¿Hacia dónde vamos?
EN EL LLANO
Hay explicable incertidumbre en amplios sectores de la sociedad mexicana respecto del rumbo actual del país.
Quien no parece desviarse de su ruta (con todo y bandazos desafiantes, espectaculares, perturbadores, patéticos), es el jefe del Poder Ejecutivo. En el fondo no hay novedad. Se trata de revelaciones paulatinas de una conducta presidencial anunciada, que no por eso no deja de ser preocupante, todo lo contrario. Porque parecen decirnos de qué está hecho realmente Andrés Manuel López Obrador.
Veamos: sus tres megaproyectos todavía están en las nubes: el tren maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, que compartirá la Fuerza Aérea con la aviación comercial; la insólita rifa de cachitos de la lotería a cambio de 2 mil millones de pesos (léase avión presidencial); las estampitas protectoras del coronavirus; el besuqueo a criaturas indefensas, desafiante en plena campaña de la “sana distancia” contra covid-19; la reiterada satanización de cinco culpables de “la desgracia nacional” (los ex presidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto), y la maniobra de los diputados federales de Morena (impulsada por el ideológica y políticamente indescriptible diputado Mario Delgado), para hacer válida la reelección legislativa hasta por cuatro periodos (12 años).
Curiosamente, los cinco ex presidentes señalados por el jefe del Ejecutivo están convertidos hoy en un monumento espectacular a la impunidad y la corrupción que él prometió combatir. AMLO los manosea y usa en sus conferencias de prensa mañaneras… pero no les deja caer el peso de la ley y la justicia, si es que son tan culpables.
¿Ya se olvidó de mandar al diablo las instituciones? No, absolutamente no. Ensaya otros caminos. Lo preocupante, para muchos analistas serios, es la creciente incorporación de las fuerzas armadas a tareas que competen al Ejecutivo, e inclusive a la Federación. ¿Pretende su modelo de cambio por la vía de un silencioso auto golpe de Estado?
No todas las fuerzas simpatizan con la conducta presidencial, pero algunos jefes están en la mira de sus conocidos arrumacos. En la atarraya (red redonda para pescar en aguas pocas profundas), del poder económico del narco, pueden caer también los partidos de oposición a los que AMLO y sus secuaces congresistas, amenazan con reducir en 50% las prerrogativas financieras que les corresponden por ley.
Ya hemos señalado que ni López Obrador ni Morena necesitan esas prerrogativas para controlar el poder. En el 2020 que corre, el gasto social de López Obrador (cuyos rubros ya fueron convertidos en norma constitucional), es para este año de 285 mil 239 millones de pesos, monto mayor en 170 mil 361 millones de pesos respecto de lo que se les aprobó el año pasado. El 58 por ciento de los 14 programas lo controlan las secretarías de Bienestar (4), Agricultura y Desarrollo Rural (4), Educación (4), Economía (1) y Trabajo (1). Pero el premio mayor es para la Secretaría de Bienestar: 165 mil millones de pesos a las pensiones de las Personas Adultas Mayores, para el Bienestar de las Personas con Discapacidad Permanente, Sembrando Vida y Programa de Apoyo para el Bienestar a Madres Trabajadoras.
Así las cosas, ¿sorprendería un manotazo presidencial para borrar a las estorbosas instituciones del país, a los adversarios conservadores, a la prensa nostálgica por las dádivas del poder, y a quien se le ponga enfrente, que impida el avance hacia su cuarta transformación?