Vivir en el inmenso basural
Tierra de babel.
Ilustración de Igor Morski.
En lo que son peras o manzanas, el asunto de la basura en Xalapa apesta a política perversa y barata, a ineptitud y el consabido juego de intereses que sólo consiguen afectar a la población. Es cierto que el mundo se ha convertido en un depósito de basura, pero no nos hagamos “pénjamos” que para eso están las autoridades, las cuales nos importa un bledo que sean del color que sean (al diablo con eso de que “por eso votaste por ellos”). El problema molesta e infecta, y lo que exigimos es responsabilidad, decisión y soluciones concretas, no ir taponeando y mucho menos bacheando las calles, otro problema grave, heredado o no del anterior alcalde, respetable Hipólito Rodríguez –y no es mi pariente, alabado seas Alá-, el caso es que, con perdón, ahí está el pedo…
El escritor Rafael Chirbes dijo que a la gente le da todo igual; mientras no le tiren la basura del otro lado de la tapia, ni le llegue el olor de podredumbre a la terraza, se puede hundir el mundo en mierda.
La ciudad de Xalapa es un basurero, ¿alguien lo duda? En las colonias es peor. Según el INEGI, en México se recolectan diariamente 86 mil 343 toneladas de basura, es decir, 770 gramos por persona y son generadas principalmente en viviendas, edificios, calles y avenidas, parques y jardines. El 87% de los tiraderos de basura son a cielo abierto y 13% rellenos sanitarios.
El INEGI afirma que más de la mitad de basura que se genera en todo el país se recolecta en siete entidades: CDMX, 19.7%, con 17 043 toneladas; Estado de México, 9.6%, con 8 285 toneladas; Jalisco, 7.6%, con 6 524 toneladas; Veracruz, 5.2%, con 4 451 toneladas; Guanajuato, 4.3%, con 3 719 toneladas; Tamaulipas, 3.7%, con 3 175 toneladas; Nuevo León, 3.6%, con 3077 toneladas, lo que hace un total de 46 275 toneladas de basura, es decir, el 53.7%. Ahí nada, pescadito.
O sea, Veracruz en cuarto lugar y vamos por más… basura, ¿o no, Hipólito? Tenemos que ser de los primeros, faltaba más, faltaba menos, chingaos.
Clara Sanchis Mira escribió un artículo titulado “Poema basura”, donde dice: “Los barrenderos escriben el poema. Los transeúntes no podemos dejar de leer estos versos podridos que arden en la nariz, mientras caminamos entre la basura que rima con todo lo demás. Es imposible escapar a una lectura que huele con tanta virulencia. Ahí tenéis la porquería, esparcida a vuestros pies, derramada y en descomposición. La basura sale al fin a la superficie. Nos preguntamos cuándo llegarán las ratas para completar el romance.
“Si yo fuera un basurero y me dijeran que me van a tirar a la basura, también dejaría que os ahogarais en vuestra propia inmundicia. Las personas que limpian los vómitos y se encargan de hacer desaparecer la porquería del prójimo merecen el máximo respeto. Si te quieren rebajar el 40% de un sueldo de 800 euros, tu trabajo es una porquería. Si te despiden, te están tirando al contenedor de materia orgánica. Hacerle un contrato basura a un basurero es un colmo imposible. Ahoguémonos, entonces, todos juntos en el inmenso basural.”
Así las cosas, comadres y compadres, la última y nos vamos.
De cinismo y anexas
En un baño-retrete-mingitorio de un restaurante de Querétaro –ciudad muy limpia, por cierto-, leí lo siguiente: “Haga feliz… Haga contento… Pero por favor… Haga adentro”. Así o más clarito.
Pero la basura, aunque usted no lo crea, ha sido tema de literatura. El poeta Jorge Calvetti escribió el poema “La basura”:
“Yo saco la basura a la calle
envuelta con papel y cuidado.
Quedan allí mezcladas, las sobras de la vida,
cáscaras del tiempo y recortes del alma.
Yo saco la basura, la dejo en la vereda,
y le digo: Adiós.”
Y Joaquín Sabina escribió: “La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.”
Ahí se ven.