Hacia un error histórico

La noche de este martes se consumó lo que en los hechos es el peor ataque a la división de poderes en México de los últimos 30 años, con la extinción de 13 de los fideicomisos con los que opera la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Bajo una falsa premisa –los supuestos “privilegios” de los integrantes del Poder Judicial que serían financiados con ese dinero-, el obradorato no solo instrumentó su venganza contra la Corte por todas las leyes que le ha echado abajo por inconstitucionales. Fue también la primera piedra de lo que llaman el “plan C” para desbaratar la autonomía de los poderes de la Unión si Morena y sus aliados sanguijuelas llegan a obtener la mayoría calificada en el Congreso de la Unión en las elecciones del año próximo. En total, el régimen le arrebataría al Poder Judicial alrededor de 15 mil millones de pesos, afectando gravemente su funcionamiento, pero también las prestaciones y derechos de los trabajadores, lo cual miserablemente los palafreneros del régimen han querido negar. Así lo explicó con gran claridad la oficial mayor de la SCJN, Gisela Morales, quien aclaró que esos fideicomisos no son privilegios, sino derechos y prestaciones de los trabajadores del Poder Judicial, entre éstos, las pensiones complementarias y apoyos médicos extraordinarios.

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¿Misión cumplida?

Finalmente, el pasado viernes Rocío Nahle García fue orillada a renunciar como secretaria de Energía del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, luego de varias semanas “dobleteando” entre su precandidatura a la gubernatura veracruzana y una responsabilidad pública que ya no atendía y que, en los hechos, jamás desempeñó con eficiencia, pues dedicó todas sus fuerzas al proyecto de la refinería Olmeca-Dos Bocas, descuidando todo lo demás. Fue el presidente Andrés Manuel López Obrador quien la tarde de este viernes, durante una reunión con funcionarios federales, el gobernador Cuitláhuac García y la propia Nahle sobre el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, hizo oficial la salida de la zacatecana de su gabinete. “Me presentó su renuncia Rocío Nahle, secretaria de Energía. Le agradecí por su apoyo y le deseo que tenga suerte en su legítima aspiración”, escribió López Obrador en sus redes sociales desde la ciudad de Coatzacoalcos. En respuesta casi inmediata, Nahle replicó el mensaje del presidente, señalando que “desde mi querido Coatzacoalcos!!! (sic) Gracias señor Presidente … (sic) es un honor estar con Obrador. ¡Misión Cumplida!”.

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Doblado por los militares

Junto con el desmantelamiento de instituciones públicas funcionales y la embestida contra la democracia y la división de poderes, el sometimiento del poder civil al militar será el peor de los legados que dejará el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Contra su fachada de gobierno supuestamente “progresista”, “humanista” y de “izquierda democrática”, el régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” es, en los hechos, militarista como pocos que se recuerden en la historia reciente del país. Y quizás, hasta de la más antigua. Los militares han concentrado todo el poder los últimos cinco años. Son ellos quienes controlan los puertos y las aduanas –donde están los negocios de a de veras en este país-, construyen y administran las obras “insignia” del obradorato, y se han llenado las alforjas con las ganancias que todo lo anterior implica. Son hoy más que nunca una élite dorada y, sobre todo, blindada contra cualquier clase de rendición de cuentas. Su labor primordial, la de defender la soberanía nacional, ha sido puesta en un predicamento. Por un lado, se han formalizado sus tareas de índole policiaca, lo que, si nos atenemos a las cifras –cerca de 170 mil homicidios dolosos en lo que va del sexenio y una violencia desbordada en buena parte del territorio nacional-, nada ha resuelto en México. Y por el otro, una parte de sus efectivos ha sido utilizada para servir a intereses extranjeros, en este caso los de Estados Unidos, para contener y perseguir migrantes desde la frontera sur de nuestro país. Denigrante por donde se le quiera ver.

