Lecciones políticas desde lo local
Rúbrica.
El resultado de las elecciones locales celebradas en los estados de Coahuila e Hidalgo el domingo pasado ha provocado reacciones que exageran tanto el crecimiento de unos como la caída de otros, pero sí dejan algo muy claro: en política, las derrotas y las victorias no son eternas.
El “carro completo” que se llevó el Partido Revolucionario Institucional en los 16 distritos de Coahuila logró que los priistas despertaran de su letargo de poco más de dos años y que hasta se quitaran la “bolsa de papel” moral con la que se cubrían el rostro, ufanándose ahora de un supuesto “renacer”.
Sin embargo, tampoco es para tanto. Coahuila es de los últimos “bastiones” reales del priismo en el país. Un estado donde nunca ha perdido el poder el Revolucionario Institucional y, en consecuencia, no se conoce la alternancia partidista en el nivel local, además que el gobierno estatal surgido de ese mismo partido operó con todo para mantener el control político de la entidad. En suma, no debería sorprender tanto el resultado.
Hidalgo es un caso similar. Tampoco ha gobernado la entidad otro partido que no sea el PRI y sus estructuras de operación política (y/o “mapacheo”) funcionan como si siguiéramos en los “años dorados” de la “aplanadora” priista, como quedó de manifiesto el domingo. Adicionalmente, su gobernador -al igual que el de Coahuila- parece una pieza de museo arqueológico en cuanto a su praxis política.
Empero, y a pesar de lo que representa el PRI en la actualidad y de que en los comicios federales de 2018 los resultados favorecieron al lopezobradorismo, la población de ambos estados optó por el “malo por conocido” ante la realidad del “peor por conocer” que ha demostrado ser Morena a la hora de gobernar.
El traspié de un partido que desde 2015 había experimentado un crecimiento exponencial y sostenido incluso en regiones donde la izquierda partidista –aunque sea solo de membrete- nunca había “pintado” para nada, da cuenta en primer lugar de una sanción social para esa expresión política, misma que no ha estado a la altura de las expectativas ciudadanas, que en muchos sentidos ha demostrado ser igual o más corrupta e inepta que las anteriores y que confunde la transformación con la destrucción.
Y también deja al descubierto una realidad que conocen bien pero se cuidan de aceptar en público: sin la figura de Andrés Manuel López Obrador reforzando en las urnas a sus demás candidatos, Morena no existe, es uno más del montón.
Por eso es que les urgía que se aprobara a como diera lugar la aberración constitucional de la “consulta” para “enjuiciar” a los ex presidentes de México, pues lo que busca con eso el lopezobradorismo es una bandera de campaña que pueda hondear el propio López Obrador desde la frágil línea entre lo gubernamental y lo electoral.
Y por esa misma razón es que impulsan desde el Senado de la República una reforma constitucional para que dicha consulta se lleve a cabo el mismo día de las elecciones intermedias de 2021, en las que el proyecto lopezobradorista se juega su futuro. Hasta ahora, tendrían que celebrarse un mes después, en agosto, lo que ya no surtiría el efecto deseado de influencia sobre el electorado.
Quienes a partir de los resultados electorales de este domingo vislumbran un escenario similar para el año entrante y ya echan campanas a vuelo, no toman en cuenta que las circunstancias políticas y sociales en el resto del país son muy diferentes a las de Coahuila e Hidalgo. Además que es un hecho que en las intermedias veremos al gobierno federal operando con toda su fuerza y sus recursos, a diferencia de lo acontecido en estos comicios locales.
Pero en esto último estará la clave. Más allá de la propaganda y la operación oficialista, quienes logren conectar con las necesidades de la gente de a pie, la que no es incondicional de uno u otro bando, y aterricen una agenda y una propuesta desde lo local, tendrán mayores posibilidades de triunfo en 2021.
Porque al final del día, lo que a los ciudadanos les importa es su día a día. Las ideologías trasnochadas y los propios partidos son lo de menos para los electores. ¡Hasta volvieron a votar por el PRI!
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