Segundas partes

Como dice el cintillo, López Obrador ya se fue a donde se tenía que ir y no le vamos a extrañar.
Terminó ese sexenio y quedará para la revisión histórica el confirmar lo que se viene diciendo sobre su nula calidad en los aspectos fundamentales para los que está diseñado el Estado: Seguridad, diplomacia, salud, educación, etc.
Ahora toca ver lo que sigue y comenzar a ocuparnos de la administración que recién comienza.
Dicen que las segundas partes muy raramente superan a las primeras y este caso muy probablemente no va a ser la excepción, ya que a pesar de que cuentan con un poder casi absoluto y, en apariencia, también con la estructura electoral para garantizar ese poder por varias décadas, no todo es tan sencillo como parece.
La generación de votos para la transformación que no fue ni será es como una rocola, sinfonola o cinquera, es decir, una máquina que genera muchos votos y niveles de popularidad altos mientras le introduzcan sus moneditas o cincos; y si no hay monedas, la fiesta se termina de inmediato.
Hasta ahora, ha funcionado debido a que han tomado los diversos fondos (como el Fonden) y los ahorros gubernamentales para tal efecto; sin embargo, el dinero tarde o temprano se acaba y, al parecer, eso ya está ocurriendo.

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México y la monarquía

Formalmente somos una república federal con una clara división de poderes, así lo dice la constitución y en esa creencia nos han educado durante décadas.
Tan es así que, salvo algunos consumidores de las “revistas del amor”, el mexicano promedio rechaza tanto a los monarcas como a quienes poseen algún título nobiliario (duques, condes, barones, etc.)
Solo que ese rechazo aplica solamente para las instituciones extranjeras y se magnifica a niveles extremos si la referencia es a la Corona Española; ya que, en ese caso, muchos compatriotas trasnochados se convierten en unos revolucionarios que dejan muy cortos a Robespierre y su pandilla.
Mas resulta que hacia el interior, el mexicano es mucho más monárquico que el nacional de cualquier país que en la actualidad tenga esa forma de gobierno, ya que solo bastó con que un merolico hablara bonito e hiciera brotar todos sus resentimientos, tanto contra otros mexicanos como frente a otras naciones, y ¡Pum! Nuestra democracia terminó su existencia sepultada por millones de votos y por algunas autoridades que no estuvieron a la altura del cumplimiento de su deber (INE, TEPJ y los poderes legislativos).

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Los dos Méxicos que deja López Obrador

El sexenio de López ya prácticamente es historia y salvo algunos arrebatos de histeria que pudiera tener, el final de su tiempo lo alcanzó.
Y ¿Qué nos está dejando?
Nos está dejando dos Méxicos muy diferentes, incluso contradictorios.
Y no me refiero a opositores contra lopistas, ni tampoco a clase medieros aspiracionistas contra los que no lo son, ni mucho menos a cuestiones de raza y todas esas tonterías que hemos escuchado estos últimos seis años.
Me voy a referir al momento actual, a la división existente en el momento en que López Obrador está a una decena de días de irse del que ha sido su palacio real.
Y esa división de México consiste en que, por un lado, se encuentran los oficialistas (desde el propio presidente hasta el último de los fanáticos de López) embriagados hasta las cachas de poder, quienes aprueban y aplauden a rabiar todos los caprichos del presidente saliente y, por supuesto, dicen que México no volverá a ser el mismo porque la transformación llegó para quedarse y no habrá poder humano o no que la revierta.

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La reforma que deforma al Poder Judicial

