¿A dónde irás si gana AMLO?
Si gana Meade nos vamos a celebrar al Ángel, si gana Anaya a la Basílica de Guadalupe y si gana López Obrador al aeropuerto, dicen que dicen entre broma y vera, las élites del código postal 11000 (Las Lomas y Santa Fe, de la Ciudad de México). Una frase más de las muchas que circulan con el ánimo de construir un escenario catastrófico en caso de que el líder de oposición llegue a Los Pinos.
Otros argumentos son más sofisticados: “no, no serán los ricos los que huyan del País, sino algo más preocupante, los capitales. Yo votaría por un cambio, pero temo a la desbandada de dinero al día siguiente de la elección y a la inestabilidad económica que eso provocaría”, afirman algunos, palabras más palabras menos. Puedo entender los temores, pero el anterior es un argumento más emocional que lógico.
Primero, porque los grandes capitanes del dinero ya tienen el grueso de sus inversiones líquidas en dólares; lo que mantienen en México son sus negocios: fábricas, concesiones de operación y construcción, desarrollos inmobiliarios y turísticos, servicios de tecnología, comunicación, minería, comercio, salud, educación, etc. Es decir la infraestructura que los ha hecho ricos y lo seguirá haciendo. Una infraestructura que no pueden llevarse y no sólo porque es física y en buena parte intransferible; también porque incluso si pudieran trasladarla a Estados Unidos o a Canadá no tendrían los márgenes de ganancia ni el mercado cautivo y distorsionado en el que están acostumbrados a operar.
Segundo, porque para los centros financieros internacionales México es demasiado importante. Wall Street sería el menos interesado en provocar una desestabilización de la economía número 15 del mundo, la cuarta más importante de América. Pero más allá del peso que pueda tener en la economía mundial (aporta casi el 2 por ciento del PIB del planeta) la vecindad con Estados Unidos y la interdependencia de ese tercer país que existe en la frontera, hace de la estabilidad de México un asunto de seguridad nacional para la metrópoli.
Podemos estar seguros de que al día siguiente de un triunfo del líder de la izquierda, los circuitos financieros y políticos de Washington y Nueva York estarán analizando formas de negociación y colaboración para asegurar una transición lo más tersa posible.
Muchos tendrán motivos para festejar; otros para mirar con curiosidad, entre el pesimismo y la esperanza, la posibilidad de un cambio»
Tercero, por más que se trate de pintar a López Obrador como un luchador social iracundo, ingenuo e impredecible, como si fuese una especie de Emiliano Zapata recién salido de un cañaveral, el líder de Morena posee una larga trayectoria en la escena pública a la cual podemos atenernos. Algo que sus críticos pretenden ignorar. Como presidente nacional del PRD y, sobre todo, como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, mostró su disposición para negociar con el resto de los actores políticos y sociales, incluyendo al gran capital.
La remodelación del centro histórico y la reactivación económica de Paseo de la Reforma no habrían sido posibles de otra manera. La construcción del segundo piso del periférico, una obra que beneficia a las clases medias y altas, revela que, contra lo que se dice, López Obrador está dispuesto a gobernar no sólo para los pobres.
Tienen razón los que afirman que frente a José Antonio Meade, el de Morena deja mucho que desear en su conocimiento de las ciencias arcanas que explican a la macroeconomía o la ingeniería financiera que define el comportamiento de bonos o el valor del dinero. ¿Y qué con eso? Los últimos 30 años la Secretaría de Hacienda ha sido ocupada por los Aspe, Videgaray y Meade formados en el ITAM y con posgrados en Harvard, MIT, Yale y equivalentes. Técnicos capaces de citar índices econométricos de nombres impronunciables y hablar inglés sin acento. ¿Y de qué ha servido? De acuerdo, un manejo de la inflación y de la deuda pública razonable; aunque de muy poca utilidad para más de la mitad de la población que sigue en la pobreza o la extrema pobreza. Ministros que desde Hacienda prohijaron el endeudamiento obsceno de los Gobiernos estatales y la emergencia de gobernadores desmesuradamente corruptos. Funcionarios que viven en la burbuja del México del 10 por ciento desde hace varias generaciones, incapaces de entender la realidad del empleado de una gasolinera que para llegar a la ciudad hace dos horas y cuatro traslados para descender del lomerío sin agua y servicios en el que vive, ya no digamos de una mujer indígena de la sierra de Puebla.
La carencia de Andrés Manuel López Obrador en materia macroeconómica puede subsanarse con un titular en Hacienda responsable y conocedor; mientras que la ignorancia de estos técnicos para entender la realidad de la otra mitad de México es simple y sencillamente insalvable. Lo hemos visto un sexenio tras otro.
Si gana López Obrador, yo espero que más de algún corrupto se vaya al aeropuerto. Muchos tendrán motivos para festejar; otros para mirar con curiosidad, a medio camino entre el pesimismo y la esperanza, la posibilidad de un cambio. ¿Tú, a dónde irías si gana AMLO?
@jorgezepedap
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