DEMOCRACIA EN JAQUE
En los últimos años hemos presenciado el ascenso al poder
de personajes que, en campaña, enarbolan los valores de la
democracia, pero en cuanto forman gobierno son los primeros
en denostar los contrapesos, las libertades y, sobre todo, a la
oposición que piense diferente. Dr. Guillermo A. Tenorio Cueto.
Luis Gutiérrez R.
Tengo a la vista un artículo periodístico de Guillermo Antonio Tenorio Cueto, Doctor en Derecho por la Universidad Panamericana e integrante del Sistema Nacional de Investigadores, cuyo contenido, a la luz de la realidad que vive nuestro país desde hace poco más de dos años, nos coloca frente a un desafío que está a la vuelta de la esquina: las elecciones intermediadas de 2021.
El análisis de Tenorio Cueto parte de la lectura de “Cómo mueren las democracias”, un éxito de librería de los politólogos estadounidenses Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, según los cuales “el retroceso democrático empieza en las urnas”, diagnóstico que resume el agitado escenario político de muchos países (México encaja muy bien) en una sola frase: «La mayoría de las quiebras democráticas no las provocan soldados ni generales, sino los propios gobiernos electos».
Advierten los dos autores que la obra no es una apología del modelo estadounidense, que ha dejado de ser la marca a la que aspiran otros países, y añaden que la gran ironía de por qué mueren las democracias es porque utilizan como pretexto defensa para en realidad aniquilarla.
Para el Doctor Tenorio Cueto la lucha política actual se ha convertido en una guerra de desinformación y polarización, con la que despedazan las normas democráticas. Pone de ejemplo los llamados bots: ya en 2019 se identificaban entre 23 y 30 millones de cuentas de Twitter destinadas a generar desinformación y a participar en la difusión de noticias falsas. “Los datos son escalofriantes cuando cerca del 70% de los latinoamericanos no saben distinguir entre una fake news (noticia falsa) y una noticia real, según estudio presentado por la compañía global de ciberseguridad Kaspersky.
En ocasiones anteriores he afirmado que México no puede ser gobernado, transformado y salir del atolladero de desigualdad, miseria y marginación en que se encuentra, desde hace décadas, con la varita mágica de los decretos.
Las palabras claves que explican este rezago son educación y cultura. La salida está en gobernar con visión de Estado y estrategias claras para resolver el fondo de los graves problemas que nos aquejan. Y en el fondo, muy en el fondo de los graves problemas nacionales, está la baja calidad educativa que imparte el Estado y la consecuente medianía cultural de las mayorías, lo que se traduce en mala calidad ciudadana.
¿Es casual que así ocurra? Absolutamente no. El alto grado de perversión al que se ha llegado en la vida pública del país, perversión que apunta hacia una estrategia deliberada: cerrarle a la ciudadanía toda posibilidad de educación, de calidad cultural y de información.
Combatir la pobreza requiere de un esfuerzo tan importante como elevar la calidad de nuestra ciudadanía. Porque uno de los mayores obstáculos para el avance de nuestra democracia está en la existencia real, tangible, de la mala calidad del ciudadano mexicano. Hoy es más que urgente instrumentar políticas públicas para corregir esa deficiencia y enriquecerla con otro elemento no menos valioso: la cultura política.
Buena educación para forjar buena calidad ciudadana e información para consolidar nuestra cultura política. ¿Por qué, para qué? Para evitar que vuelva a ocupar la representación nacional alguien cuya pobreza educativa, cultural y política lo haga llamar “mascotas”, chairos o fifís a sus representados.
Para que tengamos un jefe de Estado que se repete y respete a sus gobernados. Para que México restaure su vida democrática, y en esa restauración participen ciudadanos pobres o ricos, pero de calidad, determinen en libertad, con absoluto respeto a su voluntad, la esencia de toda democracia: su forma de gobierno de gobierno.
Porque todo parece indicar que, desde las camarillas que nos gobiernan, se procede en sentido inverso: a menor calidad ciudadana, a menor cultura cívica, mayores espacios para la conservación hegemónica del poder, estridencias patrioteras, celebraciones incultas y disparatadas de la Independencia nacional, olvido o desmemoria de vergüenzas como la de Ayotzinapa, reparto de perdones inmerecidos a homicidas, delincuentes, narcotraficantes y hasta parentela cómplice, de votos de agradecimiento, despensas por sufragios.
Nuestra democracia está en jaque. Apostemos por la restauración de los equilibrios del poder para alejarnos del totalitarismo pernicioso. Recordemos que uno los signos de madurez de toda democracia es contar con una oposición política propositiva, eficiente, responsable y conductora de las demandas sociales.
Atender los requerimientos ciudadanos, el manejo escrupuloso manejo de los recursos públicos, cumplir los compromisos adquiridos en la campaña electoral, rendir cuentas, transparentar el servicio público, medir resultados, equilibrar y lograr respeto entre los Poderes de la Unión, son obligaciones de toda oposición política vigilante, comprometida con los intereses de la sociedad.
Primero México.