La reforma que deforma al poder judicial solo es el comienzo de la instauración de un régimen de corte fascista, y muy fascista, en un México que hasta ahora no ha sabido apreciar los valores de la libertad ciudadana y de la limitación del poder estatal.
Cuando vimos la reverenda porquería que fue la sesión del senado en que esa reforma que deforma al poder judicial fue aprobada, nos dimos cuenta que quienes ocupan escaños en nombre del oficialismo no son más que monos cilindreros, y con perdón para los animalitos aludidos, ya que en ningún momento abordaron la cuestión que estaban aprobando y solo se dedicaron sus intervenciones para burlarse y amenazar con la extinción a quienes no comparten su punto de vista.
El veracruzano Huerta Ladrón de Guevara con sus bravuconadas y vulgaridades al comparar su engendro con un trabajo de parto, fue uno de los más vivos ejemplos de lo que estamos hablando.
La actitud de estos farsantes, porque un legislador que no analiza iniciativas ni propone leyes es un farsante, fue tan cínica que propusieron decenas de reservas al proyecto que deforma al poder judicial solo para lucirse en la tribuna y cuando terminaban su espectáculo, inmediatamente las retiraban; y cómo no va a ser así, si no le iban a cambiar absolutamente nada a lo que envió el único legislador que tienen, su amo.

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Remedo de república

Comienzo haciendo una pregunta: ¿Llegamos alguna vez a vivir en una república federal, democrática y liberal?
La respuesta que considero más acertada para esa cuestión es que en el papel desde 1857 y en la realidad, solo lo estuvimos intentando desde 1995 hasta 2018 en lo federal y en lo local, nunca.
Con lo señalado anteriormente, no niego que durante el régimen del partido único no hubo momentos precursores a la implantación de la democracia liberal como lo fue la creación de los entonces llamados “diputados de partido” que luego fueron convertidos en los plurinominales, pero los momentos que marcaron el inicio real de la democracia en México fue la reforma al poder judicial que convirtió a la Suprema Corte de Justicia en un tribunal eminentemente constitucional, la ciudadanización de la autoridad electoral, la independencia legislativa, que durante dos décadas fue real, y la creación de organismos del Estado mexicano independientes a los poderes constituidos con facultades y objetivos específicos y que por la naturaleza y trascendencia de sus funciones, resulta necesaria su independencia para beneficio de los gobernados.

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Al INE y al TEPJF, la historia los juzgará

Vaya responsabilidad la que tienen encima tanto los consejeros del INE como los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ya que en ellos está el sobreponerse a todo tipo de presiones, amenazas y/o sobornos para defender el mandato otorgado por los electores y al mismo tiempo hacer cumplir el mandato constitucional en sus términos más estricto o, en caso contrario, ellos y solo ellos serán los perpetradores de el más grave fraude electoral que se haya cometido de manera institucional en la historia de México.
Esto es así, porque precisamente las autoridades electorales han sido instituidas para aplicar las normas constitucionales y legales en su materia y a partir de esa aplicación, impartir justicia en la materia electoral y al no hacerlo de esa manera no solo incumplirían sus responsabilidades, sino que también, traicionarían a la república democrática de la que hasta el día de hoy forman parte.
Y en el caso de la asignación de legisladores de representación electoral, literalmente nos encontramos frente a la posibilidad de que se cometa institucionalmente el mayor fraude electoral en la historia de México.

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El petate del muerto

En estos días veraniegos en los que realmente no pasa nada importante en la política mexicana, lo que al menos seguirá sucediendo hasta mediados de agosto cuando las autoridades electorales realicen la asignación de legisladores por el principio de representación proporcional, ya que quitando algunas “batallas” locales que están bien calientitas, lo que sucede a nivel federal es una tensa calma en la que se espera el ya mencionado próximo episodio del proceso electoral. Pero como no sucede realmente nada, el gobierno saliente se ha encargado de asustar con el petate del muerto, y como siempre, ha hecho caer en su juego a quienes a los asustados. Claro ejemplo de lo anterior es la famosa reforma al poder judicial, la cual hoy en día ni siquiera sabemos si ve va a llevar a cabo o no, ya que para su realización depende de cómo concluya el proceso electoral, es decir, si se respeta la voluntad de los votantes no pasará nada y si el gobierno usurpa curules y escaños que no le corresponden, se va a hacer. Entonces, como no se sabe si se va a hacer o no, es que aplica decir que jueces, magistrados y ministros federales han sido espantados con el petate del muerto y, en consecuencia, se han expuesto a un espectáculo malsano que regocija enormemente al presidente y a sus compinches.

