Los desastres naturales

El desosiego social es cada día más sórdido porque cada año se presenta el mismo círculo vicioso trágico que socavan los fenómenos hidrometeorológicos a la mitad de los 212 municipios del estado.

Es evidente la sevicia mediática contra los poderes públicos que a estas alturas han sido incapaces para enfrentar y remediar  los males endémicos de la naturaleza que, provocó en parte la mano del hombre.

Los regímenes en Veracruz no han podido abonar, con el respaldo de estudios de investigadores universitarios, la restauración del medio ambiente y de los ecosistemas. La deforestación sistemática, para privilegiar las manchas urbanas, ha sido uno de los factores que alteraron el hábitat.

En el siglo XX, en los años 90, estudiosos y especialistas alertaron la crecida de mares provocada por el efecto invernadero y el cambio climático que concatenó el deshielo de los polos terrestres, lluvias atípicas, tsunamis y tornados para tomar medidas preventivas.

En teoría se tomó el anuncio con cierta frivolidad y apocalíptico como de ciencia ficción, pero en lo pragmático se minimizaron la ejecución de programas y dineros públicos que pudiesen haber salvado el medio ambiente.

Pero poco o nada se hizo para proteger a los asentamientos humanos irregulares de las localidades rurales de la entidad, que cada año son sacudidas por la fuerza de los fenómenos naturales por invasión del curso de los cuerpos de agua.

Hoy es patético que las principales localidades de las cuencas de los ríos hayan sido rebasadas por la temporada de huracanes, cada año con mayor fuerza e intensidad de las lluvias, ante la incapacidad de los poderes públicos de los tres niveles de gobierno para contenerlos.

Dineros públicos ha habido de sobra en Veracruz para resolver en parte las inundaciones de los municipios que se encuentran ubicados en las cuencas de los principales ríos y lagunas. Pero las mejorías han sido nimias, magras, comparado con la gravedad.

En las últimas tres décadas, partiendo de los gobiernos de Patricio Chirinos Calero (1992/98), Miguel Alemán Velasco (1998/2004), Fidel Herrera Beltrán (2204/2010), Javier Duarte (2010/2016) y el actual Miguel Ángel Yunes Linares (2016/18), la obra hidráulica construida no cubrió las expectativas de la población, ni al 50 por ciento de sus reclamos.

Las grandes obras de las cuencas de los ríos cayeron en la opacidad, falta de transparencia, rendición de cuentas, mala calidad —como lo vemos en carreteras estatales o calles de las localidades— y, en suma, la corrupción las devoró. La práctica común sexenal y municipal: surgimiento de la nueva élite de ricos.

¿Cómo es posible que no se hayan podido reducir los embates de las inundaciones mediante diques, dragados, motas, barreras metálicas, embalses reguladores y mejora de la capacidad de desagüe de los cauces fluviales? ¿Acaso no hay la suficiente capacidad para poder enfrentar los fenómenos naturales?

En los países bajos como Holanda, que se encuentra a nivel del mar, de acuerdo con estudios, pudo enfrentar con éxito los desafíos del cambio climático. ¿Por qué en Veracruz no aprovechamos el escurrimiento de los ríos que provienen del norte del país y desembocan en el Golfo de México para combatir el estiaje de agua potable?

Por varias décadas han sido devastadores, trágicos y sombríos el paso de los fenómenos hidrometeorológicos en la entidad, pero la ineficiencia, corrupción, soberbia e indolencia de los gobernantes en turno han complicado la operatividad de las cuencas hidrológicas de los ríos.

Desde el punto de vista sociológico, según los investigadores Benigno E. Aguirre y Jesús Manuel Macías, los desastres naturales presentan una caracterización de la vulnerabilidad compleja y multidimensional en donde se iguala la vulnerabilidad con la pobreza y se asume que las víctimas no son responsables de sus vulnerabilidades, sino que sus vulnerabilidades son resultado de desigualdades sociales.

Este paradigma subraya la identificación de los responsables de la creación de los riesgos y de las vulnerabilidades de las poblaciones para reclamar que las sociedades en desarrollo son más vulnerables que las desarrolladas; son más dependientes y, en un sentido histórico, víctimas de estas últimas.

Hay una debilidad de un Estado subdesarrollado y la incapacidad o poca disposición de sus gobiernos para cumplir con sus responsabilidades en la prevención de los desastres y la mitigación, advierten.

En este epílogo, el colectivo mediático mantiene una actitud de desaliento y pesimismo porque los gobiernos en turno pudieron haber resuelto en gran parte el complejo ajedrez hidráulico para potenciar a Veracruz. Sólo fue un entramado. Una entelequia.

Con el escurrimiento de más de 40 ríos que desembocan al Golfo de México, se puede triplicar la generación de energía eléctrica, más barata y abatir los elevados índices de pobreza extrema en Veracruz. Pero en este tránsito se ha impuesto la corrupción, el revanchismo, la descalificación e ideología partidista, por encima del interés colectivo.

El emblemático mes de octubre no sólo es de “noche de Luna en Xalapa”, sino la presencia de desastres naturales y la víspera de que asuma el poder el morenista Cuitláhuac García Jiménez al frente del Poder Ejecutivo del estado, el 1 de diciembre de 2018.

Las cuencas  de los ríos no son la adversidad de la población sino los mares de corrupción de una clase política que ha lucrado por décadas de los fenómenos naturales, en nombre de los marginados, oprimidos y desposeídos. ¿Habrá que ver que planes nos depara el nuevo sexenio para reducir la destrucción de la biodiversidad y de los hábitats?

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