A propósito de nuestro papel en esa necesaria e ineludible 4T de México
Crónicas Ausentes
Lenin Torres Antonio
Teóricamente la democracia es “el gobierno del pueblo”, en el entendido que el pueblo elije a sus gobernantes, y estos deben obedecer lo que el pueblo manda, “mandar obedeciendo”, y esta corresponsabilidad de “los gobernados” se da en un principio a través del sufragio efectivo, y después por los canales de participación ciudadana que deben, en un supuesto, alimentar los programas de gobierno, las políticas públicas, y las prospectivas para la gobernabilidad y el estado de derecho. Esto apunta a una corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados, es decir, que la responsabilidad del “gobernado” no termina en emitir su voto el día de la jornada electoral.
Se dice que el que llega a gobernar lo debe hacer para todos sin distingo, y permanentemente se le demanda por todos los medios, porque desafortunadamente esto no sucedía, el gobernante gobernaba con un sesgo partidista y particular, no había instituciones autónomas, y el poder se ejercía desde un meta poder personal que estaba lejos de la legalidad y la legitimidad, entendían que la legitimidad que le daba las urnas era una autorización para ejercer un poder personal y un ejercicio de las instituciones públicas de forma arbitraria a favor de los intereses de unos cuantos, fue así como vimos que “la funcionalidad institucional pública no existía” como tal, puesto que sin pudor las instituciones era usadas de acuerdo a los intereses del gobernante y de sus grupo político.
Esta narrativa fue mermando la capacidad y el deber que tiene el estado para velar por los intereses de todos, y asegurar, con la capacidad de ejercer la violencia (castigo), la paz, el bienestar y la felicidad de los ciudadanos y sus pueblos. No podemos situar en un tiempo presente la responsabilidad de la crisis social, especialmente con respecto a la violencia desmedida, la falta de seguridad pública, y la pobreza, puesto que lo que estamos viviendo fue una paulatina degradación de la funcionalidad institucional del estado mexicano, y que hoy se puede corroborar en que la inseguridad y la falta de empleo son las principales preocupaciones de los mexicanos.
Enfrentar esa “degradación de la funcionalidad institucional del estado mexicano” no es una tarea fácil, puesto que su síntoma “la corrupción” era y es cultura, y por lo tanto, normalidad con que hemos vivido en sociedad los mexicanos, el camino corto, sin respetar las reglas del juego de la vida en sociedad, era preferible que formarse y esperar el turno según la ley del orden institucional, el dicho popular “el que no tranza no avanza” operaba y todavía opera en el inconsciente colectivo de los mexicanos. Por eso es patético observar a grupúsculos de la clase política mexicana desear el regreso de eso ominoso pasado, donde ser político era asegurarse un progreso rápido y sin esfuerzo, claro a costa del erario público, o incluso verlos afirmar que los pasados gobiernos son mejores que el actual, y más repugnante ver a un expresidente como Vicente Fox asumirse como un ejemplo de “gobernante eficiente y probo”, sabiendo los mexicanos que en su período de gobierno se dio la mejor bonanza de los precios del petróleo y no hizo nada para estrechar la brecha entre los que tienen todo y los millones de mexicanos que no tienen nada, y que fue parte del despilfarro y el abuso del poder público, otro periodo de corrupción y estupidez, ahí está otro culpable de la “degradación de la funcionalidad institucional del estado mexicano” impune, sin que todavía sea castigado.
El que gobierna debe gobernar para todos, y que la confrontación política termina el día de la elección, y el que gana debe entender que ya no tiene partido al gobernar y el que pierde debe reconocer y apoyar al que gana para gobernar, y esto último implica ayudar desde una crítica constructiva e inteligente, entendiendo que hay asuntos de la agenda pública que forma parte de los intereses nacionales y que por lo tanto, todos sin distinción debemos sumarnos a enfrentarlos, como es el caso de la inseguridad y la pobreza, y que no suceda lo que está pasando con esos partidos y esa clase política trasnochada que continua haciendo oposición desde el acecho y la estupidez, sin la capacidad de proponer soluciones inteligentes ni propuestas alternativas para enfrentar de forma solidaria los graves problemas que vive México.
En ese obvio matiz que “la democracia como gobierno del pueblo” implica que “el que gobierna debe gobernar para todos”, y “los gobernados deben participar con el gobernante” se encuentra el quid para enfrentar los graves problemas que vivimos los mexicanos.
No es tarea fácil enfrentar la “degradación de la funcionalidad institucional del estado mexicano” porque esto implica recobrar cierta salud mental perdida, buena voluntad, inteligencia, nacionalismo, y lo fundamental, hermandad.
Personalmente creo que todos debemos reflexionar sobre nuestro papel en esa necesaria e ineludible 4 transformación de México, llamémosla como queramos para no herir susceptibilidades, aunque creo que no hay tiempo para la susceptibilidad, porque México enfrenta graves problemas que urgen ser atendidos y sé que sin la voluntad de todos nosotros no será posible solucionarlos. Está en juego qué clase de sociedad heredaremos a nuestros hijos, y personalmente me aterra que mis hijos vivan en la zozobra e incertidumbre, que no puedan andar por las calles seguros, que no puedan tener oportunidad de un empleo bien remunerado que les permita una mejor vida, y que no puedan ser felices con una sociedad violenta, egoísta y pusilánime.
Hoy estamos ante un parteaguas histórico, o asumimos el reto de construir un México mejor o enfrentaremos más violencia e incertidumbre, no hay otra disyuntiva, no hay otra política, ni otro momento.
Septiembre de 2019