La extinción del Ejército
El primer día de este mes, el Señor Presidente externó una reflexión personal verdaderamente insólita. Nunca se había escuchado tal idea, al menos desde el triunfo del Ejército Constitucionalista en el siglo pasado, durante la Revolución Mexicana:
“Si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional, declararía que México es un país pacifista que no necesita Ejército y que la defensa de la nación, en el caso de que fuese necesaria, la haríamos todos…
“El Ejército y la Marina se convertirían en Guardia Nacional para garantizar la seguridad… (Pero) no lo puedo hacer porque hay resistencias. Una cosa es lo deseable y, otra, lo posible”.
Tal idea presidencial no había sido comentada desde las Fuerzas Armadas. Al menos no en voz alta. Pero hace unos días un general retirado, Sergio Aponte Polito, envió una carta cuyo contenido es —descalificaciones inevitables aparte en contra del atrevido—, por lo menos, interesante.
“…Tengamos la dignidad y decisión para defender a nuestras Fuerzas armadas, otro indicio para desaparecerlas será cuando disminuyan más los efectivos del Ejército y de la Armada de México para debilitarlas y pasar esos efectivos a la denominada Guardia Nacional, ya que esta organización será disminuida por las bajas y deserciones de quienes no fueron voluntarios para formarla, así como por la falta de solicitudes para ingresar a esa organización…¡Oh!, Mis leales y serviciales Fuerzas Armadas, pensar que van por el camino de su autodestrucción…
“…Nos deben motivar a militares y marinos retirados a estrechar nuestra unión y a estar en constante comunicación en todo el territorio nacional, a fin de contrarrestar con oportunidad y de manera pacífica las acciones de quienes desean desaparecer a las Fuerzas Armadas (…) si no nos unimos y nos apoyamos mutuamente, mañana estaremos arrepentidos y lamentándonos de lo que no pudimos defender como soldados y marinos mexicanos”.
Aponte estuvo destacado en diversas zonas militares a lo largo de su carrera, entre ellas la novena, con sede en Culiacán, Sinaloa; la trigésimo octava, ubicada en Tenosique, Tabasco; y fue comandante de la decimoséptima, en Querétaro.
“…Nunca la desunión, la descalificación, la ofensa o la imposición de un gobierno autoritario será bueno para México, debemos de voltear la vista hacia otros países, donde la ambición por mantenerse en el poder les ha causado graves daños, porque los gobernantes de esas naciones han modificado sus leyes constitucionales para seguir gobernando, sin importarles la vida, seguridad y bienestar de sus gobernados”.
“…en México, los militares, marinos y sociedad en general, queremos vivir en paz, donde se respete la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, esa ley máxima que los políticos al tomar posesión de sus cargos juraron cumplir y hacer cumplir; queremos vivir donde los periodistas, escritores y comentaristas puedan ejercer su trabajo en libertad para orientar, guiar y criticar; queremos un México Libre donde se respeten las Instituciones…”
Más allá de esta queja pública, vale la pena recordar un caso cercano de un país sin Ejército, el cual fue abolido por disposición constitucional, también en el siglo pasado:
Constitución de Costa Rica: “Artículo 12.- Se proscribe el Ejército como institución permanente.
Para la vigilancia y conservación del orden público, habrá las fuerzas de policía necesarias.
Sólo por convenio continental o para la defensa nacional podrán organizarse fuerzas militares; unas y otras estarán siempre subordinadas al poder civil; no podrán deliberar ni hacer manifestaciones o declaraciones en forma individual o colectiva”.
Así pues el espíritu castrense quedó en ese país borrado para siempre.
(Copeande).- El 1 de diciembre de 1948 el aquel entonces presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, don José Figueres Ferrer, en el Cuartel Bella Vista da por terminadas las funciones de la armada costarricense. ¿Cómo? Figueres realizó un acto solemne, simbólico y al parecer emotivo que trascendió hasta la actualidad.
“Como parte de ese simbolismo, Figueres entrega las llaves del Cuartel a una institución educativa superior, la recién fundada Universidad de Costa Rica, con el único objetivo de que en el edificio militar se instalara lo que hoy es el Museo Nacional, como un centro de estudios de antropología.
“Al año siguiente, en 1949, la Asamblea Nacional Constituyente colocó esta histórica decisión en un rango superior, el constitucional, demostrando la voluntad del pueblo después de mucho dolor y sufrimiento de las familias costarricenses, quienes perdieron a sus seres queridos en batallas.
“Para el 24 de diciembre de 1986, por decreto presidencial, se declara el 1 de diciembre de cada año como “Día de la Abolición del Ejército”.
¿Algún día la UNAM recibirá las llaves de los cuarteles?
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