Ajustar relatos
En elecciones previas, el relato dominante entronizaba a partidos y organismos autónomos, y minimizaba lo hecho por la sociedad. Es necesario redistribuir los protagonismos.
Ricardo Anaya se presenta como víctima de la ofensiva gubernamental y hay elementos para sustentarlo. Lástima que su calidad de víctima de la inquina oficial no se refleje en las intenciones del voto a su favor. Una posible causa estaría en que su personalidad no conecta con audiencias y auditorios; es probable que también influya una carrera con arreglos financieros poco claros, alianzas con impresentables, acusaciones de traición y duplicidades lanzadas por correligionarios de su partido.
En una de sus columnas, Ricardo Raphael lo sintetiza de la siguiente manera: “Anaya no logró defenderse con contundencia” sobre su participación en “un negocio inmobiliario cuantioso… donde está involucrado el señor Manuel Barreiro”. Eso lo “puso en una situación vulnerable que sus adversarios han utilizado sin piedad”. Comparto su opinión después de revisar las explicaciones de Anaya.
Lo arraigado de la percepción quedó demostrado después del segundo debate. Anaya dejó Tijuana con un apodo que se le ha pegado como incómoda sanguijuela. El “Ricky, Riquín, Canallín” que le clavó López Obrador y que ha tenido variaciones como la de “Anayín, canallín”, “vulgarcín, raterín”, etcétera. Siempre en diminutivo como si se tratara de un joven delincuente lo cual, es obvio, empaña la autoridad y legitimidad que busca proyectar quien aspira a la Presidencia. Hasta aquí me he referido a los dimes y diretes de quienes viven en la jungla política. La sociedad también ha pesado.
He vivido y estudiado las elecciones presidenciales desde 1988. Las de este año, se distinguen por la calidad de la información y la finura de los análisis. La mayor parte de los hechos confiables han sido producidos y pagados por instituciones de la sociedad. En 1988 las encuestas fueron escasas y constreñidas a las grandes ciudades, además de que los medios de comunicación estaban controlados y al servicio del candidato Carlos Salinas de Gortari. En 2018 hay una multitud de sondeos de opinión, algunos de gran profesionalismo.
Otro de los aportes de este año es #Verificado2018. Notable que 89 medios, universidades y organizaciones de la sociedad civil unieran esfuerzos para revisar la veracidad de lo dicho por los candidatos. Revisamos la clasificación que hace #Verificado2018 y establecimos que Ricardo Anaya tiene el primer lugar en afirmaciones “engañosas”, “falsas”, “no se pueden comprobar”, “casi verdaderas”, “no exactas”, “verdad a medias” e “imprecisas”. El panista encabeza la lista con 29 incidentes, seguido por AMLO con 19, Meade 17 y “El Bronco” 14. Sería otra forma de confirmar la percepción tan generalizada de que Anaya se toma excesivas libertades en sus afirmaciones.
Esa información de calidad facilita el trabajo de los analistas que desmenuzamos y contextualizamos la información que ponemos a disposición de quienes quieran tomarla en cuenta. En el término “analistas” incluyo a los centenares de miles de personas que utilizan las redes sociales para puntualizar, debatir, aportar. Esa parte de la sociedad está supliendo a las autoridades electorales, quienes se esmeran en no importunar con preguntas o investigaciones incómodas a los partidos que los pusieron en el cargo. En el otro extremo están quienes utilizan las redes para difamar, insultar o mentir por convicción o consigna.
Cierro el texto con dos conclusiones. La primera es que los candidatos tienen una intención de voto que refleja sus aciertos y errores y los de los partidos que los postulan. Anaya es el caso más dramático, porque sus verdaderos problemas empezarán el dos de julio. Hasta la corrupta política mexicana tiene reglas no escritas; Jorge Castañeda, coordinador de la campaña del panista, dio en el clavo al decir que llegó hasta donde está porque se “jodió a todos”. Los agraviados preparan el ajuste de cuentas. La segunda es que debemos valorar mucho más el papel jugado por medios, universidades, organismos empresariales y sociales y ciudadanía. Hay que ajustar los relatos para repartir medallas y responsabilidades de manera más equitativa. Es de elemental justicia.
Twitter: @sergioaguayo
Colaboró Mónica Gabriela Maldonado Díaz