (uno más) a esos recursos, por encima de la ley. So pretexto de la lucha contra la corrupción, desde algunos estamentos del poder (particularmente del ejecutivo federal o de titulares de algunos ejecutivos estatales), la embestida es permanente. En casi todos los casos el procedimiento inicial es sembrar suspicacia, insinuar culpas sin pruebas, y después intervenir en supuestos o reales “cotos de impunidad”, siempre con un objetivo: manos libres al que así se atreve a transgredir la ley.
El más reciente, la acometida en contra del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI), el Organismo Público Autónomo encargado de garantizar el acceso de las personas a la información pública y el acceso y protección de los datos personales, promover la cultura de la transparencia en la gestión pública y la rendición de cuentas.
Entre medidas de austeridad y la batalla contra la corrupción, han caído las estancias infantiles, la necesaria atención médica a numerosos casos de cáncer, particularmente infantil; los recortes de personal especializado en diversas disciplinas del sector público (enfermeras y médicos, por ejemplo); la campaña de suspicacias nada menos que en contra del Instituto Nacional Electoral; los montajes ridículos contra funcionarios o ex funcionarios para que sirvan de “escarnio” (el diccionario nos dice que escarnio es “la burla cruel cuya finalidad es humillar o despreciar a alguien”, pero para los cuales no hay castigo, “solamente escarnio”; la impunidad con que escapó a la ley el Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín “el Chapo” Guzmán Loera, por órdenes del presidente de México; la escasez de respiradores y camas de hospital para atender la emergencia de salud por el Covid-19.
Y sin ir más lejos: la crisis de desempleo y de pobreza en que ha sido colocada la economía, ya castiga a pequeños y medianos empresarios, como lo advirtieron oportunamente especialistas en la materia. Acaso porque “no patentaron” la solución: invertir recursos públicos para a) evitar el cierre de fuentes de empleo; b) crear el seguro de desempleo (como tantas voces se ha sugerido), y c) aplazar o postergar Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya.
Aquí son pertinentes dos preguntas que han soportado la sordera presidencial: 1) ¿Por qué desatendió el presidente el oportuno consejo de seis secretarios de Salud para atender la crisis por el Covid-19?; 2) ¿Por qué se ha cerrado al clamor de miles de mexicanos de que se les ayude a no caer en el desempleo? “Simplemente tiene miedo de escuchar a quien no piense como él. Todos son enemigos. Si no están con AMLO están contra él”.
Entre los ejemplos más relevantes de este “estilo de gobernar”, está la costosa maquinación para dar marcha atrás a la construcción del que sería nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM): cuando se paró la obra ya se habían invertido alrededor de 5 mil millones de dólares; para concluirlo se calculaban otros 8 mil 300 millones de dólares más o menos… y liquidarlo acabará costando más de 9 mil millones de dólares. El cambalache fue por la construcción de una nueva y costosa terminal en la base aérea militar de Santa Lucía (AIS): costará 172 mil millones de pesos, casi cinco mil millones más de lo previsto para el AICM.
El Tren Maya costará 321 mil 384.8 millones de pesos (mdp), casi 17 mil 500 mdp más de lo originalmente previsto en enero del año 2020, según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), al 5 de octubre pasado.
En palabras del propio director general de Pemex, Octavio Romero Oropeza, la tercera obra magna del actual jefe del Ejecutivo, la nueva refinería de Dos Bocas, Tabasco, costará por lo menos 11% más de lo proyectado originalmente: un total de 8 mil 900 millones de dólares, que superará los 8 mil millones de dólares originales, previstos al principio de la obra.
A lo anterior se suma ahora el sistemático uso de la mentira en la vida pública de México. Peor que eso: se trata de lo que la filósofa judía Hannah Arendt (1906-1975) definió con claridad: “A diferencia de otras formas de gobierno tiránicas, en las que la mentira, engaño u ocultamiento es una estrategia deliberada para mantener el orden o sacar provecho personal, la mentira totalitaria busca hacerse pasar por verdad”.
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