Rifa de un avión sin avión: ¿genialidad o tomadura de pelo?
La manera en que se instrumentó el asunto del sorteo resultó desastrosa por la improvisación y la precipitación
De que es surrealista, lo es. López Obrador informó el pasado viernes que en la rifa del avión presidencial el premio no será un avión, a pesar de que el boleto que se había presentado días antes rezaba “premio mayor, avión presidencial” y la imagen de la aeronave de Peña Nieto apenas cabía en el cachito de lotería diseñado. Los 100 ganadores obtendrán 20 millones de pesos cada uno, que saldrán del fondo que existe en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep). ¿El dinero recaudado servirá para pagar el avión? Se preguntará usted. No, será utilizado para equipar a hospitales y clínicas del Insabi. ¿Y entonces que tiene que ver todo esto con el avión? Nada, después del sorteo el avión seguirá a la venta, esperando la llegada de algún comprador.
¿Y para qué seguirle llamando “rifa del avión”? En teoría, de lo recaudado se tomarán 200 millones de pesos por año que exige el mantenimiento del avión, aunque también se dijo que las rentas ya comprometidas son de 200 millones con lo cual se pagaría el mantenimiento.
En la práctica no hay razón para hacer un sorteo con el pretexto del avión, salvo intentar rescatar al Presidente del atolladero en que se había metido al hablar de un sorteo del incómodo avión que no se había podido vender como se prometió en campaña. La imagen del boleto presentado el viernes ya había cambiado, pero la foto seguía siendo la misma, salvo que ahora afirmaba “equivalente al valor del avión presidencial”. El remedio ha salido peor que la enfermedad. Es loable el propósito presidencial: deshacerse de una aeronave absurda y faraónica, símbolo de la corrupción y el dispendio. Pero la manera en que se instrumentó el asunto del sorteo resultó desastrosa por la improvisación y la precipitación. Parecería que los deseos del Presidente corrieron más deprisa que el margen de lo posible o la capacidad de sus colaboradores.
Bueno, al menos la rifa habrá sido un buen pretexto para dotar de equipos médicos a los hospitales públicos, dirá usted. Tampoco, el resultado económico del sorteo será irrelevante por donde se le mire. Un simple ejercicio de sumas y restas lo demuestra. De hecho, de manera involuntaria lo hizo el propio Jorge Mendoza, director de Banobras, cuando los reporteros le pidieron detalles: si llegase a tener éxito total la venta de 6 millones de boletos se recaudarían 3 mil millones de pesos, a los que habría que descontar 130 millones de gastos, otros gastos no precisados (supongo que se refería a comisiones de vendedores de lotería) y el pago de impuestos para que los ganadores se lleven los 20 millones de pesos libres, algo que AMLO había ofrecido. Mendoza dijo que existen tres tipos de impuestos, entre ellos el ISR que los organizadores tendrían que enterar (al parecer 1 por ciento) y el 6 por ciento de un impuesto en la Ciudad de México, lo cual significaría en total otros 140 millones. Pero a eso habría que añadir 30 por ciento contra las utilidades del sorteo, que Mendoza señaló, pero no calculó: ascenderían en libros a cerca de 2 mil 500 millones, es decir poco más de 700 millones de pesos de impuestos. Pero eso no lo dijo. De sus palabras se desprende que la recaudación libre de gastos apenas llegaría a los 2 mil millones de pesos (a menos que negocien el tema de impuestos, cosa que intentarían, afirmó), pero él se las arregló para decir que se entregarían 2 mil 400 millones a hospitales y quedarían 200 millones para alguna contingencia. Del avión presidencial, ninguna palabra.
2 mil 400 millones para equipo médico no está mal, incluso si resulta mucho menos, ¿no? En efecto, pero para eso no teníamos que hacer una rifa. 2 mil millones están saliendo del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado; nos habríamos ahorrados todo el tinglado si en lugar de pagar a los premiados ese dinero se hubiera destinado a la compra de material médico. ¿Y los 400 adicionales? Primero, está por verse si van a salir de los saldos de la rifa y, segundo, incluso si se consigue el milagro, habría que preguntarse si todo esto justificó el costo político y el esfuerzo.
Se estableció esa cifra (2 mil 400 millones, de los cuales en realidad 2 mil están saliendo del Indep) no porque haya posibilidades de llegar a ella con la rifa sino porque ese es el valor de mercado del avión presidencial; eso permite sostener el espejismo de que el sorteo equivale a trocar una aeronave satanizada por equipos médicos tan necesitados. Pero en realidad se están sacando los recursos de otro lado.
Justamente es tan endeble la operación económica que se tuvo que recurrir a otros fondos para llegar a una bolsa de 5 mil millones (2 mil del Indep y 3 mil del sorteo, en teoría) y poder asegurar la compra de 2 mil 400 en bienes destinados a la salud pública. Algo que se pudo haber hecho por otras vías mucho más eficientes. El Presidente ha dicho que se necesitan 13 mil millones para equipar instalaciones médicas. Los 400 millones que se van a obtener si todo esto tiene éxito (insisto, los otros 2 mil proceden del Indep), algo dudoso si consideramos las cuentas alegres que se están realizando, habrán sido una gota comparados con la inversión de tiempo y recursos.
Lo cual nos lleva a la pregunta inicial. ¿Nos metimos en este berenjenal por la cobardía o ineficiencia de algún colaborador, incapaz de sentarse con el Presidente y hacerle ver la imposibilidad de la rifa de un avión antes de que él mismo se enredara con sus palabras y sus buenas intenciones? ¿O se trata de una estratagema brillante para que la conversación pública se obsesione con el tema mientras su gobierno afronta problemas más urgentes?
Al Presidente le urge ganar tiempo para que sus políticas de seguridad pública y activación de la economía comiencen a dar resultado antes de que se frustren las expectativas. Mientras nos preguntemos qué haríamos con 20 millones y los memes se ocupen del avión, la 4T consolida su Guardia Nacional, avanza el proyecto Interoceánico en el Istmo y construye el Tren Maya, aeropuerto y refinaría, entre otros. ¿Genialidad o tomadura de pelo?
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