La violencia del régimen
Rúbrica
El régimen de la pretendida “cuarta transformación” ha demostrado en repetidas ocasiones su intolerancia hacia quien no comparte sus fobias y dogmas, y generalmente lo hace con altas dosis de violencia verbal, que después se traslada a sus seguidores más fanatizados que, esos sí, han estado dispuestos a que ésta llegue también al terreno de lo físico.
Las conferencias “mañaneras” del presidente Andrés Manuel López Obrador son el ejercicio más acabado de cómo se hace propaganda indiscriminada a través de la violencia. En lugar de informar, el mandatario ocupa un tiempo y recursos técnicos y humanos que se pagan con dinero público para ofender, para estigmatizar, para linchar y, en varias y documentadas ocasiones, para mentir acerca de quienes más que adversarios, considera y trata como enemigos.
El presidente no solo se pelea con molinos de viento. Una buena descarga de su violencia la reciben las y los reporteros –los de a de veras, no la fila de paleros que pone Comunicación Social para aplaudirle y hacerle ridículas preguntas a modo- que de vez en cuando logran entrar a las conferencias matutinas y más eventualmente aún, le puede hacer una pregunta real. De las que no le gustan.
De inmediato, la reacción del mandatario es intentar descalificar a sus interlocutores y a los medios en los que trabajan. Los más avezados, con mayor experiencia y que van bien preparados –lo cual cuenta muchísimo para resistir la andanada- han logrado salir bien librados del “paredón mañanero”. Pero lo que sigue entonces es una persecución digital de los bots, trols y textoservidores del régimen, que se coordinan para atacar y linchar en redes a quienes osaron “incomodar” al “líder amado y supremo”. En algunos casos, como mencionamos, han recibido también agresiones físicas cuando las hordas los identifican en la calle.
Estas conductas son repetidas por autoridades de todos los niveles, que ante el ejemplo de la sistemática injuria presidencial, se sienten libres para ser prepotentes, violentos y brutos. En el sentido más amplio de la expresión.
En más de una ocasión, en Veracruz hemos visto como el “valiente” gobernador Cuitláhuac García ha buscado acorralar y humillar a periodistas –y particularmente, a reporteras- que le preguntaron algo que no le gustó o que exhibió su incapacidad y la falta de eficacia de su administración.
No ha sido el único funcionario estatal que comete esta clase de exabruptos cuando es cuestionado. Cómo olvidar cuando también en una comparecencia, la contralora general del estado, Mercedes Santoyo, llamó “feminazis” a las mujeres feministas que reclaman el respeto a sus derechos humanos básicos, como el de una vida libre de violencia, que esta administración se comprometió a defender hace cuatro años, y en lo que evidentemente ha fracasado miserablemente. Si es que alguna vez siquiera lo intentaron.
Pero uno de los funcionarios más violentos –y grotescos- que hay actualmente en el estado de Veracruz es, irónicamente, quien tiene la responsabilidad de mantener la gobernabilidad y cuidar la concordia con todas las fuerzas políticas: el secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos.
Durante su comparecencia ante diputados para la glosa del cuarto informe de gobierno de Cuitláhuac García, Cisneros Burgos fue cuestionado por la diputada de Movimiento Ciudadano Ruth Callejas sobre información que ni siquiera es demasiada novedad: el altísimo nivel de violencia contra las mujeres que pervive en la entidad y que la mantiene en los primeros lugares nacionales en feminicidios y violencia de género.
La respuesta de Cisneros dio una muestra de por qué Veracruz se encuentra en esa situación: salió con que “gracias” al OPLE ella era diputada, que por la “voluntad” de Cuitláhuac García había mujeres en puestos de alta responsabilidad como el Tribunal Superior de Justicia –aunque omitió decir que las manipulan y hasta las amenazan para que hagan lo que les ordenan los hombres que gobiernan- y que sus comentarios y críticas se los enviara mejor a los gobernadores de Jalisco y Nuevo León, estados gobernados por Movimiento Ciudadano, mientras su coro de acarreados –como los que se van a llevar el domingo al zócalo a la marcha de la megalomanía- agredía a gritos a la legisladora.
Una escena similar a la de hace exactamente un año, cuando otra legisladora de oposición, la priista Anilú Ingram, lo cuestionó en ese mismo espacio sobre las numerosas denuncias por acoso sexual y laboral en la propia Secretaría de Gobierno. El tono majadero e intimidante fue el mismo, así como el linchamiento digital al que intentó exponer a la diputada.
La violencia del régimen van in crescendo. Y casi siempre, se ceba contra las mujeres.
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