La ruina progresiva del Senado
Ya no tiene caso ahora preguntarnos, como se hacía en otros tiempos, cuando el edifico de Xicoténcatl era una especie de dorado refugio para paquidermos de la política, ¿qué hacemos con el Senado? ¿Lo vendemos? ¿Lo cerramos?
No; hoy nos deberíamos mejor preguntar, ¿cuándo decidimos convertir este cuerpo legislativo de la deshonra por innobles conveniencias partidarias y sucias maniobras políticas?
Arbitrariamente pongo un punto de partida ruin para la progresiva degradación del Senado, la cual vemos con fulgor reciente en la burda maniobra del “gobernador-senador-gobernador-senador” Manuel Velasco, a quien mucho le debe, de seguro, la promoción transformadora de nuestra cuarta etapa histórica, como para permitir, fomentar y aprobar el sainete de anteayer por la tarde.
Pero vayamos por la fecha del inicio, la cual pasa también por el Partido Verde. Entre 1998 y 1999, para evitar un juicio político contra Roberto Madrazo, cuyas evidencias de inmoderado gasto electoral escandalizaban a cualquiera, Arturo Núñez, coordinador de los diputados priistas en la Legislatura LVII, recurrió a un soborno constitucional: bajar la edad mínima para ser senador.
Eso valió el voto del joven Jorge Emilio González, quien fue —por esa impúdica razón— el senador más joven en la historia del país.
Vale la pena ahora recordar a algunos personajes de ese tiempo: Santiago Creel, a quien Madrazo le tiró un parche de telenovela en la cara, como lo usaba en la cuna de lobos, su tía Catalina, gran personaje del escritor chiapaneco, Carlos Olmos; Esteban Moctezuma, futuro secretario de Educación Pública en el gobierno de la anunciada Transformación, a quien Ernesto Zedillo echó del gobierno por su incapacidad en el manejo de ese conflicto y la negativa de Madrazo a pedir licencia, y Andrés Manuel López Obrador, presidente del PRD en Tabasco, quien con Juan José Rodríguez Prats inició el (hasta ahora) inacabado proceso de juicio contra Roberto.
Hoy el escándalo atraviesa nuevamente por el Partido Verde. Manuel Velasco juega malabares con la Constitución local y después manipula —gracias a su cercanía con ya sabes quién— al órgano legislativo, con el inmejorable auxilio de Ricardo Monreal, quien desde ahora comienza a desquitar el sueldo. Disminuido, pero desquitado, eso sí.
Sin embargo, eso no nos debería llamar tanto la atención. No es por nada, pero esta columna lo anticipó desde hace días. Reviso:
“Pero así como la democracia nos lleva a escenarios cuya vigencia debió destruir (o al menos para eso se le invocaba un día sí y otro también desde la Marcha por la Democracia, el Frente Democrático Nacional o el Partido de la Revolución Democrática), hay aberraciones legaloides de naturaleza ilegal.
“Ya no digamos inmoral, como la mascarada carnavalesca, digna de los “Parachicos”, con la cual el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, se ha convertido en un anfibio entre el Legislativo y el Ejecutivo bajo la obsecuente mirada del líder.
“Manuel Velasco (quien llegó al poder valido del PRI-Verde, ahora divorciado del agónico Revolucionario Institucional), manipuló la Constitución para lograr una “licencia- renuncia reversible” (posicionadora, diría el Doctor Chunga), y convertirse alternativamente en gobernador (hasta el 8 de diciembre), y senador (ahora mismo).
“Para eso contó con la presencia de una botarga de nombre “Willy” Ochoa.
“Todo esto con base legal, porque las manipulaciones a la Constitución de ese estado, convertido en banana town por Velasco y los suyos (como si no hubieran sido suficientes los innumerables interinos sustitutos y provisionales de su accidentada y grotesca historia), permiten pantomimas, descaros y trampas a la misma ley”.
Y eso fue lo ocurrido en el degradado cuerpo senatorial donde no se distingue lo huizachero de lo legaloide ni lo jurídicamente correcto de lo hábilmente maniobrero. Lo mismo pueden llegar “Dora, la secuestradora” o Irma Serrano, “Fru-fru”. Y luego, pedir permiso fácil, como “Juanito”. Es la misma escuela.
Registremos para la memoria:
“He sido legislador ocho legislaturas (Ricardo Monreal), nunca en la historia del Legislativo había visto un debate como éste, tan sinsentido, si lo es, y si en la Junta de Coordinación Política, donde tenemos voto ponderado lo acordamos, porque así lo acordamos en la Junta de Coordinación Política, porque sí subyace un asunto político, no lo podemos negar…”
INCENDIO
Nos habla Borges de “los arduos manuscritos que perecieron en Alejandría”, y hoy –en obvio lugar común—ya hay quienes escriben del incendio del Museo de Río como el equivalente contemporáneo de aquella biblioteca mediterránea, destruida por el fuego cuya intensidad devoró la obra de Hipatia, como las conchas de Cirilo abrasaron (con s), su cuerpo.
La única diferencia entre ambos reservorios del pensamiento, es la acumulación. En Alejandría se guardaba un pasado más reducido. En Río, hasta los dinosaurios fósiles conversaban con el presente desde su pétrea eternidad.
El incendio irresponsable dominó el paso del tiempo.
Destruyó los libros y las pinturas, se detuvo goloso en las alas de las mariposas muertas; y echó abajo los secretos momificados de los egipcios, alguno de los cuales, quizá, vivió en los tiempos de la biblioteca y el faro alejandrinos. El fuego, como una segunda estrella caída sobre el mundo, incendió hasta los huesos respetados lentamente por el tiempo.
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