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Hágase la paridad… en el puro discurso

La paridad en el acceso a candidaturas, puestos de representación popular y cargos públicos en general es sin duda uno de los logros más relevantes del movimiento feminista en materia política en los últimos años en México. Desde 2014, la paridad es un principio constitucional que consiste en que la mitad de los cargos de elección popular les corresponden a las mujeres. En 2020, se reguló el principio de la paridad en todo, con lo que ésta debe aplicarse en los tres poderes del Estado, en los tres niveles de gobierno. Lo cual incluye a los ejecutivos de las entidades federativas. Hace tres años, los partidos políticos –prácticamente todos- intentaron boicotear la paridad en todo desde el Senado y a través de sus representantes en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), bajo la pretensión absurda de que el principio solo era válido para cargos no unipersonales, es decir, para los congresos federal y estatales, más no para las gubernaturas, que implican el acceso a un nivel de poder –y de recursos- mucho mayor que el de los legisladores. Ello provocó una reacción de organismos de la sociedad civil que echaron a andar la estrategia “Gubernaturas Ya” -avalada finalmente por las autoridades electorales-, gracias a la cual los partidos fueron obligados a postular la mitad de sus candidaturas para mujeres, incluidas las gubernaturas que estuvieron en disputa en 2021. Fue así que seis mujeres fueron elegidas como gobernadoras de sus estados.

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A la oposición se le va el tren

En los últimos días, el oficialismo a nivel nacional y estatal se ha dado a la tarea de buscar imponer la narrativa de que la elección ya está definida y casi que no habrá poder humano que impida el triunfo del obradorato en los comicios del año entrante. Para eso, se han apoyado con diferentes encuestas, la mayoría “cuchareadas”, sesgadas, pero algunas otras serias desde un punto de vista metodológico. Prácticamente todas le dan una amplia ventaja a Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez, la cual se modifica un poco si se incluye en la ecuación a otros actores como el gobernador de Nuevo León Samuel García, o hasta al indefinido Marcelo Ebrard, que ni rompe con Morena ni se alinea con el régimen al que decidió servir, aunque ya no le sirva de mucho. La respuesta automática de los “xochilovers” ha sido descalificar las encuestas –varias, con sobrada razón- y a quienes les dan algún crédito, sin asumir lo que es una dura realidad: Claudia Sheinbaum la candidata del régimen, la elegida del presidente, lleva una ventaja que si no se reduce pronto, después será imposible de revertir. Precisamente ésa es la idea del morenato al buscar posicionar en el ánimo colectivo esa narrativa del “hecho consumado”: que el electorado opositor, ante un sentimiento de derrota, se desanime, se desmoralice y, principalmente, se desmovilice.

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Último año: viene lo peor

El próximo 1 de octubre de 2024, Andrés Manuel López Obrador entregará la banda presidencial a quien lo sucederá en el poder. Su sexenio concluirá unos meses antes de cómo había sido desde la década de los 30 del siglo pasado, pues la reforma constitucional de 2014 dispuso adelantar el cambio de estafeta de diciembre a octubre para acortar el espacio entre las elecciones, que se celebrarán el próximo 2 de junio de 2024, y la toma de posesión del titular del Ejecutivo. Queda pues menos de un año del actual sexenio y no se vislumbran horizontes esperanzadores. Por el contrario, lo que se puede palpar en el ambiente es el recrudecimiento de la violencia en todos los órdenes y que en lo político mucho tiene que ver con la desesperación por saltar al siguiente periodo en una posición de poder. El sexenio de López Obrador terminará como el más violento de la historia de México. En estos momentos se acerca aceleradamente a los 170 mil homicidios, a un ritmo que podría llegar sin mucho problema a los 200 mil para 2024. Una tragedia dantesca. Y sí, mucho peor que la de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto porque además, y como nunca antes, el crimen organizado domina y “gobierna” buena parte del territorio a fuerza de sangre, fuego y complicidades.

