El Grito… y la temporalidad
La Grilla en Tabasco.
Como reportero estuve en casi todas las ceremonias de Grito de la Independencia de Carlos Salinas de Gortari, en ese salón desde donde se sale al balcón presidencial y por el cual caminaron solos, la noche del domingo, Andrés López Obrador y su esposa. Entonces, como siempre hasta ahora, quienes se encontraban allí mismo y aplaudían al mandatario mexicano, eran básicamente presidentes y embajadores de otros países, y algunos funcionarios.
No era “la corte del rey”, como se divulgó en redes sociales para hacer notar esa ausencia. Se trataba de invitados especiales que de esa manera felicitaban a la nación mexicana encarnada, sí, por el titular del Poder Ejecutivo. Protocolo y no precisamente culto a la personalidad. Así platiqué, entre otros, con el dictador Antonio Noriega, quien poco más de tres meses después fue derrocado mediante la invasión estadounidense a Panamá.
Años antes me ocupé de la cobertura informativa del sector diplomático y entendí la importancia del protocolo en las relaciones internacionales, como muestra del respeto que debe existir entre las naciones, en forma y fondo.
Durante el régimen de Miguel de la Madrid (mi permanencia como reportero de Excélsior y sus ediciones vespertinas ocurrió entre 1982 y 1992) también me tocó estar abajo, entre la gente, cuando todavía no se aplicaban estrictas medidas de seguridad. Esto, antes de que alguien, en pleno desfile, arrojara un bombazo contra uno de los balcones principales de Palacio Nacional, con saldo de personas quemadas.
Una de las cosas que me intrigó en aquellos tiempos fue la alegría, la felicidad de la gente; el entusiasmo, a pesar de las dificultades económicas acentuadas en tiempos de inflación galopante y violencia delictiva incontrolable. El pueblo se divertía, imbuido por el sentimiento de patriotismo, sin darse por enterado de la incompetencia y corrupción de sus gobernantes.
Nos referimos al régimen en el cual quien ejercía el poder, desde la Secretaría de Gobernación, era Manuel Bartlet, en tanto que las decisiones económicas provenían de la Secretaría de Programación y Presupuesto, bajo el mando de Salinas. De la Madrid se dejaba conducir, en esos seis años en los que la inflación llegó a 150 por ciento anual. Estaba en marcha el modelo neoliberal; había negociaciones para el Tratado de Libre Comercio con EU y la pobreza crecía.
En mi adolescencia, cuantas veces pude asistí a la ceremonia del Grito de la Independencia que Mario Trujillo daba desde Palacio de Gobierno. Casi por lo regular, llovía. Sin embargo, la gente -no éramos tantos- no perdía el entusiasmo. Y sin vallas metálicas de por medio, ese muchacho de 14, 15 años, llegó a estar incluso en el Salón de Recepciones, a pocos metros del gobernador, quien despreocupado se daba verdaderos baños de pueblo.
En alguna ocasión, no recuerdo bien si fue un 15 de septiembre o 24 de diciembre, entré de noche a la Quinta Grijalva junto con unos primos y participamos en la otra celebración. Ya como reportero, volví a hacerlo durante el gobierno de Leandro Rovirosa, quien con toda sencillez convivía con la gente. Total que para alguna eventualidad, por si alguien se ponía agresivo, estaba “Chalío”, su guardaespaldas quien aunque malencarado era todo un tipazo una vez que conocía a la persona.
Salvador Neme Castillo siempre me distinguió con su amistad. En 1979 publiqué en Presente una crítica hacia el entonces delegado del INI, y me llamó a casa a las siete de la mañana para recriminarme que cómo era posible que tratara mal “a alguien joven” como yo. En días posteriores, porque además otros conocidos me dijeron más o menos lo mismo, visité al hoy Presidente de la República en su oficina de Mazateupa.
Los cosas han cambiado. Se ha perdido oficio político y sensibilidad social. Cada día son menos los individuos dedicados a la actividad pública que no pierden el piso. Tanto en algunos ayuntamientos como en la administración estatal tenemos amigos en quienes reconocemos que no les ha pasado eso.
Por lo regular les sucede a quienes por mera suerte llegaron al cargo, como es el caso de prácticamente todos los legisladores y otros que no entienden que hoy están y mañana ya no.
Twitter: @JOchoaVidal