La política y sus disfraces
En el Llano.
Los medios de comunicación informaron el jueves 9 de agosto último que los presidentes saliente y entrante de México, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, se habían reunido ese día (por segunda vez) en Palacio Nacional para acordar:
El envío al Congreso de la Unión de la reforma para revivir la Secretaría de Seguridad Pública. López Obrador ya anticipó que al frente de este organismo estará el ex priista Alfonso Durazo Montaño.
Trabajar conjuntamente para la designación del Fiscal General de la República. En este punto, López Obrador reiteró su petición de incluir en la lista de las 10 personas que evaluará el Senado para elegir al fiscal general, a las tres que propuso para ese puesto durante su campaña: Eva Verónica de Gyves, Juan Luis González Alcántara y Bernardo Bátiz Vázquez.
“El proceso inicia con la selección que hace el Senado con 10 probables candidatos y vamos a procurar que en esos 10 estén los tres que dimos a conocer hace algún tiempo”, precisó el futuro presidente de México.
En los hechos, el presidente electo de México reiteró así su rechazo a que sea el Senado el que elija con autonomía plena al futuro Fiscal de la Nación. Ello significaría un retroceso importante porque la ciudadanía volvería a atestiguar el retorno del dedo todopoderoso del presidente en Turno para nombrar a quien tendrá la delicada responsabilidad de vigilarle la conducta y las manos al gobierno.
Numerosas voces de la sociedad y de analistas independientes han señalado que si López Obrador no rectifica su actitud, a todas luces antidemocrática, la anunciada lucha anticorrupción quedará en frases de campaña.
¿Ante qué estaría entonces la sociedad mexicana?
Alguna vez Luis Foix, respetado periodista español (ha sido director, director adjunto y subdirector del diario La Vanguardia), se refirió con agudeza a “El arte de la mentira política”, libro genial del escritor irlandés Jonathan Swift (1667-1745), reconocido mundialmente por su obra Los viajes de Gulliver (1726).
Comentó Foix, a propósito de la obra de Swift:
La mentira y la política suelen caminar juntas, son compañeras de viaje y no se estorban. Hay que mentir bien y conseguir que haya siempre un punto de verdad que esconda la mentira.
Se miente y se habla sin mesura. A pesar de las hemerotecas y de las evidencias. La política es como el periodismo. Lo que se dice hoy se puede corregir en la edición de mañana. Y si la mentira o falsedad no se puede disimular se publica una fe de erratas y aquí no ha pasado nada.
La mentira política se vive en todos los sistemas y en todos los países. El político miente como podemos mentir todos. Lo que ocurre es que la mentira política tiene efectos más devastadores porque se miente a toda una sociedad.
La célebre frase de Abraham Lincoln sobre la mentira política todavía resuena en los gobiernos y parlamentos de todo el mundo: “Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”.
En el caso que nos ocupa, yo me quedo con lo dicho por el novelista y poeta inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936): A algunos hombres los disfraces en realidad no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.
O dicho en otras palabras suyas: “La fantasía siempre es un hecho positivo y lo que a menudo resulta un fraude, es la realidad”.
Para reflexionar…