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Los amigos son de mentiras, pero los enemigos son de verdad

Conforme se acerca a su fin el sexenio, todos quienes en Veracruz han abusado del poder y usan para su beneficio personal los recursos públicos que manejan, buscan desesperadamente la manera de blindarse con un nuevo cargo, de preferencia con fuero, ante lo que pueda venir. Aun cuando en el morenato se sienten seguros de que habrá continuidad de la supuesta “cuarta transformación” –como si la votación de los ciudadanos solo fuese un mero trámite-, eso no querría decir necesariamente que a todos los vaya a cubrir la “cobija” de la impunidad, pues es sabido que los enfrentamientos internos son tan o más feroces que los que tienen con muchos opositores. El ejemplo más claro está en la puja por la candidatura a la gubernatura. Hablan de unidad de dientes para afuera, pero internamente se están despedazando por una nominación que hasta hace poco parecía que indiscutiblemente sería para la secretaria de Energía, Rocío Nahle.

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Tránsfugas y pepenadores

Mientras muchos de sus seguidores se creen completo el “cuento” de la “lucha contra la corrupción” del pasado y el consabido “no somos iguales”, Morena se llena de tránsfugas. Y de los de la peor ralea. Este sábado, su virtual candidata presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo, encabezó un acto proselitista en Sinaloa –que la autoridad electoral debería estar contabilizando y sancionar- en el recibió gustosa la “adhesión” de 54 ex priistas de ese estado, entre ellos incluso el ex campeón mundial de boxeo Julio César Chávez. El mismo que presumía con orgullo su priismo en sus años de gloria y hasta desfiló una vez por las calles de la Ciudad de México para celebrar una victoria con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. El “innombrable”, como solía llamarlo Andrés Manuel López Obrador. Los morenistas sinaloenses –seguramente muchos de ellos realmente convencidos del discurso de la “transformación” y “moralización” de la vida pública del país que enarbola, de dientes para afuera, el obradorismo- no tomaron a bien la “bienvenida” a quienes hasta hace muy poco tildaban de corruptos, muy probablemente con toda razón, y los abucheos retumbaron en un salón facilitado para la reunión por otro priista, el dirigente del Sindicato de Trabajadores al Servicio el Estado de Sinaloa, Michel Benítez.

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La UV y el “patiño” tembloroso

En marzo de 2016, la entonces rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón de Guevara, encabezó la que hasta la fecha es considerada como la marcha más grande en la historia de la casa de estudios. Bajo el lema “Por la Defensa de la Universidad Veracruzana y la Educación Superior”, más de 51 mil personas -entre las que se agrupaban no únicamente integrantes de la comunidad universitaria, sino muchos ciudadanos de a pie- marcharon simultáneamente en nueve ciudades del estado y abarrotaron el centro de Xalapa. ¿El motivo? Exigir al sátrapa que gobernaba Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, que su administración pagara sus adeudos con la Universidad Veracruzana, que en ese entonces ascendían a más de dos mil millones de pesos y que se había negado a cubrir reiteradamente. Ya se habían robado todo el dinero de las arcas estatales.

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El garrote, la especialidad de Cuitláhuac

A estas alturas del sexenio, está de más recordar que alguna vez Cuitláhuac García Jiménez fue un activista político y social que parecía comprometido con causas justas. Claramente, si eso fue real en un momento de su vida, no existe más. En lo que se ha convertido, totalmente ebrio de poder, es en uno de los gobernantes más autoritarios de todo el país, e incluso de la historia del estado de Veracruz. Obtuso, ignorante y acomplejado, Cuitláhuac García Jiménez parece disfrutar su papel de represor, en particular de quienes considera enemigos. Pero también de los más indefensos, de los que se atreven a demandar, casi nada, que cumpla con la responsabilidad que él mismo buscó tener cuando pidió el voto hace cinco años. Este martes, pobladores del municipio de Naranjos, al norte de la entidad, fueron desalojados con violencia por policías estatales, luego de mantener bloqueada la carretera federal 180 y después, ante la indolencia gubernamental, la caseta de la autopista Tuxpan-Tampico. Lo que los manifestantes pedían desde el lunes, sin que nadie les hiciera el mínimo caso, era la cobertura de un derecho humano básico: agua. En su lugar, recibieron del gobierno estatal gas lacrimógeno, macanazos y varios de ellos, ser refundidos en una cárcel.

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