La gimnasia y la magnesia

Desde a Janela

“Ya solo restan un año, siete meses y cuatro días para que se vaya a … su rancho”

Tendenciosamente tanto el presidente de la república como sus corifeos inducen a la confusión por medio de una narrativa engañosa al mezclar dos cosas que nada tienen que ver entre sí.

Y lo hacen al celebrar, incorrectamente porque no hay nada para celebrar, el fallo dictado por un jurado popular en Estados Unidos en contra de Gerardo García Luna y decir que con ello se justifica el golpe que pretenden darle a las instituciones electorales.

El engaño se descubre fácilmente si analizamos bien las cosas y para ello, debemos de partir de que el INE y el TEPJ son autoridades estrictamente electorales, ya que son los encargados de organizar y calificar las elecciones de las que emanan los poderes legislativo y ejecutivo.

Es decir, se trata de autoridades que se encargan de dar legitimidad a las autoridades cuyo cargo proviene de las elecciones populares, cosa que además han venido haciendo con los estándares más altos posibles y muestra de ello es que el sistema electoral mexicano hasta el día de hoy es un referente internacional del cual debiéramos estar orgullosos.

Ahora bien, las autoridades que organizan y sancionan las elecciones no tienen nada que ver con los partidos políticos y ciudadanos que a través de estos resultan electos por la ciudadanía para ocupar un cargo de elección popular ni mucho menos con las designaciones los electos llevan a cabo para conformar su equipo de trabajo.

En resumen, ni el INE ni el TEPJ son responsables de la actuación de ningún presidente, sus votantes indirectamente sí, pero las autoridades electorales de ninguna manera; es como en el fútbol, el árbitro valida o invalida los goles, pero ni es el autor de ellos ni tampoco es el responsable de que se anoten.

Luego entonces, no se puede sostener que la defensa del INE y del TEPJ es producto de “la derecha más rancia y ahora exhibida en Estados Unidos”, ya que esas autoridades únicamente se han limitado a organizar elecciones y validar el triunfo de quienes han sido los más votados y lo han hecho sin importar el partido o persona que haya sido más votado.

Incluso el mismo López Obrador debiera de morderse la lengua al estar azuzando a sus cada vez menos seguidores al decir que defender a las autoridades electorales es defender al régimen de corrupción, porque por una parte el suyo no es la excepción y de ello hay muchas pruebas y por la otra, hasta a él mismo le supo mejor su propia victoria en el 2018, ya que fue validada por unas autoridades incuestionables y no como las inoperantes que pretende dejar a quien le suceda.

Así que la defensa de la democracia no es cuestión ni de un bando ni de otro, en cuanto a las corrientes políticas se refiere; sino que se trata de una lucha entre los ciudadanos libres de cualquier partido, frente a un gobierno que pretende, por lo menos restaurar el sistema del viejo PRI, ese sí autoritario y corrupto.

Y hay que decirlo claramente, lo de García Luna no tiene absolutamente nada que ver con las marchas y manifestaciones populares de toda índole que se lleven a cabo para defender el gran sistema electoral que tenemos y lo que el presidente dice, lo dice porque sabe muy bien que con un sistema electoral imparcial y profesional como el que tenemos no es imposible que su partido repita en la presidencia de la república y en la mayoría de las cámaras, pero sí le va a costar mucho y también sabe que las probabilidades de que lo segundo suceda, son prácticamente nulas.

Por último, hay que entender que el López Obrador no quiere a nadie, ni si quiera a sus “tapones” o como quiera que les llame, porque en lugar de hacer política y dar buenos resultados para posibilitar la victoria legítima de su fuerza política, lo que busca es dejar a su sucesor exactamente de la manera contraria a la que él llegó, es decir, producto de unas elecciones cuestionadas y, por ende, con una legitimidad disminuida.

Así que no hay que dejarse engañar por la verborrea totalmente mal intencionada que sale cada mañana de Palacio Nacional, en la que se pretende confundir la gimnasia con la magnesia, y, en consecuencia, defender desde cualquier trinchera a la democracia mexicana.

Como un comentario aparte, al principio señalé que no hay nada que celebrar por la condena de García Luna y no hay nada que celebrar porque esa condena en realidad es en contra de todas las autoridades mexicanas; García Luna es un eslabón más en una cadena en la que también están Cienfuegos, Bartlett, Beltrones (quienes ni de chiste viajan a Estados Unidos) y falta ver qué pasa con las actuales autoridades, porque lo que es cierto es que el México actual es aún más violento que el que le tocó a García Luna y también es notoria la amistad del presidente de la república con la principal familia del crimen organizado.

felfebas@gmail.com

Twitter: @FelipeFBasilio

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