Narcopolítica y una brutal masacre
En los últimos años la política se ha convertido en uno más de los territorios que los diferentes grupos del crimen organizado se disputan con la misma violencia que las demarcaciones regionales y las plazas. Cuando los grupos delincuenciales comenzaron a interesarse en los procesos político-electorales, su atención se centraba en tener el control de las policías municipales, pues era eso lo que les garantizaba el paso libre de drogas, el tráfico de personas y sus demás “negocios” sin mayores contratiempos. Conforme pasó el tiempo y los “capos” acumularon más poder, se metieron a fondo y empezaron a controlar directamente presidentes municipales, regidores, legisladores y hasta gobernadores, que a cambio de millonarias sumas de dinero pusieron a los diferentes aparatos gubernamentales al servicio de los criminales. A la par de este fenómeno, la violencia criminal fue aumentando de manera exponencial en cada proceso electoral en cada vez más regiones del país. Si el o la candidata de un partido “amenazaba” con ganarle al “palomeado” por los delincuentes, la solución era –y sigue siendo- asesinarles. Como si fuesen integrantes de un bando criminal contrario. Algunas veces realmente lo fueron.
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