«EL COCHINERO» DE CUITLÁHUAC

Algunos funcionarios del gabinete de Cuitláhuac García, jamás se ocuparon de leer a profundidad el Código de Ética de los Servidores Públicos y las Reglas de Integridad para el Ejercicio de la Función Pública.

Por lo mismo, nunca cambiaron conductas ni ordenaron la metodología de trabajo en beneficio de la sociedad veracruzana.

En cambio, se inclinaron por la arrogancia y soberbia. Se distrajeron en frivolidades y desmanes que muy pronto saldrán a la luz pública y que podrían causar escándalos y escozor políticos en perjuicio de la imagen gubernamental.

Los artículos 109, fracción III de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 5 de la Ley General del Sistema Nacional Anticorrupción y 7 de la Ley General de Responsabilidades Administrativas, establecen:

«Que la legalidad, la objetividad, el profesionalismo, la honradez, la lealtad, la imparcialidad, la eficiencia, la eficacia, la equidad, la transparencia, la economía y la competencia por mérito, son los principios qu rigen el servicio público».

Pero, la mayoría de los funcionarios se marearon muy pronto con el poder e ignoraron estos principios básicos. Caso específico el de su primo incómodo Eleazar Guerrero Pérez, ex subsecretario de Finanzas, que operó por su cuenta, con plena libertad y acordó directamente con el ejecutivo (rebasando al titular de la dependencia). Ambos conocen el verdadero desgarriate financiero.

El gobernador Cuitláhuac García, «un hombre honesto y bueno» (así lo llama su patrón AMLO; pero también lo ha reprendido: «tú tienes tache»), no se fajó bien los «machos» (borlas que cuelgan de los cordones que sirven para ajustar la taleguilla a las corvas del torero) en el traje de luces para salir como los grandes toreros.

Tuvo la gran oportunidad política para dejar un legado de respeto, eficiencia, honestidad y transparencia. Era suya, como dice mi amigo «El Perro Bermúdez», y la dejó ir.

Las oportunidades se presentan, casi siempre, una sola vez en la vida.

Es demasiado tarde para hacer una gran faena y es demasiado tarde para hacer una gran faena y tirarse a matar con decisión, para dejar el estoque en la empuñadura, hasta «tocar pelo» (la expresión no proviene de entornos sexuales sino del mundo de la tauromaquia).

No pudo evitar la intervención ambiciosa de cercanos subalternos que lo estropearon todo con tímidos capotazos.

Y, sobre todo, impedir tremenda «cogida» (herir o enganchar a alguien con los cuernos) por un astado de lidia como el «El Pajarito», de 503 kilos, que hace varios años saltó del tendido de la Plaza México causando pánico, terror y azoro entre los taurófilos.

Cuitláhuac ya no saldrá de la Plaza Política en una pieza, con orejas, patas y rabo del burel en sus manos.

Saldrá con una cara de vergüenza, si es que la tiene.

Se le fue el tiempo, pero llegó la mano firme que pondrá orden en la estructura gubernamental y limpiará el «cochinero» que dejarán los aficionados a la política.

En el régimen del «Bailarín enchipotlado» muchos «aviadores» y una ausencia total de transporte aéreo para pilotear.

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