¿Cómo andamos?
La Grilla en Tabasco.
Por increíble que parezca, hubo quienes pensaron que el 2 de julio de 2018, al día siguiente de las elecciones, o tan pronto tomaran posesión las nuevas autoridades, ya se vería la anunciada cuarta transformación. Ciertamente, las actuales autoridades están obligadas a brindar resultados, aunque bajo la premisa: se hace lo que se puede, hasta dónde se puede.
Y hay quienes a la fecha han hecho su máximo esfuerzo, pero en su mayoría son “baba de perico”; o como dicen allá por Hermosillo: “puro pájaro nalgón”. Ya se entenderá el sentido de esa expresión: los pájaros carecen de esa protuberancia y a alguien se le ocurrió referirse de esa manera a los mentirosos y demagogos.
Al final de cuentas, independientemente de lo que dicen los tristes datos oficiales que divulga el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, todo se reduce a un indicador social empleado en décadas recientes para medir el grado de desarrollo que cada nación tiene y cómo lo percibe la gente: sensación de bienestar.
Esto es: cómo nos va en la fiesta, en qué condiciones nos encontramos, qué realidad vivimos.
Cada uno de nosotros tiene mucho qué decir al respecto. A continuación compartimos una breve explicación elaborada por un organismo multinacional del cual México forma parte y que es la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura:
“Hasta hace unos años hablar de bienestar para una nación refería a términos numéricos, como kilómetros asfaltados, hospitales, alumbrado y acceso a teléfono, entre otros. También se abordaba desde el progreso económico, a partir del Producto Interno Bruto (que mide el valor de bienes y servicios de un país).
“Entonces, la apreciación se basaba más en referencias económicas que sociales, de manera que buena parte de la población no reconocía esos bienes como propios y sus necesidades eran rezagadas.
“En nuestros días es de interés mundial el estudio de bienestar poblacional, si éste se entiende como referente esencial del progreso social de cualquier nación”.
Juan Pedro Laclette, doctor en ciencias con postdoctorado en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard e investigador de la UNAM, señala que en el mundo dominado por los anglosajones se ha impuesto el concepto de que todo es consumo y dinero, pero en Latinoamérica se ven las cosas diferentes.
“Si a la gente se le pregunta qué tan bien se siente con su nivel de bienestar, el resultado será anormalmente alto, conforme a otras regiones desarrolladas y por características que van más allá de los ingresos económicos (somos felices, felices, felices).
“Por supuesto que influye el factor dinero, pero también son muy importantes los que se vinculan con otros valores de familia y unidad social. Esta es una contribución que queremos darle al mundo: en América Latina vemos el bienestar más allá del dinero”.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, otro organismo del cual también México forma parte, plantea una nueva manera de analizar y sintetizar información sobre tres dimensiones fundamentales del bienestar:
La calidad de vida, que se refiere al tiempo libre para ocuparse de la familia y relaciones de amistad, sentimiento de seguridad y todo aquel conjunto de informaciones sobre bienestar subjetivo de la gente; las condiciones materiales, relacionadas a la riqueza e ingreso de la población, salarios, condiciones de vivienda, servicios básicos, así como datos sobre educación, salud, vivienda, alimentación; y la sustentabilidad de bienestar, que significa la manera como las actividades de producción, de consumo y de distracción respetan o destruyen el capital natural y refuerzan o debilitan el capital humano y social.
Finalmente, medir y analizar el bienestar de las poblaciones debe permitir desarticular bombas de tiempo: entiéndase estallidos sociales, como el caso reciente de Chile.
¿Cómo andamos?
Twitter: @JOchoaVidal