Regresa la cofradía de Duarte
PLANA MAYOR
Increíble, absurdo y aberrante.
Los partidos políticos impusieron candidatos a cargos de elección popular manchados por la corrupción, nepotismo y vulneración del estado de derecho.
Una tarjeta de pésima reputación que pasa por encima del lema bananero deontológico y doctrinario de «no robar, no mentir y no traicionar”. Los morenistas y sus satélites, que deberían de ser los primeros en acatarlo, son los primeros en violarlas.
Morena se retroalimentó de la bazofia y de las lacras sociales para poder retener la mayoría de las diputaciones federales, locales y hacer malabarismos para arrebatarle la tercera parte de las 212 alcaldías en poder del PRI, PAN y PRD en Veracruz.
Esto, por supuesto, es una entelequia. Los errores y horrores que ha cometido el morenista Cuitláhuac García con su mediocre equipo de gobierno, se reflejarán en las elecciones del primer domingo de junio.
La impresionante inseguridad pública, desempleo, nepotismo, el negocio redondo de las licitaciones directas, el jineteo de los recursos de la deuda histórica con proveedores y la corrupción, que tanto criticaba Cuitláhuac de sus antecesores del PAN y del PRI, no “es igual”, es peor. Una cachetada.
Morena llegó al poder del Palacio de Gobierno para limpiar a las instituciones públicas -hoy convertidas en burdos entes bananeros- de la hidra de la corrupción, pero hoy estamos ante un cómplice abyecto, un simulador. Un casto, pero de lengua.
El flamante Némesis de Veracruz en ningún momento ha abordado el tema del Duartegate en sus tratados de monserga -el caso Javier Duarte y su cofradía que se robaron 60 mil millones de pesos del erario público estatal-, eventos públicos o en los conciliábulos morenistas.
No se percibe la dinámica del gobierno estatal para presionar a la FGR la captura de los truhanes que vaciaron las arcas del Gobierno del Estado. Y lo dejaron en ruinas.
En ningún momento, el titular del Poder Ejecutivo local impugnó, por la vía de la fiscal general, las postulaciones a diputados federales de los priistas y peones del sentenciado Javier Duarte, que están relacionados con el peor saqueo de la historia en la entidad: el Duartegate.
Haciendo campaña proselitista con las banderas de la coalición PRI-PAN-PRD “Veracruz Va” y del sórdido PVEM, buscan el voto el extitular de la SEV, Adolfo Mota Hernández, por el distrito rural de Xalapa; Américo Zúñiga Martínez, que padeció miopía transitoria como diputado local y presidente de la Comisión de Justicia y Puntos Constitucionales, va por el distrito urbano de Xalapa.
Y el extitular de la Sedeso, exdirigente estatal del PRI y de la Coordinación General de Comunicación Social, Alberto Silva Ramos, por el PVEM, como candidato a la alcaldía de Tuxpan. Tanto Adolfo como Beto tienen abiertas varias carpetas por corrupción por la FGR.
En el caso del novel joven Américo, es señalado de ser uno de los peones de Javier Duarte cuando despachó como secretario del Trabajo, apadrinado por su extinto padre Guillermo Zúñiga Martínez.
Sin la mínima presión del anodino gobernador, ni de la FGR, los emisarios del duartismo realizan sus actividades proselitistas como si fueran los discípulos de la madre de Calcuta. Es el regreso de una parte de la cofradia duartista con toda impunidad. Un oprobio para el imaginario colectivo.
Pero ante el Waterloo que se avecina en Veracruz para las tribus sórdidas de Morena, el modosito gobernador ha orquestado la sevicia contra los candidatos a las alcaldías de la coalición “Veracruz Va”, bajo argucias legaloides.
¿Por qué la diferencia? ¿Por qué Adolfo y Beto no son molestados? ¿Acaso se impone el pacto Cuitláhuac-Duarte? o ¿Duarte-AMLO? ¿Quién sabe? Lo que ocurre entre estos personajes y la cuatroté se verá reflejado en las elecciones del primer domingo de junio.
Está vez la narrativa en Veracruz no será un aplastante tsunami de Morena, sino un histórico Waterloo. Será la noche más triste para el tlatoani de la república bananera y su fiel títere de la entidad. ¿De acuerdo?
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