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Mayoría calificada

Vamos a suponer que consejeros y magistrados electorales sucumben ante los nada melodiosos gritos, no cantos, del gobierno y se suicidan fallando en contra de la voluntad de los electores y le otorgan la mayoría calificada al próximo gobierno para que pueda “refundar” al Estado mexicano. Seguramente, la próxima presidente (quien dice que ya no se pertenece a sí misma, bueno, en realidad sabemos muy bien que nunca lo ha hecho políticamente hablando, y sabemos también, a quien siempre ha pertenecido y a quien pertenecerá) podrá reescribir a placer la constitución, incluso al grado de que ésta sea irreconocible en relación a la que está hoy vigente. Y así, por ejemplo, después de pasar el cuarto de centena de reformas que le dejaron de tarea, bien podría presentar una iniciativa para permitir la reelección presidencial y así como buena pupila que siempre ha sido poder devolverle en el 2030 el poder formal a quien se lo está dando ahora. Obviamente, quedaría reformado el poder judicial federal con la magnífica idea de que jueces, magistrados y ministros sean electos por medio del voto popular siendo candidatos quienes designe el gobierno, el legislativo (también el gobierno) y el mismo judicial (en la segunda generación también el gobierno) y con estos nuevos togados propuestos por el gobierno y electos por el llamado “pueblo sabio” se acabarán los problemas de inaccesibilidad a la impartición de justicia.

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Cinismo veraniego

Después de la jornada electoral y de todas las ilegalidades que desembocaron en ella, lo cual desde luego les resta legitimidad a quienes salieron triunfantes y principalmente a quien ocupará la presidencia de la república, la Sra. Sheinbaum; ahora nos encontramos en una etapa en que en toda la política nacional reina el cinismo. Ya que cínicamente, se está discutiendo una reforma al Poder Judicial Federal que no va a resolver absolutamente ninguno de los problemas de acceso a la justicia que afecta al mexicano de a pie y en todo caso, los agravará debido a que no va a haber juez que lo defienda de alguna arbitrariedad cometida por el Estado. Ya se puede uno imaginar a alguien que resulte encarcelado debido a una difamación del circo matutino actual (o lo de lo que se le ocurra hacer a la Sheinbaum cuando asuma el cargo) que lo dejará en indefensión y sin un solo juez federal que se atreva a concederle un amparo o una suspensión debido a que les deberá el cargo a las estructuras del partido que formalmente, solo formalmente, estará a cargo de Sheinbaum o, peor aún, y ahí sí ¡Ay Nanita!, tendrán pavor al tribunal disciplinario o como se llame la porquería esa que quieren inventar para no solo correr sino también castigar al juez, magistrado o ministro que se salga de los lineamientos gubernamentales.

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La ilusión de los “ilustres”

Junto con los estériles foros sobre la reforma judicial, los cuales no por ser estériles dejan de tener interés debido a que en ellos seguramente van a exponerse ideas que en un futuro (cuando realmente se pretenda mejorar el sistema de justicia mexicano) pudieran llegar a ser útiles para mejorar el acceso de la población a la impartición de justicia, también se están llevando a cabo en formato de entregas semanales las designaciones de quienes conformarán los gabinetes de los ejecutivos federal y de entidades ganadas por el oficialismo. Llama la atención que la gran mayoría de los designados cuentan con altos grados de estudio académico o tienen reconocida alguna trayectoria política o en su especialidad. Con ello, aparte de distraer sobre el posible atraco a los votantes en las cámaras consistente en conformar una mayoría que los del gobierno de la transformación que no fue nunca ganaron en las urnas, se crea la ilusión de que el llamado “segundo piso de esa transformación que no fue y, me atrevo a decir, tampoco será en el próximo sexenio, será conformado por especialistas que aplicarán sus conocimientos y talentos para realizar lo mejor posible la encomienda asignada. Y ello es una ilusión, porque ante el entusiasmo generado por los extensos currículos de los designados, se pasa por alto que no se van a mandar solos y que quienes los han designado, aunque cuenten también con grandes estudios, tienen una carga ideológica tan alta que se confunde con una religión.

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