La independencia III

Foto: Caracteristicas.co

Desde a Janela

En esta serie de entregas hemos abordado la incongruencia de la historia oficial en relación  a la independencia de México y así mismo delimitamos lo que fue la verdadera guerra de independencia, misma que fue entre 1812 y 1816, siendo precedida por alzamientos motivados por la anarquía que producía el desorden institucional en que se encontraba España y que fue sucedida por pequeñas acciones guerrilleras que se fueron desactivando poco a poco y que de no haber sido por el Plan de Iguala, el proceso irremediablemente hubiera terminado con la pacificación general de la Nueva España.

Lo natural sería que en esta ocasión se tratara el Plan de Iguala, el Ejército de las Tres Garantías y la final consecución de la independencia; más hacerlo sin abordar al odiado y desconocido enemigo que narra la historia oficial: los realistas; todos estos comentarios quedarían en la misma situación de la historia oficial, serían inconexos y carentes de toda lógica, ya que seguiría siendo inexplicable la independencia.

Pues bien, esta ocasión la ocuparemos para escribir sobre el ejército realista, su composición, sus fines, sus contradicciones internas y la importancia que tuvo para contener a la insurgencia y que a la larga fue el pilar de la independencia.

En el imaginario popular se ha inculcado por parte de la historia oficial nacionalista y revolucionaria que la guerra de independencia fue un conflicto entre independentistas americanos contra fuerzas de la metrópoli, es decir existe la creencia generalizada que los “héroes que nos dieron patria libertad” lucharon contra ejércitos españoles, ya sea destacados aquí o enviados desde España para controlar las sublevaciones, mismos que por su profesionalismo y demás atributos fueron capaces de doblegarlos y luego martirizarlos.

Creencia que además se ve respaldada por la mucho más difundida independencia estadounidense, en la que sí fueron enviados verdaderos ejércitos y flotas desde Inglaterra para controlar la situación o incluso por las recientes experiencias colonialistas en África y el sureste asiático, lugares en los que las metrópolis europeas, sí destacaban ejércitos y sus guerras de independencia se llevaron a cabo enfrentándolos y venciéndolos en condiciones de desventaja, el caso de la guerra de Argelia es muy ilustrativo al respecto.

Sin embargo, la situación en la América Española de principios decimonónicos no era ni remotamente la misma, ya que en el momento en que sucedieron los alzamientos insurgentes, la metrópoli estaba incapacitada para llevar a cabo cualquier tipo de reacción, o sea como se dice coloquialmente, ni las manos podía meter.

En primera, porque desde 1808 el ejército borbónico había sido disuelto por la invasión napoleónica y por ende los contingentes militares aquí establecidos quedaban como meros instrumentos de defensa, sin siquiera saber a quién obedecer y mucho menos esperar refuerzos venidos de Europa, máxime que en España hubo una guerra civil primeramente entre nacionalistas y partidarios de los franceses y luego su derivada entre liberales y absolutistas; lo cual hizo imposible cualquier envío significativo de tropas a América.

Esa situación nos lleva a preguntarnos y ¿entonces quiénes conformaban los ejércitos aquí acantonados y que con el devenir de los hechos se iban a volver los realistas? Siendo la respuesta que eran tropas que eran reclutadas y mantenidas aquí mismo y que principalmente estaban destinadas para defender el entonces reino de cualquier invasión, principalmente napoleónica, y en menor medida para conservar el orden público.

Siendo su composición, y aquí está lo más interesante del asunto, hasta de un 90 por ciento de americanos tanto entre tropa como en oficiales; en pocas palabras, eran ejércitos novohispanos que sí tenían adiestramiento militar pero que de ninguna manera eran lo que se conoce como tropas colonialistas.

Y estas tropas regulares posteriormente fueron complementadas con las milicias que en cada pueblo, villa y ciudad se levantaron para defenderse de los ataques de los insurgentes, no hay que olvidar que hordas como las de Hidalgo arrasaban con todo a su paso, mismas que después sirvieron como contraguerrillas para reducir a los grupos aislados de insurgentes.

También en honor a la verdad, hay que decir que una vez que en España derrotaron a los franceses, la metrópoli pudo enviar tropas para apoyar a los realistas novohispanos, más esas tropas eran batallones y compañías que esporádicamente pudieron embarcar y nunca pasaba de estar compuestos por 600 a 800 hombres y se mandaron muy pocas y que lógicamente no fueron significativas para un ejército realista que se calculaba de entre 28,000 y 30,000 elementos sumados entre tropa y milicias.

Como dato de interés para veracruzanos y jalapeños en particular, les comento que uno de esos batallones fue el “Asturias” que operó por estas tierras y que fue destruido en acción por los independentistas; en alguna otra ocasión platicaremos su interesante historia.

Continuando con nuestro tema es importante mencionar que el ejército realista fue organizado para responder a los alzamientos por el primero brigadier y luego virrey D. Félix María Calleja del Rey, quien destacó como estratega e incluso políticamente para pacificar la nueva España.

Ahora bien y para concluir con esta breve exposición de las fuerzas realistas hay que contestar a la pregunta de ¿Por qué combatieron a los insurgentes si es que eran americanos y los americanos deseaban la independencia?

Siendo la respuesta que en la Nueva España no había ni conciencia ni necesidad ni mucho menos el deseo de independizarse en ese momento, sino que por el contrario lo que se buscó por la mayoría de la población una vez que iniciaron los levantamientos, fue mantener el orden establecido y restaurar la paz en donde hubo perturbaciones y tan es así que solo muy pocos oficiales de rango bajo se sumaron a los alzamientos, permaneciendo fieles a las instituciones de ese momento  más del 90 por ciento del ejército.

Y ese deseo de conservar el orden establecido se debió a que como dijimos en la primera de estas entregas, tanto la Nueva España como el Perú estaban muy integrados a la monarquía española y esa fue la razón por la que en ambos reinos, a diferencia de otras periferias, fracasaron los intentos insurgentes y solo situaciones de otra índole iban a lograr su independencia: en el Perú la invasión por parte de sus vecinos y en la Nueva España la anarquía que se vivía en la metrópoli pero esto último lo platicaremos en la siguiente y última entrega de esta serie sobre la independencia de México.

felfebas@gmail.com

Twitter: @FelipeFBasilio

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.