MÉXICO ANTE LA CRISIS

La crisis será mayúscula en profundidad, extensión y

 duración Urge una estrategia de política económica

y social que enfrente las consecuencias humanas,

 inmediatas y mediatas, de la pandemia y de sus

efectos en el desarrollo de los próximos años.

Luis Gutiérrez R.

Veinticuatro investigadores universitarios, coordinados por los maestros economistas Rolando Cordera Campos y Enrique Provencio Durazo, integrantes del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo (GNCD), así como invitados especiales, presentaron recientemente, bajo los auspicios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una colección de ensayos (todos ellos entregados entre el 15 y el 20 de mayo de 2020), cuyo título “Cambiar el Rumbo: el Desarrollo tras la Pandemia”, anticipa su valioso contenido.

No tengo la menor duda, como lo ofrece la presentación de la obra, que el trabajo de los autores habrá de contribuir a las necesarias y urgentes reflexiones sobre las implicaciones de la crisis generada por la pandemia de coronavirus o Covid-19, lejos de la trivialidad y el comportamiento irresponsable de altos funcionarios encargados, por ley, de preservar y garantizar la salud pública de los mexicanos.

Trivialidad e irresponsabilidad, negligencia y omisiones, denunciadas recientemente ante la Secretaría de la Función Pública, por Movimiento Ciudadano, como lo ha sido también la falta de políticas públicas para hacer frente al creciente desempleo.

Nada escapa al análisis: la organización social, las circunstancias políticas y algunos aspectos de las relaciones internacionales. Se abordan diferentes opciones de política para contener y mitigar la crisis en sus primeros impactos, facilitar la recuperación y orientar la reconstrucción para cambiar el rumbo del desarrollo tras la pandemia. Las cursivas son responsabilidad del autor de estas líneas.

El 28 de marzo último, declarada la pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se multiplicaban las voces de alerta. Ese día, en un comunicado, el GNCD expuso sus primeras apreciaciones sobre las dimensiones sociales y económicas de la crisis sanitaria. Los datos en México fueron 848 casos confirmados con 16 decesos, en tanto los contagios en el mundo rebasaban los 600 mil, con 27 mil decesos. Apenas iniciaba el aislamiento en nuestro país.

A fines de marzo último, en otros países ya estaban en marcha programas para paliar la pérdida de empleos, de apoyo a quienes se quedaban sin trabajo por el aislamiento, y se expedían fondos especiales para reforzar los programas sanitarios. En México nos vencía la parálisis gubernamental, encubierta por especialistas recomendados que resultaron no serlo, o por lo menos fueron a todas luces ineficaces.

De ahí los planteamientos urgentes del GNCD. “Fueron especialmente un llamado de atención –señala el libro editado por la UNAM—para responder pronto a la altura de la emergencia, y hacer ver que junto con la prioridad de proteger la salud de toda la población y proteger urgentemente el sistema sanitario, nos teníamos que movilizar, gobierno y sociedad, para proteger los medios de vida, el empleo y el ingreso, las fuentes de trabajo, los servicios esenciales y los servicios estratégicos”.

Fueron además “escenarios ominosos” (aciagos, siniestros, funestos), señala el libro recompilado por Rolando Cordera y Enrique Provencio del trabajo de al menos una treintena de prestigiados autores, para referirse a los días y semanas que siguieron al arribo de la pandemia a México.

Panorama, añade inequívocamente la obra, que obligaba a un cambio estratégico de la política económica, de las finanzas públicas y de las políticas monetaria y financiera.

La crisis económica detonada por el virus, reclamó y reclama respuestas extraordinarias. Pero al finalizar el primer trimestre del año la política económica titubeaba con medidas parciales e insuficientes, y retrasaba una reacción ordenada y enérgica ante el nuevo panorama.

Por ello, los investigadores consultados sostienen la necesidad de articular acuerdos colectivos y convertirlos en un pacto de Estado para enfrentar la emergencia, “reconocer el accidentado terreno al que entramos, allegarnos del mejor conocimiento de pronóstico y diagnóstico y de propuestas bien documentadas, para contar con un programa de respuesta inmediata y luego, pero no mucho después, alinear la recuperación y la reconstrucción”.

En el curso de abril y las primeras semanas de mayo, quedó configurada una crisis en toda regla, y también una respuesta gubernamental que sigue por debajo de las exigencias y los daños ya registrados que, según todo indica, continuarán agravándose.

A mediados de mayo siguen presentes incertidumbres de todo tipo. Hay que reconocer que la crisis será mayúscula en su profundidad, extensión y duración. Urge una estrategia de política económica y social que se haga cargo de enfrentar las lesivas consecuencias humanas, inmediatas y mediatas, de la pandemia, y de sus repercusiones en el desarrollo de los próximos años.

Agudización del desempleo (más de 15 millones de mexicanos, señalan ya algunas fuentes oficiales), e incremento de la pobreza (40 millones de compatriotas se aproximan a esa línea).

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