Los ricos también lloran… por Amlove
Solamente los seres que amamos están en condiciones de provocarnos un verdadero pesar, dice un viejo aforismo. Una paradoja tan cierta como dolorosa. Pero también funciona al revés en esos extraños giros que tiene la vida: el odio que alguien nos profesa puede ocasionar beneficios tan inesperados como satisfactorios. Por ejemplo, los votos adicionales que algunos multimillonarios están ofreciendo a Andrés Manuel López Obrador.
En su desesperación por impedir el triunfo del líder de Morena en las próximas elecciones presidenciales, media docena de dueños del dinero han salido a la palestra para exhortar al público en general y a sus empleados en particular a votar en contra de la opción “populista”.
Alberto Bailleres, el segundo mexicano más rico (Peñoles, Palacio de Hierro, Grupo GNP), Héctor Hernández de Grupo Herdez, José Ramón Elizondo de Vasconia, José Antonio “El Diablo” Fernández Carbajalpresidente de FEMSA, Sergio Argüelles González de FINSA, entre otros, salieron del clóset político para dar cuenta de su fobia en contra de AMLO. Un hecho inédito en la cultura empresarial del país, la cual se caracteriza por participar intensamente en política por debajo de la mesa, procurando no comprometer el nombre de las empresas o, incluso, el propio. Millonarios acostumbrados a acomodarse a los gobiernos en turno, cualquiera sea el matiz o la fracción política en la que milite el presidente. Cabría preguntarse ¿de qué magnitud es el temor que inspira López Obrador para que estos barones del capital se atrevan a violar sus propios códigos?
Lo extraño es que se trata de un riesgo tan inesperado como inútil. Primero, porque no va a cambiar el resultado. Segundo, porque exponen a sus empresas de manera innecesaria. Y tercero, porque a mi juicio provocarán justamente lo contrario: otorgar un incentivo adicional para que los empleados voten por Andrés Manuel.
Quisiera detenerme en esta última. Por lo visto los megaempresarios padecen la misma enfermedad que Enrique Peña Nieto: están convencidos de haber hecho los méritos para ser depositarios de la admiración y el respeto de parte de todos los pobladores de su reino. Bailleres y compañía creen que los cientos de miles de hombres y mujeres que trabajan a su servicio votarán por quienes ellos digan. Como si a cambio de una quincena, el servicio también incluyera los derechos políticos.
Han comenzado a circular en redes sociales las primeras reacciones entre los empleados de estos emporios. “¿Cómo?, ¿por el sueldo que nos pagan también quieren decirnos qué hacer con nuestro voto?”. Y en efecto, hay algo en la actitud de los capitanes del dinero que recuerda a los grandes hacendados del pasado, amos de vida y hacienda de todo lo que habitaba en sus dominios.
Como cualquier otra persona, un empresario está en todo su derecho de externar su opinión política y declarar la intención de su voto, pero es moralmente cuestionable que por remunerar a un empleado se sientan con la facultad de orientar su preferencia política. ¿Y qué, también quiere el derecho de pernada?, diría alguno de sus trabajadores más exaltados. En suma, una actitud contraproducente: seguramente el círculo más alto de funcionarios en cada una de esas empresas seguirá el consejo del patrón, pero puedo imaginarme que para el personal más modesto, la irritación provocará justamente lo contrario.
Por lo demás, los dueños de Herdez o de Peñoles están confundidos sobre su supuesto liderazgo en la comunidad. Sienten que el país les debe algo y tiene la obligación de escucharlos porque son creadores de empleos. Es cierto, pero cuesta trabajo verlos como un dechado de sacrificio cuando advertimos los yates, aviones privados y campos de golf desde los que nos hablan. Y, como dirían muchos de sus trabajadores, los sueldos que pagan bien podrían ser mejores. Sin duda gozan de influencia en círculos empresariales, pero a mar abierto su exhorto simplemente confirma al hombre de la calle que López Obrador es el candidato que representa a los de abajo. Y los de abajo son mayoría.
En buena lid, Andrés Manuel tendría que concluir: “Gracias, con estos enemigos, no necesito amigos”.
@jorgezepedap