La otra historia que se necesita ser contada

Crónicas Ausentes 

A propósito del retorno del aciago demiurgo del mexicano y la

clínica de lo social 

Lenin Torres Antonio 

Independencia, Reforma, y Revolución, los tres mitos fundantes de la historia de México, los hemos llamado, los grandes movimientos sociales, económicos y políticos de México como un “País independiente, soberano y republicano”, y los describimos como los momentos históricos que hicieron transitar a México de “forma violenta”, la Independencia, de la servidumbre a la península Ibérica a la autonomía y el intento de construcción de un Estado propiamente mexicano, el rescate de la mexicanidad; la Reforma, que establece la secularidad de las instituciones públicas, el tránsito de dios a la razón, la separación entre el Estado y la Iglesia, y el fin de la dictadura de Santana; y la Revolución, el fin de la dictadura de Porfirio Díaz y el inicio de la instauración del Sistema Democrático, y la adopción de la república, con la peculiaridad de la “no reelección. 

Incluso nos sentimos orgullosos y pletóricos cuando el 15 de septiembre unísonos repetimos “vivan los héroes que no dieron patria y libertad”, acompañado de un “viva Hidalgo”, faltando agregar, “viva el criollo hispano Hidalgo”, etc., etc., y recordamos a Santana y a Porfirio Díaz como los antihéroes vende patrias y dictadores fascistas, en el inconsciente colectivo nos describimos como un país que progresivamente llegó a la edad adulta de los mitos fundantes del estado y la democracia a través de esas etapas históricas, y principalmente, a través de la revolución, aun cuando el que tenía las ideas claras de lo que era la democracia y la república hubiera sido asesinado inmediatamente, Francisco I Madero, y olvidándonos que sus asesinos y los señores de la guerra, en un acuerdo visceral se repartieran a México en feudos de poder, y esto, fuera paradójicamente el inicio del México moderno. 

Lo anterior es la historia que hemos machacado a rajatabla para olvidar “la otra historia” que hoy nos negamos a aceptar y queremos a través de un imposible, el regreso en el tiempo, volver a sus momentos más narcotizantes y culmen: el retorno del “buen oficio de la política”, capaz de mantener el equilibrio entre los intereses privados y los públicos, ¡si esto es posible de concebir en toda teoría política!, momentos surrealistas que sólo en México era y quiere que siga siendo posible, e incluso de teorizar y que formara parte de la normalidad; y el aborto de la esperada, ¡la gran político!, el concepto favorito e imaginario de los teóricos de la política. Un retorno esperado y que están trabajando aún contraviniendo el principio de no contradicción (el regreso en el tiempo y de los tiempos) los grandes desfavorecidos del arribo al poder público de AMLO, un principio de no contradicción vital aun en la demisión de lo social y lo público para entender lo real y no enloquecer, y crear mundos surrealistas de donde no queramos nunca salir hasta que lo real nos vuelva a “patear el trasero”,  volver “al gran oficio de la política” significa como bien lo resume el filósofo y “político” Layín, “robar poquito”, y mantener las redes de complicidad y control para parecer que se hace, y mantener el statu quo de la dictadura perfecta, la imagen más emblemática es la del  gran “tejedor fino”, “Don” Fernando Gutiérrez Barrios y los ideólogos de cabecera Jesús reyes Heroles y Manuel Gómez Morín. 

Y no estoy hablando del regreso de los tecnócratas, los herederos mal preparadas del relevo generacional de esa clase política “tejedora fina”, con un buen oficio político impecable e “intachable”, tecnócratas quienes ahora son los apestados y los chivos expiatorios en cualquier apología y reivindicación del PRIAN, sino del retorno del “buen oficio político”, que mantuvo en el poder por más de 100 años a los espíritus y los cuerpos de los señores de la guerra y la banda de hermanos que se pusieron de acuerdo para dar muerte al padre de la horda moderna (primitiva). 

Esa clase política con “buen oficio para gobernar” y “mantener el equilibrio” entre los intereses públicos y sus intereses privados (robar poquito), desafortunadamente para ella, no prepararon los relevos generacionales que les permitieran otros 100 años de poder, y dejaron que “el buen oficio político” se contaminara con la corrupción desmedida, el relevo consanguíneo (heredar el poder a sus familiares, hijos, hermanos, etc.) y el relevo pulsional (heredar el poder a sus amantes, novias, amiguetes, etc.), dejando que “el hacer parecer que se hacía” se colapsara, y que el Estado y sus Instituciones que funcionaban, aun en la medianía, dejara de funcionar totalmente y los rezagos históricos acumulativos en todos los indicadores públicos se desbordaran. ¡Los excesos los perdieron!, y los fernanditos (Gutiérrez Barrios) fueron simples caricaturas y malas copias. La realidad (la degeneración y el empeoramiento de los problemas de México: pobreza, violencia, y marginación, principalmente) nos y les escupieran a la cara, y el poder público lo perdieron, y ahora quieren retomarlo, por eso digo que el regreso nunca será una opción para México menos con “los mismos” y con “lo mismo”.  

Desmitificar tienen que ser un asunto de salud pública, la verdad es que hemos hecho “política” desde un provincianismo que en nada nos diferencia de la política de los talibanes, u otra sociedad que vemos de reojo como involucionada y primitiva, dogmática y primitiva, así que desmitifiquemos, en ese sentido, por ejemplo, la revolución mexicana fue la revolución de los señores de la guerra, en ese sentido fue la legitimación a través de la democracia del poder de unos cuantos. 

El sistema democrático en México siempre ha sido un discurso más no una realidad que busque la igualdad y la justicia para todos, la historia demuestra que la democracia ha servido para legitimar el poder a grupos de caudillos de feudales organizados en partidos políticos, pero que al final de cuenta nunca han representado los intereses del pueblo y de la sociedad, tan es así que el proceso de degeneración de esa clase política y esos caudillos en el poder ha hecho de México un país en franca decadencia. 

Pero no es cosa fácil como lo vemos en el tema de la igualdad de género, reescribir la historia, o contar “otra historia”, ni mucho menos desmitificar, puesto que los humanos como seres construidos desde y con el lenguaje, estamos atrapado en un mundo que construimos a partir de los significantes que determinan nuestra realidad subjetiva, y nuestro marco imaginario, que bien puede como en el sueño ser desfigurado o presentarse con tan realidad que creamos que eso es lo verdadero. 

Hace un tiempo comenté que la dimensión de la clínica no era un asunto secundario en el problema de México, porque asumir otra identidad requiere como todo proceso de decontrucción partir con lo que se tiene: el lenguaje, la naturaleza humana y la phisis, esto implica volver por nuestros mismos pasos siendo otro y no es tarea fácil.  

No es fácil posibilitar otra conducta del mexicano, que asuma otra forma de verse y de vernos, la pregunta ante el espejo que se hace México es traumática, por nunca aceptaremos que somos eso que somos, eso visceral, pulsional, asocial y egoísta, que la historia que contamos es vulgar y una gran mentira, que nuestra mirada está más en el pasado que en el presente o en el futuro; que falseamos nuestros males y que carecemos de memoria histórica cuando menos en reconocer que ese pasado está presente y es en mucho responsable de nuestros males.  

No es fácil hacernos despertar, más cuando nuestra identidad aún continúa construyéndose y perdida, las resistencias son enormes, y la amnesia un problema de salud pública.  

Marzo de 2020 

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