Primero de julio

La Grilla en Tabasco

En 1988 vimos de cerca cómo se gestó ese despertar ciudadano que derivó en lo que se llamó la caída del sistema y que, al menos por unas horas, acorraló al aparato oficial manejado por Manuel Bartlett Díaz desde la Secretaría de Gobernación.

Un año antes, Miguel de la Madrid y su delfín, Carlos Salinas, con soberbia, creyéndose todopoderosos, expulsaron del PRI a Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo, Jorge Alcocer y César Buenrostro, con su Corriente Democrática.

“Todo lo que queríamos era competir dentro del partido”, precisó Muñoz Ledo al periodista Andrés Becerril en octubre de 2016. En octubre se da el “destape” de Salinas.

Tres partidos paleros del PRI, Auténtico de la Revolución Mexicana, Popular Socialista y Socialista de los Trabajadores (renombrado Frente Cardenista), nominan a Cárdenas como candidato presidencial. Saltaba a la vista la mano perversa de Bartlett, quien vio frustrada su aspiración de ser el “dedeado”.

Lo que nadie pudo visualizar en ese momento es que Cárdenas se convertiría en los meses siguientes en el catalizador de la irritación social; de la ira reprimida mediante “represión selectiva” en 1968 y 1971, así como en muchas regiones del país, y la ejecución del líder guerrillero Lucio Cabañas, la cual no pudo canalizar por la vía del simulado sistema de partidos.

Fue en febrero de 1988 cuando, en un mitin multitudinario en Torreón y bajo la sombra del “Tata” Lázaro Cárdenas, la candidatura de Cuauhtémoc comenzó a crecer como bola de nieve que lo llevó a lo inédito y rebasó.

Lo viví como reportero del diario Excélsior. En esos meses previos a la elección –a finales de mayo, el consejo político del PMS obliga a Heberto Castillo a declinar y sumarse al Frente Democrático Nacional- mis reseñas eran cotidianamente cuestionadas por el director del periódico. ¿Estaba “volando” las notas? ¿Acaso me había vuelto “militante” del candidato?

Por cierto que en Tabasco la suma de Andrés López Obrador al Frente Democrático se da después del seis de julio. El hoy gobernador de Morelos, Graco Ramírez, llega en busca de candidato a gobernador por el FDN. Se la ofrece primero a Francisco Peralta Burelo, quien no acepta, y luego la toma Andrés. El ingeniero Cárdenas no lo conocía. Encontrándonos en San Luis Potosí, me preguntó por él.

Han transcurrido 30 años desde ese movimiento que recogió el sentir de la nación y que en el camino transformó a sus fundadores. En el 2000, la nación tuvo la esperanza de un cambio con el panista Vicente Fox Quesada, después de que en 1994 la muerte convirtió en mártir a Luis Donaldo Colosio, siempre títere de Salinas. ¡Oh, decepción!

Durante esas tres décadas, el sistema electoral evolucionó. El primero de julio no será posible que una entidad federativa, como lo hizo Chiapas en aquel tiempo, reporte el 99 por ciento de los votos para un candidato.

El fraude electoral, como se conoció antes, es improbable.

No obstante, la pobreza extrema de muchos y la ambición personal de otros, hace viable la compra de votantes: tanto de los que se identifica que votarán en contra, como de aquellos a los que se les vende la esperanza de un empleo, de una despensa; de una panacea o de que “ahora sí les voy a cumplir”.

En esta hora, todos los candidatos tienen muy claro que más allá de lo que digan las encuestas, deben contar con estructuras eficientes y mucho dinero; para movilizar a potenciales simpatizantes, o desactivar a quienes se identifica como predispuestos a votar a favor de un adversario y, para impedirlo, se les compra su credencial del INE.

Twitter: @JOchoaVidal

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