Durante casi un mes, la Ciudad del Vaticano y la Iglesia Católica Apostólica Romana han sido el centro de atención de la prensa mundial y de los aproximadamente 1,400 millones de fieles que profesamos esta religión. Todo comenzó con el fallecimiento del Sucesor de Pedro, el Papa número 266, seguido por sus exequias, el anuncio del cónclave, las congregaciones generales, el inicio del cónclave y la señal de la fumata blanca, que anunció que el colegio cardenalicio había logrado la elección de un nuevo Sumo Pontífice, gracias a la acción del Espíritu Santo. En el cónclave de 2025, que duró dos días, 133 cardenales reunidos desde el 7 de mayo, procedentes de 70 naciones del mundo, eligieron a su sucesor, el nuevo Pontífice.
Los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, hicieron todo tipo de pronósticos para señalar qué candidato tenía todas las preferencias entre los cardenales; muchos de ellos erraron en sus predicciones. Algunos intentaron comparar el proceso con las elecciones de los institutos políticos del mundo, pero la Iglesia Católica, al igual que la familia, es una institución sólida que, tras más de dos mil años, ha llegado al siglo XXI con prestigio, a pesar de las cuestionadas últimas décadas.
El retorno a la casa del Padre de Su Santidad Francisco, el pasado lunes 21 de abril de 2025, se inscribe en la mayor celebración de la cristiandad: la cincuentenaria pascua, un período de 50 días que transcurren entre el domingo de Resurrección y la venida del Espíritu Santo.