Los otros datos de la despedida del ‘mesías’. Con la lengua de ‘Esopo’ deja un país mejor que Dinamarca

Créditos: Cuartoscuro

  • El Zócalo escuchó de nuevo la fórmula agotada pero efectiva de la prédica de Andrés Manuel. Palabras y lugares comunes que llevan a las reacciones y aplausos de siempre. Como showman, sabe sus tiempos, se divierte y divierte.

Mario Gutiérrez  Vega /

LATINUS / MÉXICO.-Erika Miceli vive un preduelo. Lo dice con un nudo en la garganta. Está por concluir una historia que la considera propia, una historia arropada por la convicción familiar y personal.

Ha estado con Andrés Manuel López Obrador desde hace décadas. Se recuerda en la plancha del Zócalo gritando por él en 2005. Eran tiempos del desafuero y de ser oposición. Tiempos en los que se apuntaló el predicador, el orador astuto, el burlón, el político que hace reír y llorar en un mismo discurso, el hipnotizador… el mesías tropical (en palabras de Enrique Krauze).

Erika está en el Zócalo con Andrés Manuel este 1 de septiembre en el Sexto Informe. Es la antesala del duelo que llegará cuando entregue la banda presidencial justo en un mes. Da igual que la elegida sea Claudia Sheinbaum. La ausencia del guía moral será orfandad. “Sí vamos a llorar. No nos ha fallado”, dice Erika, de 49 años.

Y es que Claudia no es Andrés Manuel. Eso lo tiene claro Ángel Reyes, que ya está en duelo porque sus ventas se irán a pique. Entre los vendedores ambulantes del merchandising de la Cuarta Transformación, Claudia Sheinbaum representa la quiebra del negocio, el fin de los buenos tiempos.

“Claudia no tiene la gracia y el carisma de Andrés”, asegura Ángel, jubilado que lleva seis años vendiendo títeres, llaveros y muñecos de Andrés Manuel. Este domingo ni siquiera sacó la mercancía de la próxima presidenta, prefirió traer material para seguir fabricando peluches de AMLO mientras espera clientes en avenida Juárez.

Erika y Ángel ven un Sexto Informe atravesado por la nostalgia. La imagen del político omnipresente desaparecerá. La figura, no el poder. Adiós a sus eternas disertaciones de las mañanas que en un sexenio fueron más de mil 400, según reveló este domingo el presidente en un discurso de dos horas con cuatro minutos.

El Zócalo escuchó de nuevo la fórmula agotada pero efectiva de la prédica de Andrés Manuel. Palabras y lugares comunes que llevan a las reacciones y aplausos de siempre. Que si estamos mejor que Dinamarca: aplausos. Que si manda al carajo: aplausos. Que si los 36 años del neoliberalismo: aplausos. Que en su gobierno no hubo masacres: aplausos. Que no hay un narco-Estado: aplausos.

Como showman, Andrés Manuel sabe sus tiempos, se divierte y divierte. Después de 45 minutos de discurso, organizó una consulta: “¿Ustedes qué prefieren? ¿Que a los ministros los elija el presidente y los senadores o que los elija el pueblo?”.

Con una sonrisa de oreja a oreja pidió que las miles de personas que lo escuchaban en el Zócalo levantaran la mano si querían que los eligiera el pueblo. La respuesta no se hizo esperar, el pueblo manda. Ni como presidente ni como candidato Andrés Manuel perdió una consulta a mano alzada. NUNCA.

En este Sexto Informe habló el Andrés Manuel básico, el de siempre, el predecible, el arrogante, el que defiende sus estadísticas… fue el de los últimos seis años. Tan previsible que cuando tocó el tema educativo, los cientos de profesores del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que estaban en el Zócalo ni se inmutaron. Siguieron revisando el celular, maquillándose, durmiendo o comiendo el lunch regalado.

Frente a Palacio Nacional se despidió un presidente incapaz de ser autocrítico. Su discurso inició con lo que considera su mayor logro y terminó con su gran fracaso. Así, pasó de presumir las acciones para combatir la pobreza a negar violaciones de derechos humanos y evitar profundizar en la crisis de violencia e inseguridad. De nuevo el silencio ante un sexenio con casi 200 mil homicidios.

“Me voy a jubilar con la conciencia tranquila”, dijo en su discurso. El hombre bueno, el guía moral, el presidente incorruptible, finalizó con esta arenga: “La felicidad no reside en el dinero… ni en la búsqueda del poder por el poder”.

Así se fue Andrés Manuel. Frente a él, las siluetas de Lázaro Cárdenas, Benito Juárez y Francisco Madero hechas con cientos de focos. Rostros apagados en espera de la noche.

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