La flor de la canela
Tal Cual.
“Jazmines en el pelo y rosas en la cara,
Airosa caminaba la flor de la canela
Derramaba lisura y a su paso dejaba
Aromas de mistura que en el pecho llevaba”
Bonita canción, Eric, pero no entiendo porqué me la dedicas. No soy yo, mi gobernador, -afirmó el segundón sonriente- es la gente, es tu personalidad arrolladora. Quiero decirte que soy el que más te admira, es más, te afirmo, viéndote a los ojos, que no pretendo sucederte, no podría llenar tus zapatos. Por lo menos durante tu mandato.
Pero es que algunos dicen muchas infamias, que no soy firme con la delincuencia, ya sabes, que si un grupo, que si otro. Yo de esas cosas no entiendo y dicen algunos periodistas, de esos a los que no se les da dinero, que todo es por la torpeza del primo de la jefa.
Nada Cui, nada. Son envidiosos. Beatriz nos mandó a un gran elemento, lo que pasa es que Huguito es, simplemente, un incomprendido.
El despertador sobresaltó al “ex-consentido” del presidente, sudoroso a pesar del frío Xalapeño. Se despabiló y se dirigió a la ventana de la amplia habitación. Corrió las cortinas y notó que estaban empañadas con algún elemento desconocido que le impidió ver hacia el jardín. Era como un espejo que le devolvió su imagen. Que raro pensó, que raro sueño, pero bueno, volvamos a la realidad, bonita ventana, que bien me veo en ella, eso sí.
Por la mañana, con la melodía de la flor de la canela en la cabeza, recibió el parte de guerra y se dio cuenta que esto, la violencia, aumentaba. Cerró los ojos y sólo acertó a mover la cabeza negativamente. Tal vez se dio cuenta que ser buena persona no es algo contagioso. Que te digan que eres honesto cuando se habla de que ríos de sangre corren por Veracruz, puede ser un lastimero y críptico sinónimo.
Debemos reconocer que el último sexenio en paz, verdadera paz social, fue el de don Miguel Alemán. Alejandro Montano era secretario de Seguridad Pública y en alguna ocasión platiqué con él más o menos en este tenor:
Mira Alberto, este asunto de la seguridad aparentemente es sencillo pero encierra un entramado muy complejo y tienes que hacer lo que se debe. Afortunadamente nosotros no llegamos financiados por ninguna banda y eso hace las cosas menos complicadas. Eso sí, don Miguel me dejó las manos libres, pero le reporto todo. Todavía hay mucho delincuente suelto -le reviramos-, sí, me contestó seguro de lo que afirmaba, sí hay, pero no matan. De eso se trata. Ya poco a poco iremos, con la educación, cambiando ese flagelo de los rateros, pero la paz se respira, no lo puedes negar. (Hasta aquí la plática en la que nos explicó el método, pero nos pidió no revelarlo. Hacemos honor a nuestra palabra)
De eso se trata, de apretar inteligentemente a los descarriados e ir preparando a las generaciones que vienen para que no descarrilen. Nueva York, por ejemplo, era una ciudad terriblemente violenta. Asaltos, muertes, luchas de pandillas. Se aplicó un método exitoso y, nos consta, desde entonces puedes pasear a las doce de la noche sin que nadie te moleste. Repetimos, de eso se trata. No es un asunto de flores, de fuchis y guácalas, de abuelitas deshonradas, de esperar buena voluntad y abrazos de los que se dedican a envenenar a la juventud y muchas veces a la niñez para garantizar su clientela. Los delincuentes, esos que les vale madre descuartizar vivos a sus víctimas, se ríen si los acusan con sus mamá, les importa un carajo que el gobernador sea buena persona y disfrute con adornarse el pelo o darse cuenta si el que debiera combatirlos, en su última visita a alguna zona comprometida, “derramaba lisura y a su paso dejaba, aromas de mistura que en el pecho llevaba”.
Ps. La vanidad opaca la transparencia de los cristales y los convierte en espejos que dejan ver, tristemente, sólo la parte intrascendente de las gentes vacías.
Alberto Loret de Mola
Periodista