Las pifias del equipo (in) moral de Cuitláhuac

Con la llegada de Morena por primera vez al frente del Poder Ejecutivo del Estado (2018/2024), todo mundo pensó ingenuamente –opositores, críticos, malquerientes y ciudadanos sin partido- que Veracruz cambiaría con una nueva moral pública.

Rompería paradigmas para oxigenar la erosionada función pública, el intríngulis del aparato político y acabar con el enriquecimiento explicable y abuso de poder de los servidores públicos.

Fue una de las demandas centrales de los veracruzanos que se reflejaron en las urnas el 1 de julio de 2018, para expulsar a los moralinos, revanchistas y viscerales de la derecha del PAN del gobierno de Veracruz.

La sociedad civil y ciudadanos de a pie sufragaron por Morena para garantizar en la entidad una nueva moral pública, que tanta falta hace en el poder público. 

No le dieron un cheque en blanco para que cometa los mismos trastupijes, corruptelas, impunidad y doble discurso que ejercieron sus antecesores de las cúpulas  del PAN y PRI con su avaricia y depredación.

Morena con su novel góber Cuitláhuac García gobernaría en casa de cristal, puertas abiertas, sin las odiosas Torres de Marfil o síndrome kafkiano. Pero, a más de 365 días de haber sido ungido como gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, ha sido un antípodas de la nueva moral pública.

Por derecho de sangre, emulando al defenestrado expresidente José López Portillo (1976/82) y Porfirio Muñoz Ledo, oficializó como primera acción de su gobierno el lacerante nepotismo en la subsecretaría de Finanzas y Administración con uno de sus primos y el resto de su parentela en otros cargos estratégicos del aparato político.

Su padre, el exdiputado local perredista, Atanacio García, funge como secretario sin cartera, con una percepción privilegiada, lleva asuntos neurálgicos del gobierno para descargar la carga de la agenda de trabajo de su hijo, el gobernador.

El nepotismo, la transparencia, la rendición de cuentas y la nueva moral contra la corrupción sólo es una retórica populista del discurso de Cuitláhuac y su inmoral equipo de colaboradores, que vienen siendo peores que los depredadores del PAN, PRD y del PRI. 

En los 365 del año que culminó, Cuitláhuac y sus brillantes alfiles han venido cometiendo pifia tras pifia, traspiés y deslices. Tal parece que no tiene asesores en hermenéutica,  en ciencias políticas o, de plano, se pasa por el arco del triunfo el débil estado de derecho.

Paradójicamente sus operadores son veracruzanos desarraigados, que emigraron del Estado hace más de 30 años y, en otros casos, son personeros ajenos de Veracruz, apoyados por la cónyuge de AMLO –el titular de la SSP, es uno de ellos-, la moral que se ejerce acaba convirtiéndose en inmoral.

Empezando el naciente año 2020, el primer círculo allegado a Cuitláhuac volvió por sus falaces correrías sin que la autoridad (es) aplicara ejemplar sanción conforme a derecho.

Desde finales de año 2019 y principios de 2020, al CECAM y a los principales hospitales de la entidad se les dejó de suministrar medicamentos específicos contra el cáncer y VHI/Sida. Resultado: varios pacientes fallecieron por falta oportuna del medicamento.

La justificación irrisoria no podía faltar. Según el titular de la Secretaría de Salud, Roberto Ramos Alor, todo se debió al robo de medicamentos de las bodegas de la SSA en Xalapa, que secundó el góber, el cual acusó de una maquinación intencional de su antecesor panista.

En suma, la falta de medicamentos del CECAM obedeció a un complot. Pero los traspiés del góber y su novel equipo no dejan de sorprender a tirios y troyanos, en actos que no son casualidades sino causalidades.

Sorprende la tolerancia que se le da a la administración del Velódromo –un elefante blanco herencia del preso 2010/16, el exgóber Javier Duarte-, para ser utilizado sin ningún pudor para fiestas y orgías etílicas por los servidores públicos del Poder Ejecutivo del Estado, en lugar de ser utilizado para su cometido deportivo.

Si su construcción fue mal planeada y fue un fraude para el deporte estatal y nacional, que es otro cantar, ya se hubiera puesto en venta y utilizar los recursos para programas sociales o pagar a los proveedores. Pero no utilizarlo para las francachelas de los funcionarios de la 4T.

Sin recato alguno y haciendo alarde del “pinche poder”,  el encargado del Acuario de Veracruz invitó a su parentela y amigos a una fiesta etílica con luz y sonido en las instalaciones del inmueble que resguarda a cientos de especies marinas, poniendo en peligro la vida de la fauna que es admirada por el turismo local y nacional.

El Acuario fue planeado desde la década de los 80, fue inaugurado el 13 de noviembre de 1992 al final de la gestión del góber interino Dante Delgado (1988/92), ampliado en el año 2000 con Miguel Alemán Velasco (1998/2004) y fortalecido en noviembre de 2009 con un centro de investigación por Fidel Herrera Beltrán (2004/2010).

El epílogo de un año y 11 días del gobierno morenista, ha sido devastador, para los 8 millones de veracruzanos, por los retrocesos sociales y la falta de cumplimiento de los ofrecimientos que se sellaron en la campaña proselitista.

Los fatídicos errores, traspiés y deslices de Cuitláhuac son atribuidos en parte a la curva del aprendizaje –que se ha convertido en ‘lento aprendizaje’ con graves costos sociales-, pero si se predica con la nueva moral pública para rescatar a Veracruz del tobogán, es hora de que se aplique a la omisión, comisión o casualidad de los servidores públicos de la 4T, la causalidad.

Lo demás es tramoya, parodia o retórica demagógica de los morenistas.

Gaudencio García Rivera

gau41@hotmail.com

Twitter:@12horasver

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