El periodismo en los tiempos de la IV-T
Cuando esta columna ya haya sido divulgada en estas páginas y los caminos del ciber-espacio, estaré rumbo a Pachuca, Hidalgo, para participar en la Semana de Periodismo convocada por la agencia Quadratín.
Las jornadas de análisis y actualización profesional tienen un nombre ambiguo: “Uniendo periodistas”.
En la inauguración, ayer, en el auditorio Gota de plata, Francisco García Davish, director general de esa agencia informativa, habló de la necesidad de unir al gremio “ante las vicisitudes que se presentan” en la actualidad.
En mi participación comentaré cuáles son —según yo—, las actuales condiciones para el ejercicio profesional frente al auge de los beligerantes misioneros de la Cuarta Transformación. Hoy hay amenazas por todas partes.
Una, la más obvia: la eliminación física de tantos compañeros de distinto nivel y especialidad, pero cuyas muertes nos ofrecen una negra contabilidad ante la cual el gobierno permanece impávido como una momia.
Con la muerte de periodistas el gobierno —cuya responsabilidad es garantizar condiciones para el ejercicio del derecho constitucional a la información en el ámbito más amplio aún de la libertad de pensamiento y expresión de las ideas—, actúa como con la escasez de medicinas: la culpa siempre la tienen otros, especialmente quienes dejaron un país violento, injusto y etcétera, etc.
Ninguna responsabilidad en los hechos cotidianos en el último y sangriento año. No es la ineptitud; es la herencia. La culpa no es de la improvisación sino de la inercia.
Otra circunstancia limitante del trabajo profesional, o cuando menos incómoda, es la hiperactividad de los militantes digitales de la IV-T, expertos en linchamientos mediáticos, no sólo de periodistas sino de cualquiera con capacidad o voluntad de manifestar su desacuerdo ante tan histórico empeño.
No importa si se baja de un avión o se ríe de la rifa del avión: es un hereje del nuevo evangelio y se le debe combatir con la pureza de una nueva inquisición.
Otro asunto interesante, sin lugar a dudas, es el cotidiano ejercicio de comparecencia presidencial en las conferencias matutinas, las cuales tienen muchos ingredientes, ya comentados por casi todos, pero cuyo tono se ha venido sintiendo día con día más intransigente e intolerante.
Las conferencias mañaneras son una aportación, indudablemente, no sólo para colocar los temas presidenciales en la agenda —con el consecuente control—, sino también para practicar un cotidiano “control de daños”, cuando hay temas sensibles en contra de la imagen del régimen.
Además facilita el trabajo de los medios porque les garantiza “nota” todas las mañanas, así la nota sea colocar en primera plana el fuchi caca del profundo verbo presidencial.
En ese sentido no se controla a los periodistas ni a los medios; se controla la información imponiendo por la pura presencia, un temario cuyo potente emisor garantiza espacios, ya sean minutos en los medios electrónicos o espacios en la prensa.
La Cuarta Transformación aspira a cambiarlo todo en este país. De la política a la moral; la historia o la cultura, comenzando por la Constitución, cuyo desfigurado rostro ha sido sometido a nuevas cirugías. Hoy ya es un esperpento irreconocible si se le mira con los ojos del hombre de 1917. Y si se le ve con la mirada de hace dos años, también.
El afán transformador, signo y empeño del gobierno, no puede cambiar una cosa sin modificar otra. La conducta del empresariado, por ejemplo, es una muestra de los tiempos de un poder omnímodo cuyas descalificaciones contra la minoría rapaz, se convirtieron en la dócil colaboración patronal, para dizque rifar un avión sin avión.
Todo el mundo calla y nadie (con excepciones menores) convierte su disgusto en acción política. Todos están pasmados, asustados y dispuestos a cualquier cosa, como en los tiempos del otro partido hegemónico. Hoy Morena, con el miedo o la conveniencia de los demás partidos, es un aparato poderoso cuya fuerza es imbatible. Es el PRI del siglo XXI. Y lo será durante años.
No puede el periodismo permanecer inmutable. Las empresas, de suyo limitantes del libre ejercicio de la profesión, son ahora, cada vez más, voluntarias colaboradoras del régimen.
Algunos de manera grotesca y sin memoria.
Se induce a los medios por el control de las empresas realmente importantes para los dueños. Sus constructoras, sus concesiones, sus negocios hoteleros, sus hospitales y todo lo demás.
Pero el periodismo, como la segunda profesión más antigua del mundo, y en algunos sentidos similar a la primera, sobrevivirá a ésta y a las demás transformaciones del país.
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