Donde morir es redundante
Raymundo Riva Palacio.
En Tabasco, el presidente Andrés Manuel López Obrador, cambio de prioridad. El dinero de la venta de vehículos decomisados a criminales, dijo, ya no sería para financiar la Guardia Nacional, sino serían destinados al apoyo de Cochoapa, cuyo nombre, para millones de mexicanos, debe haber sido una sorpresa, o la primera vez que oían hablar de esa comunidad. Cochoapa se encuentra en la región de la Montaña Alta de Guerrero, y es el municipio más pobre del país. La marginación ha llegado a ser tan aguda, que hasta las cosechas de amapola se acabaron. Abandonados por todos, finalmente un presidente volteó a ver esa comunidad de 18 mil 458 personas donde sólo 319 no viven en pobreza.
Un reportaje publicado en Eje Central en marzo pasado, tomó la primera fotografía de esa comunidad. “Aquí, morir es redundante”, comenzaba el texto. “En esta comunidad de la Montaña Alta de Guerrero, se encuentra el corazón de la nada. No hay drenaje, ni calles, ni clínicas, ni escuelas, ni dinero para sembrar la tierra, ni mucho qué comer. Los profesores y médicos se aparecen un par de días cada cuatro o cinco meses, a veces más, a veces ni eso. En Cochoapa se vive entre tierra sin caminos, entre la diabetes y la tuberculosis, entre el olvido y la burla, entre el coraje y la desesperación.
“Este es el México más profundo, el más pobre, el de hombres y mujeres de piel agrietada y oscura, partida por el sol y el caminar; de niños que no estudian y de autoridades ausentes, a donde todavía ni siquiera llega el censo para acceder a los nuevos programas sociales. Pero también es el mismo lugar que los candidatos, de todos los partidos políticos, han utilizado como escenografía para arrancar sus campañas, como muestra de su compromiso para abatir la pobreza y prometer obras, recursos e inversiones millonarias que no han cumplido. Lo han hecho Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Pero hasta ahora ninguno de ellos subió más arriba que la cabecera municipal, nunca pisaron la Montaña Alta de Guerrero”.
Cochoapa es la síntesis que da cuerpo al discurso de López Obrador sobre marginación, desigualdad y corrupción. “Aquí la corrupción ha fracturado el desarrollo”, decía el reportaje. “Un puente que oficialmente fue construido, pero que de él en realidad sólo existe un muro con varillas sueltas que impide cruzar el río; o una carretera que debía ser de cinco kilómetros de pavimento, pero terminó de apenas unos metros y un apelmazado de arena; o escuelas que los programas de la SEP reportan como remozadas, pero que ahora se deslavan”.
Ese municipio que apenas sobrevive, se encuentra en un estado con pobreza endémica y centenaria. Pero aún así, sobresale por sus carencias. Si la población en pobreza en el estado toca a 6.1 personas de cada 10, en Cochoapa es de 9.3 de cada 10. O sea, prácticamente todos. Casi 6.3 de cada 10 tienen salario mínimo y 10.5 dos salarios, aunque la gran mayoría vive en la informalidad sin servicios médicos ni protección social. “Aunque las tierras son productivas, sembrar en alguna de las 152 comunidades que integran el municipio de Cochoapa es una proeza, no sólo por lo agreste de la zona montañosa, sino por los extremos de clima, porque hay poco dinero y casi no hay jóvenes para trabajar, sólo niños, mujeres y adultos ya mayores, que se mantienen de las remesas”, narraba el reportaje.
La población sólo se alimenta de tortillas hechas a mano y salsa de molcajetes. En ocasiones les alcanza para juntar 15 pesos a la semana y comprar una cola o cerveza tibia, porque no hay refrigeradores ni hielos. Para bajar a la cabecera municipal, desde alguna de sus comunidades de la parte más profunda de la Montaña Alta de Guerrero, subrayaba el reportaje, los pobladores tenían que caminar tres días por una ruta terregosa, de una tierra fina que se mete en los ojos, en la boca y llega hasta los pulmones. “Si tienen 150 o 200 pesos, podrán caminar de tres a cinco horas, esperar a la pasajera–una camioneta de redilas–, y entonces la ruta será de entre cuatro y seis horas más”, describieron los reporteros José Antonio Rivera y Jonathan Nácar.
Cochoapa es la metáfora de la simulación. Les ofrecieron educación para sus hijos, pero la escuela está abandonada, porque los maestros iban solamente una o dos veces por semana. Les garantizaron que tendrían servicios médicos, pero la gente se muere de diabetes y tuberculosis. Si tienen una emergencia, la clínica que construyeron los pobladores para ese fin, está cerrada porque nunca iba el doctor, por lo que si entra alguien en crisis, tiene que desplazarse en vehículo entre cinco y ocho horas, hasta bajar a Tlapa y encontrar asistencia. Apenas hace siete años llegó la electricidad a la comunidad, y hace menos de una década, la primera carretera de terracería.
López Obrador visitó Cochoapa el 8 de julio de 2008, donde agradeció que en las elecciones de 2006 hubieran votado por él. En aquel entonces les dijo que no los traicionaría. “No voy a dejar de luchar por la gente humilde y por la gente pobre”, les prometió. “No es nada más llegar al cargo público. Lo más importante, lo que realmente vale la pena es luchar por el bienestar del pueblo, por la gente que está olvidada, marginada”. Nueve años después su mente regresó a Cochoapa para ayudar a esa comunidad, ejemplo vivo de una desigualdad que debería causarnos vergüenza colectiva y reflexión de hasta dónde hemos llegado.
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