El sátrapa de Veracruz
Cuitláhuac García se escribe con una S mayúscula, de Sátrapa. Gobierna Veracruz de manera déspota, resguardado en el regazo político del presidente Andrés Manuel López Obrador. Es arbitrario y atrabiliario, ensoberbecido por un poder regalado que es, sin embargo, finito. ¿Qué pensará el gobernador García? Ni la protección de López Obrador durará para siempre, ni el blindaje que hoy le provee el Presidente será indestructible. Pero los abusos de poder en los que ha incurrido y los excesos retóricos al atacar a todos, no pasarán al olvido. La violencia verbal del Presidente ha hecho escuela entre los advenedizos subordinados a los que encumbró en el poder, para tener en ellos réplicas de sí mismo y multiplicar sus ataques contra todo aquello que le disgusta, molesta, incomoda, o que se atraviesa en sus planes. García se ha convertido en su alumno más adelantado, quien actúa con menos rubor y pudor porque no hay consecuencias políticas y legales que por el momento frenen su actuar. Por el contrario, el Presidente protege a su pequeño sátrapa veracruzano, a quien considera un gobernador como hacía mucho no tenía Veracruz. Tiene razón López Obrador, pero por diferentes razones. Hacía mucho no tenía Veracruz un gobernador tan autoritario –en una tierra de caciques autoritarios–, que atacara a todos los críticos, disidentes o libre pensadores, por el hecho que, como el modelo que tiene en Palacio Nacional, no están hincados a sus pies. Pero como sucede con López Obrador, el poder no es para siempre, y cuando se evapore, la realidad y las cuentas pendientes lo alcanzarán. García ha estado en el ojo público desde mayo, cuando como mascota del inquilino de Palacio Nacional organizó una charada en la Suprema Corte de Justicia donde colocó metafóricamente el cuerpo de la presidenta del tribunal, Norma Piña, en un féretro.
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