Endeudamiento en el “año de Hidalgo”
Cuando en su último año un gobierno decide contratar grandes deudas, eso no significa otra cosa que las finanzas públicas no se encuentran bien y que le dejará una enorme carga a la administración que le suceda. No solo eso. Varias historias de la política a la mexicana dan cuenta de cómo, tras hipotecar el futuro de sus gobernados, muchos ex funcionarios terminaron convertidos en grandes “empresarios”, dueños de prósperos negocios y exuberantes haciendas cuyo origen no puede tener otra explicación que el dinero mal habido, con cargo a los ciudadanos. Otro de los destinos de esos empréstitos suele ser la operación política. Los que se van quieren dejar en su lugar a aquellos que les van a cuidar las espaldas por sus atrocidades y atracos –o al menos, eso creen que van a hacer-, y para ello dilapidan el dinero en la compra de conciencias, en la coacción del voto, en el robo de la voluntad popular. No por nada, la picaresca popular mexicana “bautizó” como el “año de Hidalgo” al último del sexenio. No por ánimos patrioteros ni mucho menos. Sino porque la frase termina con un elocuente “pendejo el que deje algo”.
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