Violencia e impunidad vs periodistas

PLANA MAYOR

El periodismo crítico e independiente contemporáneo enfrenta hoy el acecho del poder público -federal y estatal- y de los poderes fácticos del crimen organizado, así como de los sindicatos oficialistas.

Con la transición del PRI a Morena -una mutación de priistas al nuevo partido gobernante, llamado también conversos-, el imaginario colectivo fijó la esperanza que se reduciría la desigualdad social, la narcoviolencia  y se acabaría el torcido estado de derecho.

Se llegó a pensar que el nuevo discurso presidencial y de los gobernadores morenistas -los emblemáticos virreyes -cambiaría el intríngulis del poder para bien de todos, con un gobierno incluyente y de unidad nacional.

El periodismo crítico, independiente, que no se dobla por lisonjas del poder público, confundiendo y distorsionando los espacios de publicidad con la compra del criterio editorial, le  tocó la peor parte del torquemada presidencial que, sin la mínima moral, pasa al banquillo de los acusados.

¿Qué podrían celebrar los periodistas en su día, instituido por el fallecimiento del periodista crítico Manuel Caballero en 1926? Con una sevicia descarnada y un rostro avieso, la mayoría de los sectores que integran la vapuleada sociedad civil tiene que soportar, incluyendo a los que votaron por el falso profeta tabasqueño, el descrédito, la difamación, el autoritarismo y la estridencia.

La narcoviolencia, la impunidad, la corrupción, el nepotismo y el débil estado de derecho son el sello de la casa, del Palacio Nacional y de sus sumisos virreyes. Es un oprobio que el guía moral de Morena siga consintiendo al crimen organizado con su fracasada estrategia anticrimen.

El populista huésped de Palacio Nacional es un recurrente violador de la Carta Magna. Por sus intereses, se rehúsa a aplicarles el término de “terroristas” a los cárteles de la droga que recurren incendiando autos, unidades del transporte público, tiendas de conveniencia o cercenando a sus adversarios o inocentes.

“Abrazos no balazos”, la fallida estrategia anticrimen, en teoría significa para el Estado de Derecho ‘tolerancia, complicidad y apatía’, sinónimo de corrupción.

Que el poder público presidencial llame “seres humanos” a los delincuentes y les otorgue el “perdón y olvido”, es un singular oprobio que lastima a los mexicanos y a los colectivos de desaparecidos que han perdido a sus seres queridos a manos de la delincuencia organizada.

El periodismo crítico e independiente bajo el sexenio cleptócrata morenista, ha sido víctima, como otros sectores de la sociedad civil, de una campaña feroz y de estulticia del púlpito presidencial por sus relaciones comerciales con los gobiernos “neoliberales”.

Los señalamientos flamígeros de alguna manera forman parte  del catálogo del lodo del deslenguado presidente para justificar sus fracasos y errores de su accidentado gobierno de la cuatroté.

Los votantes tenemos que soplarnos su actitud acrítica y su poder inconmensurable omnipotente que afecta a los mexicanos y a México, porque AMLO no acepta sus recurrentes equivocaciones y errores -y horrores- que son objeto de presuntos delitos federales.

Esta historia la ampliaremos en la próxima entrega. Hay una larga tela por donde tocar, pese a los “berrinches” del autocrata de facto.     

Hagamos un voto por el eterno descanso por los siete periodistas asesinados en el gobierno morenista de Cuitláhuac García Jiménez. La justicia ha sido parcial y las sentencias no han llegado por el torcido estado de derecho que se vive en Veracruz.

¡Solidaridad para sus familias!

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