¿Esperamos un milagro?
La Grilla en Tabasco.
Opinión generalizada es que los principales problemas de este país son la corrupción y la inseguridad. Ello motivó a los votantes el año pasado. Sin soslayar la gravedad que ello posee, nos parece que lo más terrible es la desigualdad social:
El empobrecimiento crece y se subdivide en miseria absoluta y antes que eso en individuos que viven en hambruna permanente porque no tienen empleo ni posibilidad de obtenerlo, y además se tiene a una antigua clase media que apenas sobrevive endeudada y, francamente, “no la ve llegar”.
Se ha mermado lo que los estudiosos de estos temas denominan movilidad social: a menos de que se pertenezca al reducido sector de los adinerados, o que se tenga la oportunidad de escalar en política o en la delincuencia o se tenga suerte, ser muy trabajador, contar con un título profesional y hasta postgrado, no resulta suficiente para mejorar la situación personal y familiar.
Todo esto no comenzó hace un sexenio, ni dos ni tres, ni diez. Se trata de la prolongación de un estado de cosas que va más allá de los orígenes del nacimiento de México como nación independiente.
En el transcurso de más de doscientos años hubo siempre individuos con acceso a las mejores condiciones de vida posibles y otros en la pobreza, o en una relativa medianía. Con el aumento poblacional y la continua acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, las diferencias entre pobres, no tan pobres, los medianamente ricos y los multimillonarios, se ensancharon.
No hubo candidato a presidente, gobernador, diputado, alcalde o senador que en su momento no dijera contar con un diagnóstico preciso y la receta para abatir la pobreza, y abrir oportunidades de sobrevivencia y superación: Se exterminarían la corrupción, el crimen y la injusticia.
Total que prometer no empobrece. Tan fácil que es tomar un micrófono o apoyarse en el hombro de alguien para bajar el cielo y las estrellas.
Demagógicamente se rinden honores a determinados héroes de la patria, fabricados a modo a través de una historiografía que con frecuencia ha sido producto de la conveniencia y la fantasía. ¿Será cierto que al cabo de un siglo ya se cumplieron los postulados de la Revolución Mexicana?
No es necesario adentrarse mucho en el territorio estatal, ni siquiera en la colonia más rezagada, para observar la gran miseria en que vive muchísima gente, la que en el día a día no come o apenas lo hace y por lo tanto está en situación de hambruna.
Si nos remontamos un poquito más arriba en la escala de la pobreza, veremos que un ingreso de 200 pesos diarios que percibe quizá una tercera parte de la población, es absolutamente insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia, aunque hace unos días una institución federal dijo que con noventa y tantos pesos ya alcanza.
Los diputados locales se quejan de que sus 70 mil mensuales ¡son insuficientes!
A propósito del tema de la CFE y el programa para poner fin al adeudo histórico que inició con la resistencia civil a la que convocó el actual Presidente y que más tarde enroló por diversos motivos a morosos sin esa motivación, un trabajador nos dijo que con 800 pesos podría ir a recontratar, pero no tiene ese dinero y cuando lo cobra hay otras urgencias que cubrir en casa, como medicamentos; obviamente, huevo para la sobrevivencia.
Es muy fácil mover la lengua. Lo es prometer en campaña a sabiendas de que no se podrá cumplir, en virtud de que de antemano se conocen las dificultades. Hace un par de días, un diputado federal, al igual que lo han hecho otros, realizó un evento “republicanamente austero” para externar maravillas.
Lamentablemente, la vida no es color de rosa. Cuestión aparte está la incongruencia de criticar a aquellos en cuya casa se durmió y alimentó.
¿Adónde vamos? ¿Qué nos depara el futuro, en específico para los tabasqueños? No hay respuestas simples. Para la gran mayoría, todo será cada vez más complicado.
Dícese que con la refinería y los reiterados anuncios de obras públicas nos irá mejor a todos. ¡Qué más quisiéramos que así sea! Mientras tanto, es recomendable no distraernos ni confiarnos. Como en la película protagonizada por Charlton Heston, ¿el destino nos alcanza?
Twitter: @JOchoaVidal