Recuperar Veracruz

En el Llano

No tiembles. Deja que el viento amague y el trueno asorde y

el rayo estrague campo y ciudad; tales rigores no han de ser

vanos…. Los pueblos hacen con rojas manos ¡la libertad! 

                              Salvador Díaz Mirón (Veracruz, Ver., 1853-1928).

El 10 de mayo de 2016, dos hombres entregaron en Veracruz a la naciente organización Colectivo Solecito, formado básicamente por madres de desaparecidas y desaparecidos en el estado, varias hojas que incluían un mapa señalado con cientos de cruces y una leyenda breve y siniestra: «Ahí encontrarán los cuerpos de todos los desaparecidos en Veracruz».

Tres meses después, en agosto de ese año, el Colectivo Solecito ya dedicaba su encomiable esfuerzo ciudadano (que incluye a muchas madres en busca de sus hijos) a poner reflectores sobre el grave problema de los desaparecidos, derivados de feminicidios, secuestros, asesinatos de periodistas y fosas clandestinas en esa entidad que tiene más de 71 mil kilómetros cuadrados y 212 municipios distribuidos en diez regiones.

Los primeros resultados fueron asombrosos: se halló la fosa clandestina más grande del país (hasta ese momento), en el predio denominado Colinas de Santa Fe, en las inmediaciones de la entrada principal a la ciudad y puerto de Veracruz: se trataba de un gran cementerio clandestino con 298 cráneos y 22 mil 500 restos humanos.

El funesto descubrimiento, en muchos sentidos sospechado, temido y hasta presentido, fue tan solo amarga y agravada continuidad para veracruzanas y veracruzanos víctimas de lo que parece un prolongado episodio fatal, cruento y doloroso. Más fosas, decenas de ellas, habrían de aparecer.

Los datos no han sido suficientemente actualizados, pero sí rechazados una y otra vez por un gobernador, Cuitláhuac García, que encaja en el diseño 90-10 de la mediocridad definido por el presidente López Obrador: servidores públicos que sean 90 por ciento honestos, aunque solo sean 10 por ciento eficaces para cumplir con su grave responsabilidad.

El hecho es que la violencia se enseñorea en Veracruz. Contabilizó 835 homicidios en los primeros seis meses de 2019, sumados a 114 feminicidios, 200 casos de secuestro, 2 mil 295 robos de vehículos y 241 denuncias por robo de ganado. Tan sólo en julio de ese año, ocurrieron 196 asesinatos en la entidad. De estos, 121 fueron dolosos y 75 culposos. Los dolosos 85 fueron cometidos por arma de fuego, 23 con arma blanca y 13 con otros instrumentos mortales.

Cierto, la violencia en Veracruz ya se vivía a finales del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, pero aumentó en el sexenio del patético Javier Duarte: de 2017 a 2018, en la entidad fueron encontradas 343 fosas clandestinas en 44 municipios veracruzanos, así lo reveló el entonces fiscal de la entidad Jorge Winckler Ortiz (posteriormente destituido y prófugo en septiembre de 2019), acusado por presuntas torturas a un detenido, pero después de agrios enfrentamientos con el gobernador Cuitláhuac García.

La pesadilla comenzó con Javier Duarte (2010-2016, preso actualmente acusado de desviaciones multimillonarias de dinero público): convirtió al estado en uno de los más inseguros del país (3 mil 600 desaparecidos), con un menor crecimiento económico, con más pobreza y desempleo y el más peligroso para los periodistas, con 17 asesinados y tres desaparecidos. La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública reveló que entre 2011 y 2016 el 85.1 por ciento de los veracruzanos se declararon inseguros.

En mayo de 2019, el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Alejandro Encinas, admitió que Veracruz figura entre los primeros tres estados del país con mayor número de personas desaparecidas y fosas clandestinas.

En diciembre último diversos medios difundieron una noticia que ensombreció aún más el clima de violencia e inseguridad que viven los veracruzanos: alrededor de 13 municipios del sur de la entidad, colindantes con Oaxaca, decidieron organizar grupos de autodefensa, armados, para defender sus tierras y sus vidas. Se llaman a sí mismos “Pueblos Unidos Contra la Delincuencia”, hartos de la ineficacia de las autoridades ante asesinatos, secuestros, extorsiones, amenazas de traficantes de amapola y mariguana en busca de tierras de cultivo.

El gobernador lo minimiza todo. 

El enorme desafío es, sin duda, recuperar Veracruz.

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